Iba de cabeza, pero eran las consecuencias de haber alargado sus vacaciones de navidad y no se podía quejar. Era viernes, treinta y uno de enero, último día para cerrar la organización del proyecto mecenas y presentarle a Noe un dossier completo de las entidades colaboradoras y los artistas que se habían adherido para tutorizar a los nuevos talentos que Alba iba captando con su otro proyecto de artistas noveles. Lo tenía todo bien unido y atado, tan sólo repasaba los flecos de última hora para que nada se saliese de la financiación establecida y que los números llamasen la atención del consejo. Ya tenía su visto bueno, pero darles cierta satisfacción viendo lo que iban a ganar con todo aquello no estaba de más para que siguiesen confiando en ella y sus ideas.
Llevaba tres semanas completamente sumida en el trabajo, sin apenas tiempo para ella y, ni mucho menos, para pensar. Además, el poco tiempo libre que le quedaba lo había dedicado a buscar con Sabela la que iba a ser su nueva casa. Se recorrieron el barrio de punta a punta, siguiendo a la chica de la inmobiliaria que María les había recomendado y que se había esforzado por encontrarles algo que se ajustase a su presupuesto y que no se saliese de la zona que querían. De momento sin exitoso resultado.
Pero a pesar de lo cansada que estaba, tanto física con mentalmente, agradecía no tener ni un rato libre para que su cabeza le jugase malas pasadas y fuese por libre. Y con ir por libre se refería a buscar de manera incansable los ojos oscuros de cierta morena que parecía que había desaparecido del mapa. Se habían visto un par de veces desde el cumpleaños de Natalia, pero nunca a solas y siempre con poca conversación. Sus encuentros solían ser en el Olivia y se miraban a lo lejos mientras que una se dejaba la piel sobre el escenario y la otra recogía cada pedazo que creía necesario de todas y cada una de las canciones que presentaba como suyas. Todas preciosas, pero que se le clavaban en el pecho como dagas afiladas.
Y la echaba de menos. Mucho. Pero tenía que ser coherente con la situación y terminar de aceptar que toda la historia con Javi, y los miedos que aquello le había provocado, no tenía por qué repetirse de nuevo. Y mucho menos con Natalia. Confiaba en ella y sabía de sobra que la morena no sería capaz de hacerle trizas el corazón como lo hizo el que hasta hacía poco era el innombrable. Se dio cuenta que pensar en él, en lo que había vivido por su culpa, en la conversación que mantuvieron sentados en el banco de aquel parque hacía ya un mes, no le afectaba de la misma manera. Lo veía lejano y lo sentía más liviano entre el batiburrillo de emociones y sentimientos que se le agolpaban en el pecho.
Y había intentado pintar de nuevo su isla, la de las dos, ya que al echar un vistazo a la última que plasmó sobre un lienzo se ofuscó al ver que el borrón negro que sería su ex permanecía intacto entre tanto color. Pero no fue capaz de dar ni una sola pincelada más allá de la arena y el mar, pues sentía a Natalia tan lejos que la sola idea de pintar su imagen a su lado, dándole la mano y observando el horizonte, le parecía completamente ridícula en aquel momento. A pesar de que fuese lo que más desease en el mundo.
Lo que sí se había dedicado a dibujar, sin parar, eran girasoles allá por donde pillara. El significado que había cogido aquella flor para Alba y todo lo que abarcaba hacía que se sintiese ilusionada y con cierta esperanza. Cada vez que escribía algún poema o alguna frase suelta que le recordaba a Natalia, dibujaba un girasol a su lado, como queriéndose decirse a sí misma que aquello era importante y que no pasase desapercibido para sus distraídos ojos.
Y el cuaderno que la morena le había regalado por su cumpleaños lo llevaba ya a la mitad, repleto de poesía que le salía sin más, con una facilidad con la que nunca había escrito. Pero tampoco sabía cómo parar... ni quería. Al igual que Natalia le había dicho que con sus canciones se sacaba de dentro un poco de su pesar, a Alba le estaba pasando lo mismo con sus poemas. No sería capaz de pintar más allá de flores amarillas, pero las palabras con rima le estaban ayudando como nunca esperó.
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GATA NEGRA
Hayran KurguNatalia Lacunza siempre ha vivido al margen de cualquier responsabilidad que involucrase a cualquier persona que no fuese ella misma y tampoco da oportunidades a nadie para no tener que cargar con ciertos sentimientos en su vida. No sabe lo que es e...