Capítulo 62 - Mi novia

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El mar en calma y el sol brillando a medio camino entre el cielo anaranjado y el horizonte.

La arena cubierta de flores, de sus girasoles, y sus melenas ondeando ligeramente al viento.

Su manos entrelazadas y ese halo sobre sus cabezas imperceptible para los demás, pero que ella veía con claridad, que mantenía también sus almas enlazadas.

Todo aquello fue lo primero que vio Natalia al abrir los ojos aquella mañana de sábado. No tenía ni idea de la hora que era, pero la luz ya entraba por las rendijas de la persiana prácticamente bajada y había escuchado ruidos en la cocina, así que muy temprano no debía ser. Apartó la vista del cuadro en la pared y giró el cuello para ver dormir a su rubia. Tenía el rostro relajado, el pelo alborotado y esparcido por la almohada. El rímel corrido y la carne de su boca rojiza le hicieron morderse el labio al recordar las caricias, los besos y los jadeos de la noche anterior. Se fijó en sus brazos, rodeándola por la cintura bajo las mantas, sintiendo su cuerpo completamente pegado al suyo, su piel desnuda rozando la suya. Y suspiró para deshacer el nudo que se le había formado en la boca del estómago con aquella imagen que en su vida creyó posible. Y siguió observando a Alba, completamente ajena a las emociones que aquel despertar estaban provocando en Natalia.

"Estoy despertando abrazada a mi novia, qué fuerte", pensó con una enorme sonrisa en los labios.

Sonrió aún más notando de repente su alborotado corazón haciendo una fiesta en su pecho. Ella nunca había tenido novia, ni novio, pues jamás se permitió dar a nadie lo suficiente de sí misma como para llegar hasta ese punto. Pero Alba había supuesto en su vida todo lo que no creyó real, haciendo que cambiase su forma de ver el mundo, su forma de ver y querer a las personas. Y había tenido la suerte de que también su rubia la quería a ella.

"Buah, ni en mis mejores sueños podía imaginar algo así".

Se removió algo inquieta, demasiado emocionada con todo lo que se le estaba acumulando dentro, con ganas de sacarlo fuera. Vio a Alba moverse y sintió cómo apretaba su agarre en su cintura. Se fijó de nuevo en su rostro y la vio arrugar la nariz mientras hacía ruiditos con la garganta. Se pegó más a ella y Alba escondió la cara en el hueco de su cuello, respirándole en la piel, poniéndosela de gallina. Dejó un beso en su cabeza mientras se llenaba de su aroma de mezcla de frutas y de noche sin dormir, estrechándola más con el brazo sobre el que la rubia descansaba, provocando un nuevo gimoteo de su novia.

"Ay, madre mía, mi novia..."

Sonreía como una boba cuando Alba, con los ojos aún entrecerrados, salió de su escondite y alzó la cabeza para mirarla. Le saludaba el dorado de sus ojos, fulgente, y la media sonrisa que se le formó en los labios. Llevó una mano a su mejilla, rozándola con sus dedos, y le colocó el pelo hacia atrás para retirárselo de la cara. Aún recién despierta y con el maquillaje corrido de la noche anterior era preciosa. Y era su novia.

-Buenos días, novia.

Alba estiró los labios sin poder controlarlos al escuchar a Natalia llamarla así. Vio en su gesto tal felicidad al pronunciar aquellas palabras que se le hinchó el pecho de emoción. Cuando la noche anterior le pidió que fuese su novia tenía claro que Natalia no la iba a rechazar y que, como estaba sucediendo, aprovecharía cada ocasión para recordar lo que eran. Ya lo hizo con el me vuelves loca y los te quiero. Era su intensa y así le encantaba.

-Buenos días, gatita - ronroneó.

-No se dice así, Albi - negó con un susurro - Se dice buenos días, novia. A ver, repite conmigo.

-Buenos días, novia - repitió Alba aguantándose la risa.

-Muy bien, así mejor - sonrió Natalia complacida.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora