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Una joven de cabellos castaños se mantenía dormida en su cuarto.
Sudor frío corría por su frente ante la pesadilla que estaba sufriendo...
¿A caso se estaba agitando un bote de tinta negra, situado encima de su escritorio?

Mientras, en lo más oscuro de su mente, se producía una extraña visión de su persona ahogándose en las oscuras profundidades de un océano de aguas negruzcas.

"¿Qué se supone que tengo que hacer?"

Pensó, viendo la luz de la superficie alejándose poco a poco.

"¿Morir o despertar?"

Preguntó en su cabeza. ¿Cómo es que había llegado a la conclusión de que estaba soñando? Fácil. Había aparecido allí, de repente. A pesar de lo que sus ojos podían ver, lo cierto es que, ni sus oídos los sentía taponados ni presas de una presión, ni su piel notaba una gelidez o humedad características de cuando alguien bucea en el mar, o en una piscina.

Fue entonces, cuando un sonido agudo, estruendoso y familiar para ella le obligó a abrir los ojos, de color chocolate originalmente, pero que, por alguna razón, se iluminó con los colores del arcoíris.

- ¡CLASES!

Exclamó de pronto, en un grito ahogado, antes de volver a tirarse hacia atrás, de golpe, su nuca contra la mullida y cálida almohada.

El ruido que causó algo de cristal rompiéndose fue suficiente como para espabilarle de nuevo, esta vez, con una sensación de agobio que hizo que su pecho pesara de una forma poco normal.

Se incorporó de su cama, retirando en el proceso, las sábanas que tapaban su cuerpo. A continuación, se dirigió con cuidado hacia el origen del sonido del cristal rompiéndose, descubriendo, por desgracia, el origen de este.

- Mierda, otra vez, no...

Maldijo por lo bajo. Podía ver tinta negra salpicar el suelo desde el escritorio donde se encontraban los fragmentos del bote que la contenía antes.

Arrugó su nariz, con una expresión de desagrado ante lo que estaba viendo y oliendo: un charco de pintura al óleo roja, que la noche anterior había guardado en un frasco de vidrio.

- Qué asco.

Se quejó, procediendo a tocar aquel líquido con la mano. Esta lo movió ligeramente, cuando, de pronto, una especie de aguja de tinta salió del charco negro, a lo que, la chica, retrocedió un poco.

- Está bien, está bien... Tú ganas...

Suspiró.Cualquiera diría que aquello era increíble, pero ella, simplemente estaba acostumbrada.

Cogió un trapo que se encontraba encima de su escritorio, y limpió la tinta que había caído al suelo y manchado una parte del escritorio. Aprovechó, también, para recoger los cristales.
Una vez, ya habiendo limpiado el desastre, tiró el trapo sucio y con los cristales a una papelera, debajo del escritorio.

- Arreglado.

Mencionó orgullosa de haber arreglado aquel desastre.
Bostezó. La luz de su despertador digital se encendió, mostrando que ya eran las siete de la mañana.

○~Sobrenatural~○Donde viven las historias. Descúbrelo ahora