Capítulo 13 - Pararse a mirar

9.9K 477 94
                                    




-Nat, ¿es normal que me tiemblen así las piernas?

-¿Cómo?

-Me tiemblan... mucho – jadeó Alba poniendo las palmas en sus muslos.

-¡Ja! – Se rió Natalia – Palomita... ahora mismo tienes dos añitos.

-¡Jo, Nat! – Dijo alargando las vocales y mirándola con ojitos asustados – De verdad que me tiemblan mucho...

-Tranquila Alba... - dijo acercándose, pero sin poder borrar la sonrisa de la boca – Eso es que tenías las piernas demasiado en tensión. Tienes que relajarte, no voy a matarnos con la moto, relájate.

Habían aparcado en el camino que daba acceso a una de las calas y Alba se había bajado de la moto con menos estabilidad que un tentetieso. El temblor que notaba la tenía nerviosa, pero era cierto que había estado todo el viaje más tensa que una cuerda. Se había agarrado al cuerpo de Natalia buscando mantenerse regia sobre la moto, pero sus piernas habían estado haciendo tanta presión sobre los reposapiés que ahora le estaba pasando factura.

-Ya, no lo puedo evitar – dijo irguiéndose.

-¿No confías en mí? Mira que llevo conduciendo años y nunca me ha pasado nada... te lo prometo.

-Ya, ya... si no es por ti, es que no soy muy fan de las motos.

-Pues ve acostumbrándote, rubia – dijo Natalia guiándole un ojo y dándose la vuelta para dejar los cascos atados a la rueda de la moto.

Alba no supo bien cómo interpretar aquel comentario. No sabía si se refería a que se acostumbrase a la moto en los días que les quedaba en Menorca o si era una indirecta a largo plazo. Con Natalia nunca sabía por dónde tirar.

Con las mochilas al hombro se adentraron en el sendero que las llevaba hasta una de las calas que habían elegido para ese día y caminaron durante unos cinco minutos entre árboles y senderos. Cuando el imponente mar y las rocas se hicieron visibles ante ellas, Alba sonrió por volver a ver aquel lugar que siempre había adorado, y Natalia se quitó las gafas de sol para apreciar con los ojos como platos aquel paisaje. En la pequeña playa había muy poca gente, apenas dos grupos de personas y alguna que otra pareja desperdigada. Alba miró hacia Natalia y se maravilló al ver su expresión de asombro.

-¿Te gusta?

-Alba, es genial – sonrió sin dejar de mirar hacia aquella maravilla de la naturaleza – Nunca había estado en un sitio así.

-¿No? – se extrañó Alba.

-No... y es muy bonito.

-Pues me alegro que te guste – dijo esbozando una sonrisa cuando Natalia la miró. En sus ojos vio un brillo hasta ahora desconocido para ella y se quedó embobada por unos segundos - ¿Dónde quieres ponerte?

-Donde sea – se encogió de hombros mirando de nuevo al frente.

-Pues vamos cerca de aquellas rocas y así nos da un poco la sombra.

Caminaron hasta el lugar que Alba había señalado y colocaron sus cosas sobre la arena. Alba se sentó en su toalla por un momento a admirar el paisaje y sacó su móvil para echar un par de fotos. Vio cómo Natalia se sentaba junto a ella en su propia toalla, pero ya se había quedado en bikini. Alba tragó saliva y regresó su atención al teléfono. Seleccionó una de las fotos y la subió a su historia de Instagram.

Natalia, por su parte, no podía dejar de mirar hacia todos lados asombrada. Aquel lugar le parecía sacado de un cuento y le maravillaba que fuese alguien como Alba quien se lo hubiese descubierto. Sentada a su lado la vio enredar con el móvil y hacer fotos, pero aun seguía con la ropa puesta. Pensó en hacerle la misma broma del día anterior, pero sabía que ya no tendría la misma gracia.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora