Capítulo 40 - Ser actitud

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Abrió los ojos sintiendo ligeras punzadas en la cabeza, maldiciendo la cantidad de vino que bebió la noche anterior, y los cerró al instante al notar la claridad en el cuarto. Giró el rostro sobre la almohada hacia el lado contrario y parpadeó de nuevo, encontrándose de frente con el gesto calmado de Natalia mientras dormía abrazada a ella. La tenía apresada con brazos y piernas, con la mano descansando sobre su abdomen bajo la camiseta, notando el calor de su piel. Sonrió de forma involuntaria mientras se dedicaba a repasar su cara al detalle, fijándose en sus pestañas oscuras y espesas, la delicada forma de su nariz decorada con aquel aro plateado que tanto le gustaba, o sus labios llenos y resecos entreabiertos con aquel pequeño lunar dibujado bajo ellos. Su respiración era tranquila y acompasada y podía notar cómo su pecho subía y bajaba contra su propio brazo, relajándola a ella, haciéndola sentir en paz.

Mientras la observaba no podía dejar de pensar en la suerte que había tenido de cruzarse con alguien como Natalia en su vida. Era una chica enérgica, divertida, cariñosa cuando la ocasión lo requería, al igual que carnal y atrevida. Era atractiva y guapísima y la cuidaba como nunca nadie lo había hecho. La morena siempre le decía que ella la había ayudado mucho a superar ciertas cosas, a tomar impulso para ello, pero Alba pensaba que era toda una guerrera que había luchado ella solita contra sus gigantes. La veía como una de las personas más valientes que había conocido y la admiraba por ello. Incluso la envidiaba, en el mejor sentido de la palabra, pues había tenido el coraje para enfrentarse a todo aquello que le impedía ser todo lo feliz que quería, y Alba sentía que ella se estaba quedando pequeña a su lado.

Le faltaban agallas para admitirle que estaba cagada de miedo. Miedo por sentir todo lo que estaba sintiendo. Ya se había reconocido a sí misma que la quería y que se había convertido en una de las personas más importantes de su vida; si no la que más. Pero no era capaz de ir más allá. No sabía qué hacer con la cantidad de emociones que se le acumulaban en el pecho y eso la dejaba sin energías para buscar una solución.

Había llegado a pensar en enfrentar al innombrable y decirle todo lo que se le quedó guardado en su interior cuando descubrió su engaño, pero le temblaban las piernas de tan sólo pensarlo. Si volver a saber de él y que preguntaba por ella le había provocado un ataque de ansiedad, no quería descubrir lo que sucedería si se lo encontrase frente a frente.

Miró al techo y arrugó el ceño con la dirección que de nuevo estaban tomando sus razonamientos. Últimamente, siempre que pensaba en Natalia y en la relación que mantenían, siempre que intentaba aclarar sus dudas y quedarse con todo lo bueno que le estaba dando la morena, terminaba regresando al dolor y la agonía de tener tan presente a Javi y la historia de los dos. Y no lo soportaba.

Natalia despertó entonces con los bufidos que la rubia estaba haciendo sin darse cuenta, moviéndose inquieta. Arrugó un poco los ojos ante el primer fogonazo de luz, pero enseguida se adaptó a la claridad y observó el perfil de Alba sobre la almohada, dándose cuenta de su gesto contraído. Movió su mano despacio sobre su tripa para que supiese que ya estaba despierta, ante lo que Alba giró el rostro y pudo ver sus brillantes orbes cargados de preocupación. Se dio cuenta cómo enseguida esbozó una leve sonrisa y achinó un poco los ojos con el gesto, pero su mirada seguía diciéndole otra cosa.

-Hola - susurró apretando aún más su agarre de piernas y brazos sobre el cuerpo de la rubia.

-Buenos días, gatita - dijo en voz baja.

-¿Estás bien? - se atrevió a preguntar.

-Sí - asintió cambiando de posición para ponerse de lado sobre el colchón y mirar de frente a Natalia.

-¿Seguro? Te noto los ojos tristes - señaló Natalia viendo cómo Alba intentaba ocultar la sorpresa por que se hubiese dado cuenta.

-Sí, Nat, estoy bien. De verdad - aseguró abrazándose a su cintura y enredándose con sus piernas - Sólo es un poco de dolor de cabeza.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora