Capítulo 44 - Te acepto el baile

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La contestación a su felicitación de navidad aquel veinticinco de diciembre hizo que se pusiese más contenta que ocho contentas. Sólo con ver el nombre de Alba en la pantalla dio un salto de la silla, bajo la confusa mirada de su tía y sus hermanos con quienes estaba comiendo en aquellos momentos, y se fue corriendo a encerrarse en el cuarto de baño. Realmente había sido la primera puerta que pilló, así que una vez dentro se sentó sobre la tapa del váter y, tras un par de respiraciones profundas, desbloqueó el teléfono y abrió el mensaje.

Notó cómo le temblaron las manos al ver aquellas únicas tres palabras en la pantalla. Sólo tres palabras que le removieron todo por dentro. Tanto bueno como malo.

Sintió la felicidad recorrer las venas de su cuerpo porque la rubia no hubiese ignorado su felicitación, pero a la vez el golpe de realidad le abofeteó en toda la cara. Era un mensaje cordial, impersonal y vacío. Una frase que le puedes decir a la panadera cuando bajas a comprar el pan un veintiséis de diciembre. La llamaba Nat, sí... pero no le parecía suficiente.

Frunció el ceño de manera involuntaria y cesó su típico meneo con la pierna, observando sin pestañear la pantalla del teléfono, intentando asumir que la chica con la que hacía menos de una semana se comían a besos se encontraba en otro universo diferente al suyo. O al menos esa era la sensación que Natalia tenía.

Bufó, bloqueando el teléfono y volviendo a encenderlo un par de veces más, asimilando aún la fría contestación de Alba. Con aquellas palabras ni si quiera podía saber si la estaba echando de menos o si la única que se estaba muriendo de ganas por salir corriendo a abrazarla era ella. La adrenalina que sintió al ver su nombre en la pantalla se le bajó de golpe, recibiendo gustosa aquel tortazo de verdad; tomando consciencia, una vez más, de que la distancia que se había creado entre ellas era más grande de lo que se imaginaba. Pero Natalia, por mucho que lo intentase, no lograba sacársela de dentro. No tan pronto.

Se levantó y se miró al espejo antes de salir del baño, preguntándose a sí misma cómo es que había llegado hasta aquel punto. Durante todo aquel tiempo no se había dado ni cuenta de que algo estaba pasando, hasta que le estalló en la cara al ver las dudas y el temor en los ojos pardos de la rubia. Ella, con su inocencia de quien experimenta aquel tipo de sentimientos por primera vez, no supo interpretar las reacciones de Alba cuando le daba por mostrárselos. Racionalizando la situación se daba cuenta de lo esquiva que había sido la rubia en ocasiones, engatusándola con besos y caricias para no tener que contestar o profundizar en unas emociones para las que, evidentemente, no estaba preparada.

Natalia salió del baño sintiéndose la persona más boba del planeta, emocionándose por un simple mensaje de tres palabras que, realmente, no le decía nada. Se maldijo a sí misma por haberse permitido flaquear con aquello, saltándose sus propias normas, ignorando la decisión de mantener distancia con la rubia. Se sentó de nuevo a la mesa con su familia y cogió la cuchara observando el cuenco de natillas que le habían puesto mientras se había ausentado. Levantó la vista y se dio cuenta cómo los tres la miraban con curiosidad.

-Perdón - dijo avergonzándose de repente por su reacción.

-¿Todo bien, laztana? - preguntó su tía Andrea acariciándole el brazo con los dedos.

-Sí - asintió mirándola - Sólo una cosa del trabajo.

-¿Segura, Nata? - preguntó Santi con el ceño fruncido - Has salido corriendo como si se estuviese quemando algo.

-Sí, de verdad - sonrió para intentar tranquilizar a su familia - Es que esta gente no sabe hacer nada sin mí. Y la becaria me echa de menos.

-¿Tienes becaria? - preguntó Elena esta vez - Ella, la importante.

GATA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora