Subía y bajaba la pierna en su habitual tic nervioso mientras esperaba sentada en aquel banco de la estación. Elena había avisado que llegarían a mediodía y faltaba poco para que anunciasen por megafonía la llegada del tren que traía a su familia hasta Madrid. Llevaba consigo una resaca del copón, pero les había prometido ir a recogerlos para acompañarlos hasta casa y evitar que se perdiesen.
Mientras aguardaba impaciente, no dejaba de desbloquear y volver a bloquear el móvil, esperando por algo que ni ella misma sabía qué era. Se había levantado aquella mañana con cierta tensión en el cuerpo. Algo así como una intranquilidad que le recorría los nervios, activándola. De su mente no salían las imágenes de la noche anterior con Alba, dudando en alguna ocasión que hubiese sucedido de verdad. Pero su piel le decía que sí, que aquella quemazón que hacía que le hormigueasen la tez de su cuerpo era una clara señal de que nada había sido un sueño.
El resto de la noche la habían pasado entre más bailes y copas. No se acercaban demasiado, evitando la tentación que les suponía haberse probado la una a la otra, ignorando el murmullo en sus cabezas que les pedía algún roce fugaz; manteniendo las manos a raya, admirando sus cuerpos moverse a una distancia prudencial. Y eso, como a cualquier ser humano que habita en esta tierra, provocó en Natalia una necesidad que notaba que no podía abarcar.
Se levantó del banco, resoplando y observando la pantalla vacía del teléfono. Miró la hora en el reloj y escuchó por megafonía que el tren que esperaba estaba entrando al andén. Se acercó a la puerta y unos minutos después pudo ver la cabellera clara de su hermana atravesarla mientras iba dando saltitos. Se le dibujó en la cara una sonrisa de oreja a oreja al ver a las tres personas más importantes de su vida correr hacia ella, tirando de las maletas, para abrazarla y llenarle la cara de besos.
-¡Nata! - gritó Elena mientra se colgaba de su cuello.
-¡Hola enana! - la recibió con los brazos abiertos mientras dejaba un sonoro beso en su sien.
-¡Qué ganas tenía de venir!
-Sí, desde que nos contaste lo de la exposición ha estado más pesada de lo normal - dijo Santi acercándose para abrazar a Natalia.
-Imbécil - soltó Elena mientras se apartaba para dejarle paso.
-¡Elena! - alzó la voz su tía Andrea - ¿Qué te tengo dicho de insultar a tu hermano?
-¡Pero tía Andrea, que ha empezado él! - se quejó.
-¡Piri tii Indrii...! - se burló Santi provocando la risa en Natalia.
-Vaya dos, qué viajecito me han dado - negó Andrea con la cabeza - Anda, cariño, ven que te abrace.
Natalia se acurrucó entre los brazos de su tía, sintiéndolos más casa que nunca. Cerró los ojos e inhaló su aroma, transportándola de inmediato a todo lo que echaba de menos. Las sesiones con Mamen no sólo le habían servido para cerrar las heridas por el tema de sus padres, ni todo lo que le suponía estar cerca de Alba, si no que también le habían venido bien para valorar todo lo que tenía en la vida. Y eso, sin duda alguna, incluía a su familia. Y que hubiesen podido viajar a Madrid para compartir el momento en el que se cumpliría uno de sus sueños hacía que estuviese tremendamente feliz. Sintió un suave beso en su sien y abrió los ojos para ver el brillo reflejado en el rostro de su tía Andrea.
-Mi niña, qué guapa estás - dijo acunando sus mejillas.
-Anda, tía... estoy como siempre - dijo ruborizándose.
-Pues eso, preciosa - sonrió a lo grande.
-Bueno, ya. ¿Nos vamos a casa? - dijo Natalia separándose de su abrazo.
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GATA NEGRA
Hayran KurguNatalia Lacunza siempre ha vivido al margen de cualquier responsabilidad que involucrase a cualquier persona que no fuese ella misma y tampoco da oportunidades a nadie para no tener que cargar con ciertos sentimientos en su vida. No sabe lo que es e...