Capítulo VI

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Katherine no podía dejar de pensar en su amo. Su corazón latía a mil por hora nada más recordar su cara angelical y amable que le mostró hacía una semana. Cuando fue a abrir la puerta del despacho su amo, no podía dejar de pensar en cómo personalmente el cuidó de su recuperación... Estaba tan nerviosa, intentó calmarse, con la mano cerrada en su pecho. Cogió aire para espabilarse, entonces picó la puerta dos veces.

—¿Quién es?

—Soy Katherine Jackson, amo Nathan —respondió ella firmemente.

—Adelante, está abierto.

La chica abrió la puerta, y vio al amo sentado en su sitio ante el escritorio lleno de documentos de trabajo. Al verla dejo de trabajar para mirarla a los ojos con la barbilla apoyada entre los dedos cruzados entre sí y los codos sobre la mesa.

Kath sintió un palpito, pero no se dejó llevar, educadamente cerró la puerta y camino hasta estar ante el escritorio con la mirada baja.

—¿Me mandó a llamar, señor?

—Así es, Kath —afirmó él acomodándose en su asiento—. Quería saber si ya estabas mejor del susto del otro día.

—¿Eh? Ah... Sí, estoy bien señor —aseguró ella sorprendida pero agradecida por su atención—. Siento haberle preocupado por eso. Y también lamento que reaccionara de esa manera. No es adecuado para una sirvienta.

—Veo que te tomas muy en serio tu papel de sirvienta de un noble —observó el moreno con curiosidad—. Es una faceta que me gusta de ti, Katherine Jackson.

La chica no pudo evitar ruborizarse por esa confesión tan natural y clara. Los ojos fieros del joven amo la miraban fijamente. No quería que la viera tímida y emocionada por sus palabras, asique desvió la cabeza a un lado.

—A... Agradezco sus palabras, señor —dijo ella en susurro—. Pero solo hago lo que una sirvienta de su casa debe ser.

—Estas ruborizada, Kath —señaló él, ignorando las palabras de ahora. La chica se puso tensa—. ¿Te pasa algo conmigo?

—¡¿Eh?!

Cuando Kath alzó la cabeza sorprendida, vio que el joven amo estaba ante ella, de pie y mirándola a los ojos fijamente sin pestañear. La chica quedó muda mientras lo miraba con la cabeza alzada, ya que él era un poco más alto que ella.

Tenerlo así de cerca hizo que su corazón volviera a latir con mucha fuerza sin poder contenerlo. Y para su sorpresa, Nathan puso una mano suya en el pecho de la chica, justo en el corazón. Kath tiritó al contacto, pero no se atrevió a apartar esa mano.

—Tu corazón late con fuerza, Kath —dijo él en susurro, seductor—. ¿Cómo es eso?, ¿Por qué estás tan nerviosa?

—Amo Nathan, yo... es que yo... —decía ella sin saber que decirle en su defensa, ruborizada y vulnerable—. Disculpe, será mejor que...

—¿Por qué huyes? —preguntó Nathan, sujetándola por detrás de la cintura y acercándolo a él. Kath lo miró sorprendida—. ¿Acaso es por mí que estás así?

—¡No, yo no!

No fue capaz de contradecirle nada ni apartarlo, él la miraba fijamente a los ojos con ternura y sexualidad. Ella veía a un ángel con unos ojos hermosamente fieros. Ojos de lobos que te hipnotizaban totalmente.

Daban miedo, pero no era capaz de evitarlo. Nathan siguió sujetándola por la cintura, apretando más y más mientras tenía los antebrazos de la chica en el pecho.

Con su mano libre sujetó la barbilla suave de Kath y la alzó más mientras se inclinaba lentamente a sus labios.

—Amo Nathan...

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora