«Y es cuando otras personas se involucran en su destino, que se dan cuenta de que los problemas que habían atravesado a sus dieciocho años no se comparaban a los de diecinueve, y que proteger su corazón resulta más difícil que intentar salvar al mun...
Y con todo lo que sabía del rey SeokJin, podía decir con seguridad que era una persona hasta cierto grado peligrosa, que había utilizado a la gente de la forma que él quería, que pensaba primero en sí mismo y en lo que respectaba su imagen, pero especialmente destacaba que era un gran manipulador, y siempre obtenía lo que quería.
— ¿Alguna vez pensaste en todas la cosas que puedes hacer? — interrogó minutos de silencio después con una pequeña sonrisa. — Hay tantas posibilidades. Poder transmitir un mensaje a través de tu mente, es algo muy íntimo, fue tu primer paso y luego lograste borrar memorias; estoy seguro que eso te ayudó mucho. — comentó mientras pensaba en otro tipo de posibilidades. — Puedes llegar a leer mentes, a ser psicometrico, y muchas cosas más.
— ¿Cómo puede hablar de eso ahora? — cuestionó con un tono de indignación.
— Lo dices por lo que hablamos, ¿verdad? — el menor no necesitaba contestar, por lo que el mayor prosiguió. — Ellos están muertos, otros desaparecidos, y los demás me sirven, ¿sabes por qué? — el menor negó con recelo. — Porque soy el único que consiguió su objetivo, me convertí en el rey.
— A costa de vidas-
— Oh, Chan. — lo interrumpió hastiado. — Sabes perfectamente que no estaba en mis planes que ellos murieran, pero las cosas se dieron así.
El menor bajó la mirada mientras mordia sus labios con ansiedad. Después de unos segundos se decidió por mirar fijamente y preguntar:
— ¿Quién es?
— Estoy seguro de que lo conoces. — respondió a la pregunta mal formulada. — Ya que amo tener a mis enemigos cerca.
Chan suspiró agotado.
— Jeongin, Woojin, Minho, Jisung, Changbin, Felix, Hyunjin . . . Seungmin. — habló por telepatía. — Yo realmente espero que estén bien.
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Seungmin podía reconocer el lugar como si fuese su propio hogar. Suspiró con nostalgia y soltó la mano de Jeongin, el cual aparentemente se encontraba bien, felizmente. Todos se encontraban en la que había sido la habitación de Seungmin tiempo atrás.
— ¿En dónde estamos? —interrogó asombrado Jisung, mientras estudiaba el lugar con la mirada, al igual que los demás.
— Bienvenidos al planeta de los hechiceros. — todos le prestaron atención. — Ésta es mi habitación-
— Era tu habitación. — le corrigió Hwang mirándolo.
— Ésta era mi habitación; nos encontramos en el palacio real. — informó, para luego dirigirse a la puerta.
— ¿Ahora qué? — cuestionó Woojin irascible, sin estar verdaderamente interesado en lo que decía.
— Chan nos necesita. — comentó el menor de los ocho en la habitación. — Lo acabo de escuchar.