Capítulo 34 - La noche eterna

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Llevaba una hora de reloj encerrada en su cuarto y parada frente al armario, intentando elegir qué ponerse para su primera cita con Natalia. Sabía que no le hacía falta ir despampanante o llamativa para tener los ojos de la morena toda la noche sobre ella, pero quería impresionarla. Incluso se había puesto un conjunto de encaje burdeos que tenía guardado en el cajón de la ropa interior... sólo por si acaso.

Había estado todo el día algo intranquila, pero se había relajado bastante pintando esa isla que se había imaginado en su mente la noche anterior mientras escuchaba a Natalia cantando aquel tema de Dorian. Se había visto a sí misma bailando y cantando junto a la morena por las calles, iluminadas tan sólo por la luna, y llegando a la playa de su isla, sintiendo el frescor de la arena en sus pies descalzos. Había estado usando los colores oscuros y fríos de la noche, pero aún así eran tan vivos e intensos que reflejaban la emoción que Alba había estado buscando. Además, aquella imagen que se había creado en su mente tenía algo de realidad, pues el lienzo le hacía recordar aquella tarde en el mirador de Binibeca donde vieron el sol ponerse la una al lado de la otra, en paz. Es cierto que en el cuadro les pillaba el amanecer y no el atardecer, pero la sensación era la misma para Alba. Y en ambos estaba Natalia.

Mientras pintaba había estado intentando ordenar un poco todas las ideas que volaban en su interior. Después de la pequeña charla de la noche anterior con Miki no había podido dejar de darle vueltas a lo que le había dicho. Ella se había sentido atraída por Natalia desde el principio, eso lo tenía muy claro. Lo que le costaba aceptar es que aquella atracción se hubiese convertido en algo más tan rápido, pero se sentía tan bien estando con ella que cuando estaba a su lado se le olvidaban sus dudas y actuaba con total naturalidad, sintiéndose después como una verdadera pava... colgadísima de ella. Alba no solía comportarse así con nadie por quien se sintiese atraído tan rápido, por eso se extrañaba tanto.

Había química y atracción por las dos partes, eso era más que evidente; pero Miki había visto en las miradas entre ellas mucho más que eso. Y Alba sabía que era cierto, pues el vuelco que le daba el estómago cada vez que la veía o le sonreía no era sólo por que quisiese arrastrarla a cualquier lugar y comérsela entera. No. Ese era otro tipo de vuelco.

Ella ya había sentido algo así cuando había estado enamorada de innombrable, pero ahora lo sentía mucho más agradable e intenso. Y por eso estaba muerta de miedo. Abrirse de nuevo a alguien y darle la posibilidad de hacerle daño era algo que se había prometido no permitirse nunca más, pero con Natalia le estaba costando la vida. Y mucho más desde el día que le dijo que se había alejado de ella para que sus problemas no le salpicasen y así evitar herirla.

"¿Cómo alguien que hace eso podría llegar a hacer daño?", se preguntó Alba viendo lo paradójico de la situación.

Tenía muy presente que Natalia había estado pasándolo mal por ese motivo y no había vuelto a sacarle aquel tema, pero aún le intrigaba el hecho de que se hubiese decidido a buscar ayuda desde que ella había llegado a su vida. Recordaba sus palabras, intentando descifrar si de verdad había querido decir lo que Alba había intuido con aquel "ya sabes que siempre había tenido una idea errónea de lo que es querer a alguien, así que me daba mucho miedo que eso me pasase contigo".

"¿Me estaba diciendo de verdad que me quiere? Pero... ¿cómo puede ser? Ella me dijo que no sabía cómo era querer...", pensó sin dejar de darle vueltas a la posibilidad de que realmente le hubiese dicho con aquello, sin querer, que la quería.

Sacó lo primero que pilló del armario y se vistió sin pensarlo mucho más. Salió al baño y comenzó a peinarse y maquillarse un poco, para nada convencida de lo que llevaba puesto, pero no iba a complicarse más. Iba de un lado para otro, taconeando por toda la casa con sus botines rojos, sin darse cuenta del ruido que estaba haciendo hasta que vio a Sabela salir de su cuarto.

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