CAPÍTULO 6 - Los ojos no mienten

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La semana le estaba resultando realmente agotadora y untar la mantequilla en aquella tostada le estaba pareciendo un mundo. Eran las ocho de la mañana de un día de agosto en el que el calor ya le parecía asfixiante y su café con hielo no se podía hacer esperar mucho. Las pocas horas de sueño que estaba teniendo últimamente junto con el calor la tenían por los suelos. Y aquella tostada era testigo. Mantener los ojos abiertos le estaba pareciendo el trabajo más difícil de su vida cuando escuchó su teléfono vibrar sobre la encimera. Sin mirar quién llamaba, descolgó y se lo colocó en la oreja.

-¿Si? – dijo con voz ronca.

-Hola Nat, ¿estabas despierta, no? – preguntó Marta al otro lado del teléfono.

-Sí – no era capaz de hablar mucho más.

-Bien, pues abre la puerta que estoy abajo. No quería tocar el timbre por si molestaba.

-¿Y mi móvil era mejor idea? – preguntó irónica.

-Calla y abre, porfa.

Natalia colgó y se fue a abrir la puerta. Mientras su amiga subía se sentó en la mesa de la cocina y se dispuso a comerse su desayuno para comenzar a actuar como una persona normal. Las mañanas no eran lo suyo.

-Buenos día Natalia – dijo Marta entrando en la cocina.

-¿Qué haces aquí? – preguntó curiosa.

-He venido a desayunar con vosotras. Traigo churros – dijo levantando una bolsa grasienta y dejándola sobre la mesa – Pero veo que te me has adelantado.

-¿Habíamos quedado? – preguntó Natalia confusa creyendo que se le escapaba algo.

-No, ha sido iniciativa mía – dijo sonriendo mientras se preparaba un café - ¿No está María?

-Pues no lo sé, supongo que seguirá durmiendo. Yo me acabo de levantar – contestó bebiendo de nuevo de su café.

-Ya, si se te nota – dijo sentándose frente a ella y cogiendo un churro de la bolsa.

-¿Y a qué se debe esto? – pregunto refiriéndose a su visita.

-Me apetecía. Estoy de vacaciones, pero tengo la hora de levantarme para ir clase cogida y no hay manera de que duerma más. Y me acordé que a la Mari le gustan mucho los churritos madrileños.

-¿Y me llamas a mí? – preguntó anonadada.

-Sabía que tú estarías despierta. ¿Vas a trabajar, no?

-Sí, si no tú estarías muerta ahora mismo – rió dando un bocado a su tostada.

-Gracias cariño, yo también te quiero.

Comieron durante un rato en silencio y Natalia lo agradeció. Aún estaba en proceso de despertar todas sus neuronas y una charla con Marta podría requerir un gran consumo de energía, y más a aquella hora de la mañana.

-¿Y cómo te va en el curro?

-Pues va – contestó Natalia encogiéndose de hombros – Como siempre.

-¿Tu jefe sigue siendo un gilipollas?

-Cada día más, amiga.

-¿Y por qué no te largas?

-María me dice lo mismo, pero es que en realidad me gusta lo que hago allí.

-Pero puedes hacer lo mismo en otro lado, Natalia. Eres buena, puedes hacer lo que quieras – dijo con un gesto de su mano para enfatizar sus palabras.

-Lo sé... pero estando allí puedo pararle un poco los pies a ese cavernícola – dijo recordando las escenitas que había tenido que aguantar esa misma semana mientras ella intentaba trabajar. Aquella situación también le agotaba y era parte culpable de su estado de apatía.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora