Natalia se había pasado la cena de Nochebuena relatando a su familia los detalles sobre su exposición e intentando bajarle un poco la intensidad a la emoción de su tía Andrea, pues le contaba al resto de la familia cada apreciación con una exaltación desmesurada. Decía que era porque estaba muy orgullosa de ella, pero Natalia no podía evitar cohibirse ante tanto entusiasmo por algo que hacía sin más pretensión que la de plasmar la belleza de lo que la rodeaba en pequeñas imágenes en blanco y negro o a color.
Se hartó de comer y beber y, tras los postres, cantó y bailó con sus hermanos y sus primos mientras que sus tíos hacían de jurado para ver qué equipo se llevaba el premio de Nochebuena. Desde que era pequeña ella y sus primos lo habían cogido como tradición y, a pesar de ser ya una mujer hecha y derecha, cada año se desgañitaba y lo daba todo con los pasos que se les ocurrían a los demás. Se lo pasaba bien y le servía para desconectar un poco de todo; y últimamente le hacía bastante falta.
Era cierto que sentía que había estado viviendo uno de lo momentos más felices de los que recordaba en toda su vida, pero inevitablemente aquello también había terminado por torcerse. El peso que notaba en el pecho desde el momento vivido en aquel baño era indescriptible. Inconmensurable. Era como si un agujero negro le hubiese nacido del estómago y estuviese engullendo cada buen momento que había vivido con la rubia en aquellos últimos meses, emborronándolo todo sin remedio.
Pero es que pudo verlo en su miel dorada a la perfección. El miedo a abrirse a ella, a mostrarle sus sentimientos, a contarle el porqué sus ojos habían derramado aquellas lágrimas al decirle que estaba enamorada de ella. Podrían haber sido de felicidad, pero sus orbes acuosos y asustados le dijeron todo lo contrario. Tenía claro que soltarle a bocajarro lo que sentía, así, sin más, no había sido la mejor de las ideas. Y se sentía tremendamente culpable.
Y se marchó de allí, de aquel baño, de aquel abismo que se había creado entre las dos con aquella confesión, dándole la oportunidad de que la frenase en su huida, que le pidiese que se quedase con ella y le explicase lo que le sucedía por dentro. Pero eso no pasó. Por ello Natalia tan sólo le quiso asegurar que estaría ahí para cuando ella quisiera volver. Para cuando pudiese.
Le pidió además que la echase de menos, buscando así que no se olvidase de ella, pues la morena no podría hacerlo jamás. Desconocía realmente los motivos por lo que Alba había estado en aquel cuarto de baño a kilómetros de ella, presente en cuerpo, pero no el alma; y tenía claro que quería conocerlos. Pero le daría su tiempo, el que necesitase para poner en orden lo que fuese que le pasaba por dentro. Lo que sí tenía claro es que se debían una conversación.
Es más, desde el sábado, Natalia había pasado horas mirando la pantalla del teléfono intentando decidir si enviarle algún mensaje para saber cómo estaba o si llamarla directamente. Pero luego recordaba que se había prometido a sí misma no agobiarla, manteniendo la distancia necesaria para que la rubia procesase lo que tenía que procesar, aunque le costase horrores el aguantar no escuchar su voz. Además, el estar a kilómetros de distancia no ayudaba en el asunto, por lo que Natalia se había resignado a aceptar aquel distanciamiento que ella misma se había auto impuesto.
Y aunque la morena se estaba haciendo la fuerte, realmente necesitaba que Alba le dijese algo, aunque fuese una respuesta tonta para dejarla tranquila, pues la nula respuesta a su declaración del sábado en aquel baño de la discoteca la dejó en un limbo de incertidumbre que no hacía más que subirle y bajarle del estómago a la garganta, deseando salir a gritos.
Como esos silencios a gritos de la rubia que Natalia no había sabido, durante tanto tiempo, interpretar.
Y en realidad no quería precipitarse, como siempre le decía Mamen, y pensar por su cuenta antes de aclarar el tema con Alba. Pero le estaba resultando harto difícil no pillar un tren y plantarse en Elche para hablar con ella y sacarse de dentro las dudas que aplastaban su corazón. No sólo sentía la distancia física, si no que la notaba a años luz de manera emocional.
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GATA NEGRA
Fiksi PenggemarNatalia Lacunza siempre ha vivido al margen de cualquier responsabilidad que involucrase a cualquier persona que no fuese ella misma y tampoco da oportunidades a nadie para no tener que cargar con ciertos sentimientos en su vida. No sabe lo que es e...