Capítulo 31 - Mi hogar

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El calor de las sábanas le pedía que se quedase en la cama, que no abriese los ojos y disfrutase de un tardío despertar de domingo. La poca luz que entraba por la ventana no le molestaba para poder seguir durmiendo, realmente. Era su cabeza la que no le dejaba.

Lo ocurrido con Natalia la noche anterior la tuvo en un estado de incredulidad y excitación a partes iguales desde que salieron de aquel despacho. Estaba claro que las dos se morían de ganas por hacer lo que hicieron, pero después de haberlo consultado con la almohada se preguntaba si había sido la mejor idea. Se dejaron llevar y no fueron conscientes, al menos ella, de todo lo que aquel encuentro había significado.

Alba vio a Natalia tan segura que no supo ni quiso pararla. Es cierto que más de una vez pudo ver cierta duda en sus ojos o en sus manos temblorosas, pero se le olvidaba cuando la sujetaba con fuerza y la miraba con esa intensidad que la desarmaba por completo.

Cuando salieron de aquel despacho notaba cómo aún le temblaban las piernas. Miraba a Natalia y veía su semblante relajado, pero cuando sus ojos conectaban se abría el cielo sobre ellas para iluminarlas de nuevo.

Sonreía, y ella se moría de lo bonita que era.

La veía sonrojarse y no podía evitar reír, ganándose las miradas confusas de todo aquel con quien hablase. "Gatita, ¿cómo te vas a poner colorada ahora?", pensaba mientras la admiraba en la distancia. Cuando la sala de exposiciones se fue vaciando y fueron quedando los más allegados, amigos y familia, se atrevieron a acercarse de nuevo, a hablarse y mirarse. Alba no podía parar de analizar cada gesto de la morena, cada detalle que se daba cuenta que se le habían estado escapando. Cómo se mordía el labio cada vez que la pillaba con sus ojos encima de ella, la manía de bajar la mirada y ponerse el pelo tras la oreja, su sonrisa sin dientes... Detalles que se daba cuenta que le volvían loca.

En una de esas situaciones fue cuando Miki se le acercó.

-Nos vamos a resbalar con tantas babas, Reche - le dijo al oído provocando que se girase a mirarle.

-¿Qué? - preguntó algo aturdida.

-Pues que la vas a desgastar. Y ella a ti. No paráis de miraros y a veces resulta hasta incómodo.

-¿Pero qué dices? - frunció el ceño, pero sabiendo que todo lo que decía era verdad.

-Está en el ambiente... lo noto - dijo mirando a su alrededor y levantando las manos, dramatizando el momento.

-Eres idiota, Miguel - dijo riendo.

-No, Miguel no... que sabes que tengo razón.

-Joder... la tienes, sí - claudicó y reconoció que no podía dejar de mirarla - Pero es que... no sé, no puedo...

-¿Dejar de comértela con los ojos? - preguntó Miki acercándose un poco más - A ver, lo entiendo, es guapísima... pero creo que me estoy perdiendo algún capítulo de la historia.

-Miki... - le miró intentando hacerle entender que quería que dejase el tema.

-¿Qué ha pasado? ¿Algo malo? - preguntó ya algo más serio ante el gesto de Alba.

-No, no... que va - dijo agachando la cabeza y con una leve sonrisa en los labios que no pudo evitar.

-Vale... entonces algo muy bueno - asintió Miki cruzándose de brazos.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora