Capítulo XXI

1.4K 79 0
                                    

Dos semanas después...

Katherine tiene la mano casi curada luego de que Bárbara la lesionara, ya solo tenía un ligero vendaje con una pomada para el dolor… Aún tenía que guardar reposo, pero la chica no soporta estar sin hacer nada viendo tanto trabajo por hacer en la mansión.

Contra los consejos de Sofía, Kath se pone a lavar las sábanas blancas, y una vez terminado las tiende en la parte trasera de la mansión, donde estaban las cuerdas de tender.
Una vez hecho, ve que las prendas están realmente blancas, relucientes ante la luz del sol. Frotándose la frente de sudor, queda satisfecha.

—Bien. A seguir trabajando —se anima ella con un choque de manos.

—¡Katherine Jackson!

La sirvienta queda de piedra al oír esa voz a sus espaldas. Tragando saliva se giró, y vio a la joven señorita Bárbara Santander, que se acercaba a ella con cara seria, pero sin enfado aparente. Kath se mantuvo firme y se giró a la chica con educación y respeto:

—¿Desea algo de mí, señorita? —preguntó con profesionalidad, manteniendo la mirada baja—. Recién acabo de tender la ropa.

—Sí, ya lo veo —observó la rubia viendo las telas blancas tendidas y bailando con la brisa—. Han quedado bien limpias, eres buena.

—Gracias, señorita, es mi trabajo como sirvienta —agradeció Kath con algo de emoción por ese halago inesperado.

—He podido comprobar que eres muy eficiente con tus tareas, tal y como me ha informado Sofía y los demás del servicio —dijo Bárbara mirándola a la cara, seria, pero también tranquila—. Mi prometido es muy afortunado de haber contratado a una chica tan eficiente en su trabajo. Te felicito.

—Muchas gracias, señorita.

—Por ello mismo, porqué eres eficiente, y confiable en los trabajos que te dan..., veras, quisiera pedirte un pequeño recado.

—¿Un recado?

—Sí, así es —afirmó la rubia recta y orgullosa—, quisiera que fueras a comprar unas prendas que he encargado, y una colonia de rosas que han traído hoy a la ciudad… Toma, aquí tienes los datos —dijo dándole un trozo de papel donde están apuntados las cosas que ha pedido—. Si no tienes más tareas, quisiera que fueras ahora mismo a buscarlas, me gustaría contar con ellas si es posible esta noche.

—¿Para esta noche, señorita?

—Sí, así es. ¿no habrá problema verdad? —dijo la joven con una sonrisa feliz y coqueta—, veras, esta noche quisiera salir con mi prometido a cenar porque muy pronto, hará un año desde que nos comprometimos. ¿No te parece una forma romántica de celebrarlo?

Kath miró a Barbará, ésta la miraba fijamente con una sonrisa disimuladamente maliciosa. La estaba poniendo a prueba, pero inteligentemente Kath lo nota e intenta hacer tripas corazón para mostrar indiferencia por esas palabras que le dolían, Kath se daba cuenta de la realidad; aunque ella amara al amo Sullivan, ellos dos eran de mundos muy diferentes y finalmente, Nathan le pertenecía a Bárbara… Es una sirvienta profesional, ante todo, pero sigue siendo humana. No puede evitar estar frustrada por los aires de esa rica engreída que se anda de lista por su situación.

—Me parece una idea muy bonita señorita, digna de elogio —Opina Kath con una sonrisa educada—. Iré a buscar lo pedido ahora mismo. Con permiso.

—¡Muchas gracias, Katherine! —exclamó la rubia con suma felicidad—. Cuento contigo, no me falles.

—Descuide.

Bárbara se muestra satisfecha con esa determinación. Kath hace una reverencia y pasa por el lado de la rubia para ir a comprar lo pedido… La rubia esta de espaldas a ella, desvaneciendo un momento la sonrisa, para luego sonreír con malicia, pues, acaba de tener otra idea para la sirvienta.

—¡Ah, otra cosa! —dice Bárbara deteniéndola un momento, la chica la mira—, el dinero que sobre de las compras puedes quedártelo para comprarte lo que sea, se puede decir que te lo has ganado.

—¿Eh? ¿E-Esta segura?

—¡Completamente! —dice acercándose de nuevo a la sirvienta—, podrías comprarte algún capricho ¿no crees? Seguro que habrá por allí un puesto comercial con una hermosa joya que espera encontrarte… Venga, corre a mi cuenta.

Dicho esto, la rubia regresó a la casa corriendo feliz y riendo. Kath se quedó allí plantada, incrédula de lo que acababa de pasar. La mismísima Bárbara Santander, aquella que la humilló y pisó la mano hasta lastimarla seriamente, era ahora amable y generosa con ella. Sin duda que esto le olía raro a Kath.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora