Chris Evans Inspirado en la película "the Wedding date"
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Solté un alarido de dolor al sentir como mi cuerpo chocaba contra el pavimento de la entrada de mi hogar. Agradecía que mis padres y Chris no estén en casa para ver mi horrible intento de mantenerme en pie en medio de una borrachera.
-Marelyn?- oí la voz del rubio llamarme desde alguna parte. Okay, me retracto, agradecía que mis padres no estén en casa ya que Chris siempre estaba en mis momentos más vergonzosos.
-no...- murmuré, intentando incorporarme. Mis pies dolían por los tacones y mi cabeza daba más vueltas que un carrusel. Sin duda mañana me arrepentiría por haber bebido tanto.
Unos pasos se acercaban a mi y luego sentí unas manos ayudándome a ponerme de pie. El aroma masculino que emanaba el modelo prendió cada uno de mis sentidos. Las palabras de Scarlett comenzaban a hacer eco en mi mente, recordando la idea que tenia para finalizar la noche.
Me di la vuelta, encarando al ojiazul. Su mirada examinó mi rostro, notando lo ida que me encontraba. Y cuando tomé su rostro para besarlo, se apartó, tomando mis muñecas con sus manos y obligándome a caminar hacia la casa.
-no me besarás hasta que estés sobria- susurró en mi oído, poniéndome la piel de gallina.
-eso fue grosero- gruñí, intentando no dar un paso en falso y caerme frente a Chris, otra vez.
-que jamás te habían negado un beso?- preguntó, sentándome en los escalones de la entrada, mientras el buscaba las llaves. No respondí a su pregunta, más bien mi mirada estaba pegada en la lancha yate de mi padre, la cual estaba en reparación.
A los minutos sentí como Chris se sentaba a mi lado y me observaba -tu tienes la llave?- preguntó, en un suspiro. Negué con la cabeza mientras mantenía mi mirada fija en sus labios. Hasta que no pude resistirme más y pegué mis labios a los suyos.
El modelo no pudo contenerse mucho antes de responderme con la misma intensidad. Sus manos jugaban con la falda de mi vestido, mientras que las mías jugaban con los botones de su camisa.
-estas segura de hacer esto?- me preguntó, separándose. Sus labios estaban rojizos y ligeramente hinchados.
No me molesté en responder, lo tomé del borde del cuello y caminé hacia atrás hasta llegar al yate de mi padre, donde seguimos besándonos en el pequeño apartado privado. Sus besos bajaron por mi cuello hasta mis hombros, donde retiró los tirantes de mi vestido y depositó besos húmedos en aquella zona.
Reprimi un gemido al sentir una mordida en mi hombro y luego de unos largos minutos, el apartado se llenó de jadeos y suspiros de placer. Pocas veces me había sentido tan bien, aunque se podría decir que esa noche fue inigualable comparada con cualquier otra que haya tenido antes.
