Abrió los ojos sin que le hiciese falta que le sonase el despertador, pero no se extrañó. Se removió entre las sábanas de su cama y no las notaba contra el cuerpo, ni si quiera el colchón, y sintió como si estuviese flotando a un par de palmos sobre él, levitando y carente de gravedad en su cuerpo. Se le ensanchó la sonrisa en el rostro y cerró de nuevo los ojos, asimilando su buen humor un jueves por la mañana aún sin haber tomado café. Y sabía que aquel maravilloso despertar tenía un nombre:
Alba.
Y es que aún podía notar aquel hormigueo residual en sus labios de la cantidad de besos que se habían dado. Una vez que se habían vuelto a probar ya no supieron ni quisieron parar. Y se sintió mejor que nunca al darse cuenta que se recordaban a la perfección y que seguían encajando, incluso mejor que antes, mejor que nunca. O quizás es que Natalia estaba tan emocionada por todo lo que había pasado que lo percibía todo muchísimo más, elevado a su máximo exponente.
Pero lo que verdaderamente la tenía en esa nube de felicidad nada más despertar era el recuerdo de dos simples palabras que habían terminado por hacer que su corazón explotase de dicha. Y es que un te quiero de Alba le valía más que cualquier cosa en el mundo, pero todos los que le dijo a lo largo de la noche los atesoraría para siempre en su memoria, guardándolos en un cofre que pondría junto a su toalla en su playa de arena.
Toda la noche, a partir del primer te quiero, se había desarrollado para Natalia como una verdadera fantasía onírica donde no tenía muy claro si todo lo que le estaba pasando era real o formaba parte de uno de sus sueños. Pero Alba, presente en carne y hueso, se había encargado una y otra vez con el tacto de su piel de recordarle que aquello estaba pasando de verdad y que sí, que por fin se había atrevido a abrirle su corazón.
Repensó todos los detalles, desde que comenzó a cantarle aquella canción en susurros, sólo para ella, diciéndole que le entregaba todo lo que tenía para dar, que bajo el punto de vista de Natalia era mucho más de lo que jamás habría esperado. Invocó el momento en el que se acercó a ella, pudiendo notar Natalia de nuevo el aliento de la rubia sobre sus labios, erizándole la piel, para hacer que al instante le temblase el cuerpo entero con su primer te quiero. Y de nuevo esa sonrisa tonta.
Y desandó mentalmente todos los pasos que la llevaron la pasada noche a su propia casa, pues antes acompañó a Alba hasta su portal y, aunque tuvo que luchar con el monstruo hambriento que gritaba en su interior y que le pedía más y más, fue capaz de de mantenerlo sujeto un ratito más. Y volvió a recrear en su mente el momento en el que se despedía de ella, besándola de nuevo mientras le abrazaba el cuerpo, sintiéndola contra sí misma, escuchando sus suspiros. Se separó cuando necesitó tomar aire y la miró de frente, embobada otra vez por el brillo dorado de sus ojos.
-Ha sido la mejor cita de la historia mundial de las citas, Albi.
-Guau, eso es mucho - le sonrió.
-Lo es - asintió - Y mira que tampoco tengo mucho con lo que comparar, ya sabes, pero dudo que nada pueda superar esta noche.
-¿Absolutamente nada?
-No - negó segura.
-¿Y eso por qué? - se mordió la sonrisa.
-Porque mi chica girasol por fin se ha girado a mirarme - le susurró a centímetros de su boca, anhelando volver a besar esos labios, esperando la reacción de su rubia.
-Nat... - habló azorada escondiendo la cara en su pecho - No me digas esas cosas.
-¿Por qué no? Si ya lo sabes, Albi - hizo que saliese de su escondite - Y lo siento, pero me prometí a mí misma no volver a guardarme mis sentimientos jamás y creo que tú serás la que sufra las consecuencias.
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GATA NEGRA
FanfictionNatalia Lacunza siempre ha vivido al margen de cualquier responsabilidad que involucrase a cualquier persona que no fuese ella misma y tampoco da oportunidades a nadie para no tener que cargar con ciertos sentimientos en su vida. No sabe lo que es e...