La lluvia había cesado un poco, pero seguía lloviendo. Nathan estaba en su habitación leyendo tranquilamente el periódico cuando de repente pican dos veces la puerta con suavidad. Nathan sonríe levemente y deja el periódico bien doblado en la mesa para ponerse en pie e ir a abrir cuando no tenía por qué.
Al abrir la puerta de madera y picaporte de oro, vio a la joven sirvienta de pie ante él con la mirada cabizbaja y seria. No era muy excitante verla así, pero ya sabría cambiar esa expresión pronto.
—Sí que has terminado pronto tu tarea —observó él sorprendido—. ¿Tantas... ganas tenías de verme? —preguntó. La chica se sobresaltó, pero desvió la mirada avergonzada.
—Creía que debía terminar enseguida para complacerlo, señor —se excusó ella sonando obediente y profesional—. Pero si es demasiado pronto para usted...
—Deja de hablar —ordenó él cansando—. Entra ya.
Entonces Nathan agarrándola del brazo, la obliga a entrar bruscamente y cierra la puerta con llave. No había nadie en casa, pero mejor ser precavidos con la intimidad. Kath estuvo de cara a él, viendo sus ansias de tenerla debajo suyo, oyéndola rogar de deseo.
Su cara era un libro abierto, y no pudo evitar estar algo asustada por lo que pudiera hacerle ese día lluvioso para complacerse de ella. Estaban los dos cara a cara, él avanzaba mientras ella retrocedía arrimándola a la cama sin escapatoria. Él sigue caminando hasta tenerla pegada a su cuerpo, alzando su barbilla y mirándola a los ojos. El corazón de Kath latía con fuerza.
—Bien, ahora... ¿Qué podemos hacer para empezar? —Se preguntó él en voz alta. Kath estaba más y más nerviosa por esa larga espera—. ¿Tienes alguna preferencia esta noche, Katherine?
—Yo... haré lo que usted desee que haga, amo Nathan... Cualquier cosa que usted me pida —dijo ella aguantando las ganas de desviar la cabeza de lo avergonzada que estaba. Sencillamente No pudo aguantar el calor de sus mejillas—. Yo... soy su sirvienta y estoy aquí para servirle.
—Muy bien, empecemos con que te quites toda esa ropa, te tumbes en la cama... y te masturbes —ordenó él sonriendo sarcástico y divertido.
—¿Qué? ¿Quiere... que me lo haga yo sola?
—¿Me estás pidiendo que te repita una orden? —preguntó él provocativo y ofendido. Ella tembló ante esa mirada, negando rápida con la cabeza—. Bien, entonces hazlo.
—S-sí, amo.
Nathan estuvo sentado en la cabecera de la cama con ropa cómoda y sentado sobre las almohadas en su espalda. Mientras, Kath se iba quitando cada pieza de su uniforme de sirvienta, estaba arrodillada en medio de la cama, de frente a su amo, y con la cara roja hasta las orejas.
Era la primera vez que tenía esa orden. No sería él quien la tocase, sino ella misma delante de él, viendo como gozaba con sus propias manos. Una vez desnuda se tumbó totalmente con las piernas curvadas y abiertas ante él; se encontraba totalmente nerviosa, no podía evitarlo. Con las manos temblorosas empezó a acariciarse el cuerpo entero hasta tener cada mano en uno de sus redondos y voluptuosos senos ahora duros por su toque y su vergüenza. Nathan la contemplaba con la mejilla apoyada en su mano, disfrutando de la vista. Kath contenía las lágrimas.
—No tengas tanta vergüenza. No es la primera vez que te veo desnuda —tranquilizó él sonriendo con malicia—. Piensa que estás sola en tu habitación con muchas ganas de satisfacerte sola. Sin nadie que te esté mirando... Hazte lo que quieras.
—Es que... yo nunca he...
—¿En serio?, ¿Nunca? —preguntó él sorprendido, luego se ríe—. Bueno, siempre hay una primera vez, ¿no? —Kath lo miró con los ojos amenazando con llorar—. Vamos, usa tu imaginación y haz lo que tu cuerpo desea que hagas por él.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...