«Y es cuando otras personas se involucran en su destino, que se dan cuenta de que los problemas que habían atravesado a sus dieciocho años no se comparaban a los de diecinueve, y que proteger su corazón resulta más difícil que intentar salvar al mun...
No supo en qué momento Woojin intentó atrapar entre los tallos de plantas que salieron de la tierra a Seungmin, pero un ataque de ansiedad y pánico lo atacó hasta tal punto de ver a su plan fracasar y ser lanzado lejos por el peli marrón rojizo, cayendo de espaldas a unos metros más allá. Luego fue el turno de Felix, quien creó una barrera de hielo enorme alrededor de Seung, pero el miedo de congelarlo y congelar a los demás (como en su momento hizo con Changbin) se apoderó de él, viéndose frustrado y siendo derrotado en cuanto su enemigo en común había destruido el muro que había creado. Jisung lo miró inquieto y consternado estando ya a un lado con Minho. Chan, rápidamente se acercó hasta ambos y se agachó a su lado, con sus manos temblorosas y un nudo en la garganta.
— ¿É-Él cómo está? — interrogó interesado en el estado de su amigo; el menor negó en respuesta, estando a punto de llorar.
— No lo sé. — contestó con la voz rota. — Mierda, no lo sé, no sé porque no despierta, Chan.
El mayor se sintió perdido, sin una respuesta al alcance, sin saber qué decirle o cómo consolar su adolorido corazón.
Por otro lado, Changbin se acercó a grandes zancadas hacia Seungmin para enfrentarlo, después de ver tal desastre ocasionado.
— ¡¡No lo hagas, Changbin!! — exclamó Felix, a unos metros de ellos. Aún así, el peli negro continuó.
— ¿¡Qué pasa contigo!? — vociferó totalmente enojado e impotente. — ¿Cómo pudiste?
— ¿Siguen con lo mismo? — cuestionó Min hastiado; el mayor fruncio el ceño. — ¿Dónde está el príncipe Hwang Hyunjin?
El más bajo lo miró perplejo. Cerró los ojos por unos segundos y al abrirlos, estos eran de un rojo fuego. Su mirada era intimidante y penetrante, de eso no había duda. Pero a pesar de eso, Seungmin conocía su debilidad, conocía sus fortalezas, y sabía lo que estaba haciendo en ese momento, algo que en el pasado lo hubiera lastimado como la última vez, pero que en ese momento sólo le hacía cosquillas. Con una sonrisa, y sin dejar de mirarlo, no pasó mucho cuando originó el comienzo de una lluvia torrencial.
— ¿Quién eres? — interrogó atónito Seo, puesto que su don no daba efecto.
— Tu final, príncipe Seo.
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Alzó la cabeza en cuanto escuchó la lluvia dar inicio, junto con los relámpagos que decoraban el cielo para dar paso a los truenos y rayos que hicieron brillar a sus ojos. Se sentía mejor, su cuerpo dolía menos y por un momento la idea de intervenir en todo, como lo hizo la primera vez, pasó por su mente.
"Soy el único que puede solucionar esto . . . Yo soy la otra alternativa".
Inspirado, confiado y decidido, llevó una de sus manos al cielo . . . Segundos después, un rayo hizo explosionar la cárcel de hielo en la que había estado. El color de sus ojos cambiaron a unos azules eléctricos. Con la electricidad recorriendo su ser, comenzó a caminar con dirección al caos, pero entonces chocó con algo que casi lo hace caer para atrás. Una barrera prácticamente invisible lo tenía encerrado. Volteó, sabiendo de quién se trataba, encontrándose con Jeongin, sentado sobre el césped y mirándolo fijamente.