Capitulo VII

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Katherine era besada por el amo Sullivan, con cada roce aumentaba las ganas salvajes de poseer a su sirvienta, la tocaba por todo su cuerpo y cada vez sus impulsos eran incontrolables.

—¡Amo Nathan!, ¡Espere por favor!

—No. Ya he esperado demasiado.

El joven amo agarró a la sirvienta, la hizo retroceder y la empujó violentamente en la cama. La chica no se movió, estuvo de cara a él viendo como abría sus piernas para dar paso a su cintura y arrinconarla con las manos en cada lado sobre el colchón.

Kath lo miró ruborizada y algo asustada mientras él sonreía con sus ojos fieros y profundos.

Lentamente se inclinó hasta poder oler el pelo desordenado de la joven, olerlo gustosamente mientras ella se ruborizaba y se sentía más tímida que antes.

—Amo... Nathan... ¿Por qué?

—Quítate la ropa —ordenó él sin tapujos. Kath lo miró sorprendida—. Eres mi sirvienta ¿no es así? Pues venga, haz lo que te he ordenado, y rápido.

—Pero, yo...

—¿Qué pasa? ¿Es que tienes vergüenza? —preguntó él curioso, rozando su nariz con el de ella—. Oh, ya veo... Nunca lo has hecho antes, ¿verdad? —como respuesta la chica giró la cabeza avergonzada y con los ojos cerrados—. Je, je... Mira que tengo suerte.

—Amo Nathan, por favor...

—Eres realmente hermosa, Katherine Jackson. Por ese motivo te contraté como sirvienta de mi casa —aclaró él. Kath quedó de piedra—. Y viendo que estabas determinada a ser una perfecta sirvienta para mí, he querido ponerte a prueba, además de ver si eras digna de ser algo más que mi sirvienta.

—¿Algo más? ¿Qué quiere decir?

—¿No lo adivinas? —preguntó él, y puso la mano sobre uno de sus senos, apretándolo y masajeando.

—¡Uah! ¡No, detente!

—Realmente... Eres virgen. Me sorprende que no hayas tenido sexo con el cuerpo que tienes —dijo él, sonriendo sarcástico—. Bueno, mejor para mí. Así podré educarte como es debido.

Kath miró a Nathan, temblando de miedo. Realmente no esperó que las cosas acabarán así con solo aceptar su invitación. El joven conde la miró a los ojos en todo momento. Parecía esperar algo.

Él quería que obedeciera y se quitará la ropa como le había dicho antes, pues una sirvienta debe obedecer a su amo. Katherine no entendía por qué su amo le hacía todo eso, pues... ¿Qué quería de ella en realidad? ¿Acaso solo estaba burlándose de ella? ¿Quería tenerla solo como puta particular? Muchas preguntas pasaron por la cabeza de la joven que quería llorar.

—¿Y bien?, ¿Qué harás ahora, Katherine Jackson? —preguntó él de repente, sonando seductor—. Si quieres seguir siendo mi perfecta sirvienta, debes hacer lo que yo te diga siempre y en todo momento, ¿entiendes?

"Naciste para ser una excelente sirvienta, y envejecerás siendo una de las mejores del mundo. Haz que tu señor se sienta orgulloso de ti en todo momento, y no lo decepciones por nada, Katherine. Recuerda bien cuál es tu sitio siendo lo que eres."

"Eres la sirvienta de la Mansión Sullivan. Nathan es el actual dueño y amo de esta casa. Por tanto, como sirvienta, debes obedecerle en todo momento. No sé qué piensa él de ti, pero se deben cumplir sus deseos en todo momento, sean los que sean. Si quieres seguir trabajando aquí, te aconsejo que medites bien lo que te acabo de decir. Ve a verle y averigua de una vez lo que desea de ti realmente."

La chica de pelo caoba recordó esas palabras de Sofía y su madre. Entonces, el miedo y la vergüenza desaparecieron.

Nathan vio que la expresión de la chica había cambiado. Estaba tranquila y serena.

—¿Solo quiere que me desnude? —pregunto ella de golpe. Él la miró extrañado.

—Así es.

—Entendido.

Así pues, para sorpresa del joven conde, la sirvienta empezó a desabrocharse la parte superior de su traje que se ataba por delante en lugar de por detrás. Empezando por el cuello y bajando hasta su vientre donde terminaban los botones.

Luego, se quitó el traje por los hombros para sacar los brazos, quedando en ropa interior. Deslizó el resto del traje por sus piernas. Todavía no podía creer que realmente lo estuviera haciendo con tanta facilidad. Mirándola a la cara, Nathan vio que estaba roja como un tomate, pero decidida a hacer lo ordenado hasta el final.

Pasado unos minutos, la chica estaba totalmente desnuda ante él, cubriéndose los pechos con el brazo y las piernas juntas de lado, ruborizada hasta las orejas. Nathan también se había quitado la camisa y aflojado los pantalones.

Sorprendido, pero también sonriendo satisfecho de la profesionalidad de la chica nueva. Kath tuvo la mirada baja en todo ese tiempo, incapaz de mirarlo.

—Estoy realmente impresionado. Tu determinación para ser una perfecta sirvienta... no tiene límites. —halagó él sarcástico.

—Solo hago lo que usted desea que haga, señor —aclaró ella con firmeza.

—Ju, muy bien. Veamos hasta qué punto puedes aguantar.

Con una sonrisa satisfecha e intimidante, Nathan la volvió a tumbar, pero esta vez la obligó a tener las manos en alto sobre el colchón. Ella mirándolo algo nerviosa las tuvo quietas y sin moverlas.

El conde no tardó en inclinarse sobre ella y besarla en los labios como antes, metiendo la lengua y excitándola por todo el cuerpo.

La chica cerró los ojos y las manos con fuerza,sintiendo todo ese tacto que jamás había experimentado.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora