Capítulo LXXVI

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Días después de la llegada a la ciudad de Barcelona, Katherine se fue acostumbrado a su nueva vida poco a poco gracias a su familia y a los sirvientes más leales de la familia. Agatha Wills, la ama de llaves, le enseñó los rincones más bellos de la casa y de los jardines junto a su madre, también le presento a su doncella personal, Dorothy, que era una chica tímida pero muy leal a los Edgington.

Otra de las cosas que más hacía Katherine era dar paseos con su hermano Jeremy y su esposa Emily. Ese día habían decidido pasear por uno de los parques más bellos de la ciudad donde la gente pudiente paseaba a pie o a caballo, e incluso algunos iban con sus hijos a jugar a la pelota aprovechando que hacía un clima cálido y agradable.

-¡Oh, Emily!

La nombrada miró por encima del hombro y vio a un grupo de señoritas amigas suyas. Al verlas Jeremy supo que tendría que aguantar chismorreos varios de señoritas, y su hermana también. Pero ese día ella sería el centro de atención, y no se equivocó.

-Emily, ¿ella es...? -preguntó una de las señoritas, una bastante obesa.

-Así es -afirmó Emily, pasando su brazo por el de Katherine para presentarla-. Ella es Katherine Edgington, mi cuñada. Kath, ella son...

Emily las fue presentando una a una, pero a Kath le costó acostarse de todos sus nombres al ser todas con rasgos y peinados parecidos. Esperaba no hacer el ridículo ante las amigas de su cuñada.

-¿Es cierto lo que nos han contado? -preguntó una con curiosidad indisimulada-. ¿Te criaste como una simple criada?, ¿trabajaste como criada en la mansión de un señor?

-Pues...

-¿Es verdad que te secuestro una comadrona por envidia a la duquesa?

-Yo no...

-¿Es verdad que te secuestraron varias veces y te...?

-¡Chicas, por favor! -exclamó Emily, deteniendo la lluvia de preguntas-. Un poco de respeto. Acaba de reencontrarse con su familia y aún esta afectada por todo lo que ha vivido.

-Os pediría un poco de respeto por vuestra parte -dijo Jeremy algo malhumorado.

Las chicas disimularon estar arrepentidas, pero Katherine había observado durante sus años como sirvienta para saber cuando las señoritas de alta cuna se arrepentía de verdad y cuando no. Y en esa ocasión ellas no se arrepentían en absoluto, todo lo contrario, disfrutaban de un buen cotilleo, y ella era el mayor de todos en ese momento.

No quería seguir allí para que se burlaran de ella. Quería irse.

-Hermano -dijo ella-, no me encuentro demasiado bien. ¿Podemos irnos?

Jeremy no dudó en hacer lo que Kath le pedía, y junto a su esposa se disculparon con la señoritas y se marcharon. Dichas señoritas no le quitaron la vista de encima a Kath y cuando se alejaron empezaron a murmurar entre ellas. Kath las miró y temió adivinar de qué hablaban.

Su adaptación a ese mundo le sería más dificil de lo que pensaba. En ese momento deseaba estar con Nathan, pero él no estaba allí, así que tendría que ser fuerte hasta que volviera a verle.

-Lo siento mucho, Kath -se disculpó Emily, verdaderamente culpable-, no las creí capaces de actuar así.

-Deberías conocerlas ya, Emily -le dijo Jeremy-. Todas son unas cotillas, y más en un tema tan delicado como el de mi hermana. No la dejarán tranquila en el baile, estoy convencido.

-No te preocupes, hermano -dijo Kath, disimulando una sonrisa-. Todo saldrá bien.

Jeremy se sorprendió de la fortaleza de Kath, pero algo le decía que era solo una apariencia para no preocuparlo. Él era el mayor y quería cuidarla como no pudo hacerlo en todos eso años que estuvieron separados, pero no sabía cómo ante un enemigo como aquel: el chismorreo.

Mientras tanto, en la residencia, Alphonse se encontraba en su despacho revisando documentos de sus propiedades. Tan concentrado estaba que no se percato de la entrada de su esposa en la habitación hasta que esta se sentó en uno de los sillones ante el escritorio con expresión seria.

-¿Caroline?, ¿qué ocurre?

-Tenemos que hablar.

El duque la miró con el ceño fruncido. -¿De qué?

-Del Conde Sullivan y de lo que planeas contra él, querido.

Al escucharla el duque tragó saliva. Se había metido en un buen lío.

Al terminar el día Katherine se retiró a su habitación sumamente agotada. Nada más terminar de cenar pidió retirarse directamente a su alcoba a descansar; había sido un día muy largo, tanto física como emocionalmente.

Una vez en su habitación su doncella la ayudó a quitarse el vestido -todavía le costaba acostumbrarse a que la atendieran a ella y no al revés como antaño- y a ponerse el camisón de seda blanco.

-Señorita...

-Dorothy, ya te he dicho que puedes llamarme Katherine cuando estemos a solas.

-Discúlpeme -dijo ella nerviosa- a una no la suelen tratar con tanta amabilidad.

Katherine entendía la actitud de la chica. Había estado en su posición no hacía mucho. No quería presionarla en demasía, pero tampoco le gustaba que la trataran como si estuviera por encima de los demás aunque así fuera. Era una persona normal, como ella.

-¿Qué querías decirme?

-Pues... -la chica dudo, pero al final sacó un sobre de su ropas-, ha llegado esto para usted.

-¿Para mí? -Katherine cogió la carta extrañada, entonces vio quién lo enviaba y salto de alegría-. ¡Es de Nathan!

Dorothy vio como su ama sonreía como una chica enamorada, y se alegro por ella. Podía ver que era buena persona, como el resto de su familia. Estaba honrada de servirla.

-¿Deseáis quedaros a solas?

-Sí, por favor. Muchas gracias.

Una vez que la doncella se marchó Katherine corrió a la mesa a coger el abrecartas para abrir el sobre y sacar la carta que su amor le había hecho llegar. Una vez extendida la carta leyó:

Mi querida Katherine;

Al poco de irnos he venido a mi despacho para empezar a escribirte y así te llegué a los pocos días de llegar a tu nuevo hogar. Espero que la llegada haya sido buena y no estés pasándolo mal. Yo ya te hecho mucho de menos. Deseo tenerte de nuevo entre mis brazos y besarte, amarte como me gusta hacer.

Muy pronto nos veremos, hasta entonces sé buena chica y conoce mejor a tu familia. Estoy seguro de que muy pronto te sentirás como una más de ellos, de la alta sociedad. Eso si, no te sorprendas demasiado con la actitud prepotente y egocéntrica de algunos, por desgracia son así.

Espero saber pronto de ti. Yo volveré a mandarte otra carta, y así hasta que nos volvamos a ver cara a cara para abrazarnos, besarnos... amarnos. Te quiero. Nunca lo olvides. Cuidaos los dos, ¿sí?

NATHAN

Al terminar de leer Katherine notó que tenía la cara húmeda de las lágrimas de alegría que derramaba de sus ojos. Aquella carta era lo que necesitaba para poder terminar el día mejor que antes. Acercó la carta a la cara para poder oler el perfume de Nathan impregnada en él. Aquella y las demás carta de Nathan le darían fuerzas para poder superar el tiempo que estarían separados, sin duda.

-Yo también te quiero -murmuró ella.

Ella no tardo en irse a dormir para levantarse temprano y ponerse a responder su carta.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora