Capítulo 46 - Volver

6.7K 484 110
                                    

Caminaba con desgana por las calles de Madrid detrás de sus dos amigas. Se había dejado arrastrar por las rubias que desde hacía un par de días se hacían llamar sisters y que le habían estado poniendo la cabeza como un bombo para que no se quedase apalancada en casa y saliese con ellas a la fiesta de Nochevieja que celebraban en el Olivia con el resto de sus amigos. Se había levantado del sofá para ducharse y vestirse sólo por dejar de escucharlas cotorrear a su alrededor, convenciéndola de que lo pasaría bien.

Realmente no pensaba quedarse en casa, pues tenía a Ici en Madrid y ni por un segundo la opción de no asistir a la fiesta estaba sobre la mesa. Pero ganas de haberse quedado acurrucada en su sofá con una manta y un kilo de helado no le habían faltado.

Veía cómo María e Ici andaban delante de ella mientras charlaban animadamente, algo achispadas ya después de los vinos de la cena en casa de los padres de la madrileña, y sentía envidia del estado de ánimo festivo que las embriagaba a las dos. Ella quería sentirlo, de verdad que quería, pero el peso que notaba en el alma, cada vez mas cargado, tiraba para abajo de su fuerza de voluntad y su optimismo, sacando a la luz, de nuevo, a una Natalia que para nada le estaba gustando ser.

Legaron hasta el Olivia sin apenas darse cuenta y entró por inercia, dejando el abrigo en el guardarropa y adentrándose en el ambiente cargado del local. La música retumbaba a su alrededor mientras avanzaba entre la gente que ya disfrutaba de la fiesta en la pista. Llegaron hasta la zona de los reservados y el grito de María la sacó de la burbuja de apatía que la envolvía desde hacía días.

-¡FELIZ AÑO NUEVO, CABRONES! - entró la rubia al reservado repartiendo besos y abrazos a los que ya se encontraban allí.

Natalia tomó aire y se vistió con una de sus mejores sonrisas impostadas, siguiendo los pasos de su amiga, presentándole a Ici a los demás y sirviéndose una copa tan pronto como vio que la navarra se desenvolvía entre sus amigos sin problema. Estuvo hablando con unos y con otros, distrayéndose así de sus propios pensamientos y del hecho de que Alba tendría que haber estado allí aquella noche. Intentaba olvidarse de que ni si quiera se había atrevido a decirle ella misma que no estaría ni en Madrid. Y había llegado a lograrlo durante un rato hasta que Sabela y África aparecieron por le local.

María e Ici, perspicaces como ellas solas y que, además, habían estado pendientes de la morena toda la noche, se dieron cuenta del cambio de actitud de Natalia en cuanto llegaron las amigas de Alba, por lo que se aliaron entre las dos y se dedicaron a animarla todo lo que podían. Le sacaban conversación, salían del reservado para hablar con más gente, bailaban en la pista e, incluso, María la surtía de chupitos cuando la rubia no era de servir a nadie nunca. Siempre decía que la barra estaba en el mismo sitio para todos y que no era la camarera. Pero aquella noche le dio igual.

Y Natalia se dejaba llevar. Cada vez que le proponían algo, cerraba los ojos y asentía, agarrándose a lo que fuese para sacar de su cabeza a la menuda rubia que no dejaba de volverla loca. Pero a medida que avanzaba la noche y las copas y los chupitos aumentaban, los esfuerzos de Natalia se quedaron en nada, pues el resultado fue que cada vez tenía más presente la ausencia de Alba. Intentaba entender, obviamente sin éxito, el silencio por parte de la rubia durante tantos días, la falta de explicaciones y la ignorancia que había recibido por su parte.

Se ofuscó de nuevo al pretender encontrar una solución que realmente no estaba en su mano, ya que tenía que ser Alba la que diese el paso y abriese de nuevo esa puerta que había cerrado a la morena en las narices. Frunció el ceño, dándose cuenta de lo mal que lo había estado pasando por no conocer la verdadera razón por la que Alba estaba actuando de la manera que lo estaba haciendo. Le prometió tiempo y espacio, sí, pero Natalia sabía que también tenía un límite de lo que se podía soportar y estaba empezando a rozarlo.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora