Capítulo XXVII

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―¿Y bien, señorita Jackson? ¿Todavía no piensa confesar? ―preguntó el marqués, sudando y jadeando. La chica de pelo caoba no dice ni hace nada, sigue con la cabeza girada a un lado. Él se ríe―. Muy bien. Mejor para mí.

Con esas palabras él vuelve a embestirla entre las piernas y ella gimió al sentirlo moverse hacia dentro y hacia fuera de sí, agarrándose a la almohada con fuerza. ―Du-Duele... ―gime ella.

Al recuperar el sentido tras una sesión interminable con los hombres del Marqués, Katherine ahora se encontraba en la cama del mismo, siendo de nuevo tomada a la fuerza entre sabanas blancas que la cubrían a ella y a su agresor hasta la cintura. No sabía cuánto tiempo llevaba siento prisionera de ese hombre, pero se le hacía ya eterno.

Josef estaba apoyado en los antebrazos encima de ella, moviendo las caderas dentro y fuera de ella con velocidad y fuerza, viendo como ella sufría y disfrutaba al mismo tiempo. Eso le excitaba.

«Al fin y al cabo era una mujer», pensó él «Al final todas acababan disfrutando que la folle».

Mientras, sentada en una butaca en una esquina de la habitación, se encontraba la esposa de Josef; Francisca. La mujer fumaba un puro habano mientras disfrutaba de aquella escena. La cama rechinaba con los movimiento bruscos que hacía su marido, apenas ocultaban los gritos y gemidos que aquella joven soltaba mientras se agarraba a la almohada con fuerza.

―Eres fabulosa muchacha, lo admito ―dijo Josef sin dejar de mover las caderas contra ella ni de mirarla a la cara―. Nadie había aguantado tanto tiempo. Todos mis chicos te han follado a placer y ni con eso te han hecho hablar. Eres valiente y eso lo respeto, de verdad. En mi opinión, deberías dejar de ser sirvienta de ese idiota para dedicarte a ser una verdadera profesional en un burdel de lujo ―opinó él riéndose, entonces empezó a embestir con más ganas, echando la cabeza atrás y cerrando los ojos―. Oh jover... Voy a correrme... ¡Sí, joder! ¡Ahora!

―¡AAHH! ―gritó Katherine al sentir la liberación de ese hombre dentro de sí―. ¡No! ¡Para!

El marqués no la escuchó y se liberó por completo dentro de ella, embistiendola un par de veces más hasta dejarla completamente agotada y él felizmente liberado, cubierto de sudor por el esfuerzo.

Katherine siente un ligero dolor cuando él sale de ella, sintiendo también como el caliente semen chorrea fuera de ella, ruborizándose por la imagen que debía mostrar en ese momento. Sentía ganas de llorar pero hacía bastante tiempo que las lágrimas se habían secado. Mientras tanto, Josef se limpiaba sus partes varoniles mirándola con hambre, sin molestarse en tapar su desnudez.

―He disfrutado mucho, muchacha ―finalmente se pone unos pantalones―. Espero que a los chicos también.

―Josef ―le llamó esposa mientras se acerca a él por detrás―. Creo que deberías dejarla por hoy.

Él la miró con el ceño fruncido. ―¿Porqué? ¿Te da pena esta simple fulana? ―pregunta él mientras termina de vestirse―. Tu misma propusiste este plan. No me dirás que ahora que sabes quién es, te arrepientes.

―Por supuesto que no, Josef ―dijo ella algo ofendida―. Para nada sentiría pena por una don nadie como ella, y menos aún por una sirvienta que se deja follar así ―miró con asco a la chica medio inconsciente―. Pero creo que deberías parar por hoy.

―¿Y eso porqué? ―preguntó empezando a estar molesto por la actitud imperativa de su esposa―. Los chicos desean seguir jugando con la zorra ―dijo señalando a Kath―. No puedo decirles que...

―Solo te digo que la dejes descansar un poco ―interrumpió ella― para que recupere fuerzas y sea capaz de complacer mejor a tus chicos por más tiempo ―dialogó ella sonriendo―. A este paso, podríais matarla. No sería la primera vez ¿recuerdas?

―¿Y qué más da eso?

Francisca rodeó el brazo de su marido con los suyos, mostrándose dócil y complaciente.

―¿Me estás diciendo que no te importa perder a una chica como está? Ha sido capaz de guardar silencio hasta ahora. Tu mismo has dicho que es diferente a las demás por haber aguantado tanta tortura, guardando silencio por su amo tras ser violada por todos tus hombres y por ti mismo varias veces desde que está en tu poder ―dijo la mujer, convenciéndolo―. Si quieres tenerla como ramera personal, te sugiero que la dejes descansar. Mañana seguro que estará en plena forma trabajar como debe. Tendrá muchos clientes que atender, querido.

Josef meditó las palabras de su esposa hasta que finalmente aceptó.

―Tienes razón. Tienes toda la razón, esposa mía ―halaga antes de cogerla del rostro con ambas manos y besarla―. Muy bien. Dejaré que descanse un poco. Mañana a primera hora hará su trabajo como mi nueva prostituta. Haré que la lleven abajo.

Francisca asiente conforme y ambos se retiran de allí.

Al oír la orden, un par de criados cargan con Katherine para llevarla a una de las mazmorras del sótano de la casa del Marqués. Allí la encadenan a la pared con grilletes ligadas a cadenas de hierro y dejarla tirada contra la pared.

En todo ese tiempo ella tiene la mirada perdida y sin fuerzas en el cuerpo. Solo siente dolor en su intimidad además de sentirse sucia por completo, de la cabeza a los pies, tanto por dentro como por fuera.

Le prestaron unos trapos viejos para poder cubrir su desnudez, la limpiaron solamente con agua muy fría y con un viejo y sucio trapo entre las piernas. Ella no sabía cuánto tiempo había pasado, pero pudo ver era de día cuando estuvo en los dormitorios del marqués antes, así que dedujo que ya habían pasado unas doce horas desde que la secuestraron.

Doce horas... siendo violada una y otra vez por Josef y sus hombres.
No era capaz de cerrar los ojos y dormir. Al hacerlo revivía esos momentos como pesadillas: sonrisas endemoniadas de sus violadores ante sus ojos, besos y lametones de varios hombres por todo su cuerpo, sus vergas entrando y saliendo de su vagina uno detrás de otro...

Tenía que huir. Tenía que encontrar la forma de escapar antes de que esa pesadilla se repitiera otra vez y tuviera la misma suerte que las otras chicas que han caído en manos de esos enfermos; muerta. Debía pensar en una forma de huir sin que se enteraran e intentaran capturarla de nuevo.

«Debo regresar con el amo Nathan cuanto antes».

Quería estar con él. Ahora lo veía claro. Deseaba ser la sirvienta perfecta, pero también estar con el hombre que amaba aunque solo pudiera ser para él una simple sirvienta y él un respetado conde comprometido.

«Tengo que escapar. Y rápido».

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora