Capítulo 32 - La no cita

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Estaba bastante nerviosa, no podía negárselo ni a sí misma. Sentada en aquel mullido sofá que ya le era tan familiar, admiraba aquella pared repleta de libros y la claridad que entraba por el ventanal. Eso a veces le calmaba un poco la ansiedad que crecía en su pecho al entrar allí, pero en aquel instante no era el caso. Retorcía entre sus manos el coletero que se había quitado, sólo para poder tener algo con lo que distraerse.

Escuchó la puerta abrirse y vio a Mamen entrando en la consulta con su habitual sonrisa, provocando que su nerviosismo llegase a su pico más alto. Ya estaba acostumbrada a las visitas con la psicóloga y a contarle sus problemas e inquietudes, pero es que le habían pasado demasiadas cosas desde la última sesión y eso la tenía un poco inquieta. Sabía que Mamen nunca la presionaría para contarle algo que no quisiese, pero necesitaba sacárselo de dentro. Necesitaba su opinión y su consejo.

La vio sentarse en su butaca frente a ella, aún sonriendo y mirándola con un gesto de tranquilidad. Se había dado cuenta que estaba atacada, seguro, e intentaba transmitirle con la mirada aquel sosiego que la caracterizaba.

-Hola, Natalia - dijo con un tono suave.

-Hola - respondió retorciendo el coletero una vez más entre sus dedos.

-¿Cómo estás? - preguntó la psicóloga mirándola con suspicacia.

-Bien, muy bien - contestó rápido.

-¿Y por qué estás tan nerviosa? - lanzó Mamen, directa.

-¿Tanto... tanto se me nota? - preguntó Natalia abriendo mucho los ojos, poniéndose aún más rígida en aquel sofá.

-Eres como un libro abierto, cariño - sonrió mientras dejaba a un lado su cuaderno.

-Ya... me pasa mucho últimamente - dijo la morena devolviéndole la sonrisa.

-¿Y qué mas te ha pasado? Porque no creo que estés así de nerviosa por nada.

-Pues sí, algo sí que ha pasado - asintió Natalia reacomodándose en el sofá - Varias cosas, además.

-¿Buenas?

-Muy buenas, creo - dijo con voz pequeña.

-Vale, pues cuéntame lo que quieras - animó Mamen mientras cogía de nuevo su cuaderno y lo abría para anotar lo que le fuese interesando del relato de la morena.

-Pues a ver... por dónde empiezo... - se preguntaba Natalia mientras se recogía el pelo con el coletero de nuevo - Este fin de semana ha estado aquí mi familia. Mis hermanos y mi tía. He tenido una cosa importante de trabajo y les invité a venir. Y, bueno, he estado hablando con ellos.

-¿Sobre qué? - preguntó al ver que Natalia se quedaba callada.

-Pues sobre lo que me pasaba - agregó la morena mirándola de nuevo a los ojos - Sobre mis visitas contigo, lo que he estado haciendo para superar aquello.

-Has dicho lo que te pasaba. ¿Ya no te sientes como cuando llegaste aquí?

-No, ni mucho menos. He sido capaz de contarle a algunas personas la verdad y, como bien has dicho antes, últimamente soy como un libro abierto. No soy capaz de fingir más.

-¿Antes fingías?

-Todo el rato, con todo el mundo,

-¿Con tu familia también?

-Con ellos con los que más - asintió Natalia - Me daba mucho miedo que viesen la realidad.

-¿Por qué?

-Pues, principalmente, porque mi hermana pequeña no sabía nada de lo de mis padres. Ella era demasiado pequeña cuando todo pasó y no le dijimos nunca la verdad. Pero ahora que ya es más madura... pues pensé que era buena idea que supiese lo que pasó. No me parecía justo.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora