Capítulo 38 - La llamada

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Picoteaba del plato de bravas frente a ella mientras escuchaba la conversación de sus amigos. No estaban dando voces, pero eran tantos que elevaban el tono sin apenas darse cuenta y el barullo dentro del bar era más que evidente. Pero ya estaban acostumbrados a ellos y nunca les echarían, pues la cuenta de su mesa solía ser bastante suculenta.

Ese sábado Natalia se había despertado más que animada y había aceptado la quedada con sus amigos para comer en su sitio de referencia, al que siempre iban porque era bastante amplio para que cogiesen todos, a pesar de ser en Malasaña. Pero el grupo se había hecho más grande y tenían que apretarse más de lo habitual para coger todos los que estaban alrededor de la mesa.

Alba se había sentado junto a ella y sus piernas se rozaban constantemente bajo la mesa, provocando que la morena no hubiese estado ni un minuto cien por cien relajada desde que había visto a la rubia entrar por la puerta con algunos de sus amigos. Como siempre, Natalia no se había enterado de que iría a la quedada ni tampoco sus amigos, pues había ignorado completamente el grupo de wathsapp y había dado su confirmación a través de María. Su aversión a las conversaciones múltiples por redes sociales seguía vigente y sabía que eso no iba a cambiar, por mucho que Alba estuviese en aquel grupo.

Se habían saludado con dos besos en las mejillas y un breve abrazo, nada que pudiese hacer sospechar a los demás que entre ellas había algo más, por lo que ambas se habían quedado con unas ganas locas de decirse hola como querían de verdad. Se habían parado la una frente a la otra mirándose a los ojos y María, advirtiendo aquel posible choque de trenes con explosión incluida, se había colgado de los hombros de Alba para saludarla, apartándola de la órbita de atracción de la morena por unos instantes. Pero después, avispada como ella sola, le había cedido su silla a Alba mientras ella iba a pedir más bebida y comida para los recién llegados, asegurándole que se sentaría en otro sitio sin problema. Así, las dos habían aprovechado el alboroto de los saludos y la reubicación de sitios para saludarse entre susurros y con leves caricias de sus manos bajo la mesa. La electricidad recorría sus dedos con cada toque, diciéndoles que era completamente insuficiente, pero les tendría que bastar si no querían que los demás se diesen cuenta que se morían de ganas de comerse la boca.

-A ver, escuchadme un momento, muchachada - interrumpió Julia las conversaciones llamando la atención de todos golpeando un tenedor contra su vaso de cola zero.

-Uy, ¿un discursito de los tuyos? - preguntó Noelia abriendo mucho los ojos.

-No, no tanto - negó aprovechando para dar un trago a su vaso mientras esperaba a que todos se callasen - Que ahora que estamos aquí todos... o casi todos, - se corrigió Julia echando un vistazo a todos en la mesa - pues que había algo que os quería comentar.

-¡Ay, que está embarazada! ¡Que hoy se ha pedido cocacola y eso no es normal! - soltó Noelia ganándose la mirada confusa de los demás.

-¡Qué dices! - gritó Carlos entre el susto y la negación.

-Que nooo... - respondió Julia mirándola - Calla y escucha.

-¿Algo bueno o malo? - preguntó Dave inclinándose sobre la mesa.

-Bueno, es bueno - asintió sonriendo - Vamos, al menos yo creo que sí.

-Venga, illa... suéltalo ya - pidió Marta intrigada.

-Uis, pero qué impaciencia - se burló Julia.

-¡Pero que llevas media hora y no has dicho na'! - alzó la voz la malagueña.

-¡Pero si es que no me dejáis, chiquilla! ¡Que no os calláis! - dijo gesticulando mucho con las manos - Ayúdame, Carlos.

-¡Uy, Carlos! - se emocionó Noelia de nuevo - Que va a ser que van a por el niño, ya verás tú.

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