Capítulo 47 - Los abrazos que no nos dimos

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Albi: Hola Nat.
¿Cómo estás?
Bueno, antes de nada quiero pedirte perdón. He hecho las cosas fatal y no te lo mereces. En cuanto vuelva a Madrid te daré todas las explicaciones que me pidas.
Sólo quiero que sepas que sigo aquí y que espero que tú sigas ahí...
Volveré pronto, te lo prometo.


-¡Joder!¡Joder!

Se incorporó en la cama quedando sentada y notando un leve mareo por el rápido movimiento. Se restregó los ojos con una mano y después se la llevó al pecho, cerciorándose de que estaba despierta y que lo que le estaba pasando era completamente real. Se llegó incluso a pellizcar en una pierna, notando el dolor y frunciendo el ceño por el extraño y feliz despertar que estaba teniendo aquella mañana del tres de enero.

Comenzó a notar cómo le bombeaba el corazón con fuerza, repiqueteando en sus oídos, y el hormigueo que recorría su piel ante las expectativas que brotaban con fuerza desde su interior.

-¡Ay, la hostia puta! - dijo mirando la pantalla del móvil de nuevo con los ojos como platos - ¿Qué hago, joder, qué hago?

Apartó las mantas y el edredón, muerta de calor por el subidón que le estaba dando, y se quedó sentada al borde de la cama con los pies descalzos en el suelo, notando el fresquito de las baldosas. Miraba una y otra vez el mensaje en el teléfono y lo releía sin parar, intentando ordenar las palabras y comprenderlas a la perfección para poder contestar sin que se le notase la ansiedad que le producía el haber recibido, al fin, señales de vida de Alba.

Se puso de pie y salió lo más deprisa que pudo de la habitación y con una clara dirección. Abrió la puerta del cuarto de María y avanzó hasta su cama en completa oscuridad, sentándose en el borde y zarandeándola sin miramientos para que despertase.

-¡Mari!¡Mari, tía, despierta! - insistió Natalia - ¡Joder, Mari, va, que es importante!

-Mmmm - se retorció la rubia entre las sábanas con unos ruidos que Natalia ignoró deliberadamente.

-María, por favor, despierta - dijo estirando el brazo y encendiendo la lámpara de la mesilla para que su amiga despertase de una vez.

-Joooder, Natalia... - dijo María con la voz pastosa girándose a mirarla con los ojos arrugados - ¿Se está quemando algo?

-No. He recibido un mensaje.

-¿Qué? - frunció aún más el ceño - ¡Vamos, no me jodas! Qué hija de puta, chaval... - dijo tumbándose de nuevo y escondiendo la cabeza bajo el edredón.

-Que no Mari, que es importante. Que no sé que hacer - la zarandeó de nuevo mientras se mordía el labio con nerviosismo.

-¡Joder! - se giró de nuevo mirándola con fuego en los ojos - ¿Qué puta hora es para que me despiertes así?

-No lo sé - negó buscando un reloj, pues ni se había parado a fijarse en la hora que era - Las siete.

-Me cago en tu estampa, Natalia. Que hoy no tenía que ir al estudio hasta las once. ¿Por qué no le vas a dar el coñazo a Ici?

-María, por favor, que he recibido un mensaje de Alba - soltó al fin desbloqueando el teléfono y poniéndoselo delante.

-¿Qué? - miró la pantalla tras frotarse los ojos - Joder, haber empezado por ahí, morena.

-Intentaba decírtelo, pero no dejabas de insultarme, payasa.

-A ver - cogió María el móvil y releyó el mensaje un par de veces, comprendiendo como podía, recién despierta como estaba, el contenido de aquellas palabras.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora