Llevaba todo el día tirada en una hamaca en el borde de la piscina, intentando que se le pasase la tremenda resaca que martilleaba su cabeza. El cuarto mojito de la noche no debió habérselo bebido, y mucho menos la ronda de chupitos de vodka que a Natalia se le ocurrió pedir después de unas cuantas horas de baile. Tenía lagunas e intentaba recapitular, pero aún así sabía que había sido una noche fantástica. Bailó como una loca, tal y como le gustaba hacer, bebió y rió. Natalia sabía muy bien cómo hacer que alguien lo pasase bien de fiesta y Alba no pudo hacer otra cosa más que dejarse llevar por su energía y alegría. Le encantaba verla así. Era tan diferente a como cuando la conoció, que realmente le parecía otra persona totalmente diferente; pero sabía que realmente lo que estaba pasando es que la estaba conociendo de verdad.
Levantó la vista tras sus grandes gafas de sol y la vio salir por la puerta de la cocina cargando con una bandeja en las manos. Llevaba puesto el bikini y unos pantalones cortos vaqueros; y tan sólo con eso parecía una diosa de la pasarela. Ella, sin embargo, se había visto por la mañana en el espejo y parecía que habían estado saltando cuatro monos en su cara durante la noche.
-¿Cómo sigues, rubia? – preguntó Natalia dejando la bandeja en una mesita entre las dos hamacas.
-Nat... me quiero morir – dijo con la voz rasposa.
-Anda ya, exagerada – rió – Mira, te he preparado un sándwich vegetal, a ver cómo te sienta. ¿Quieres algo de beber o sólo agua?
-Agua está bien – dijo asintiendo mientras sonreía – Gracias Nat.
-No es nada – dijo sentándose en la otra hamaca – Yo también me he preparado uno, me moría de hambre...
Alba se incorporó para quedar sentada y lo primero que hizo fue llenar el vaso de agua helada y bebérselo de un trago. Tenía la sensación de que se estaba formando un desierto en su garganta.
-Rubia... respira – dijo Natalia riendo por la nariz.
-Me moría de sed – dijo rellenando de nuevo el vaso para dejarlo a un lado - ¿Tú quieres?
-Sí, porfa.
Alba llenó el vaso de Natalia para después coger el sándwich que la morena le había preparado. Dio un bocado y, sin ser nada del otro mundo, le supo a la mismísima gloria. Sintió cómo una sensación agradable se extendía por su mandíbula y el buen sabor que paladeó su lengua le hizo soltar un gemido involuntario mientras cerraba los ojos.
-Ummm... Nat, que rico – dijo con la boca llena.
Natalia la miró embobada, deleitándose en el sonido de aquel leve gemido que se escapó de su garganta. Mordió su propio bocadillo intentando no enredarse más de la cuenta entre los pensamientos que aquello le había provocado y, como siempre, para intentar destensar su cuerpo, intentó poner nerviosa a la rubia.
-Bah, no es para tanto – dijo todo lo tranquila que pudo – Y rubia, ¿acabas de gemir?
Alba abrió los ojos de inmediato y dio gracias de llevar las gafas de sol puestas y que no pudiese ver sus ojos. Pero el fallo estaba en sus mejillas... esas no las podía tapar y notaba cómo ya estaban del color del tomate. La sonrisa socarrona que Natalia le estaba dedicando hizo que desviase la mirada y tragase duro aquel bocado que había dado al sándwich. Bebió un sorbo de agua e intentó no ahogarse en el proceso. Abrió la boca para decir algo, pero no supo qué y se quedó boqueando como un pez. Ante aquello Natalia no aguantó más y estalló en una sonora carcajada.
-Madre mía, Albi... qué fácil es – dijo riendo.
-¿Fácil? ¿Qué dices? – preguntó sin entenderla.
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GATA NEGRA
FanfictionNatalia Lacunza siempre ha vivido al margen de cualquier responsabilidad que involucrase a cualquier persona que no fuese ella misma y tampoco da oportunidades a nadie para no tener que cargar con ciertos sentimientos en su vida. No sabe lo que es e...