Sin dejar de mirarla a los ojos, llenos de amor y deseo, Nathan deslizó uno de sus brazos por detrás de las piernas y así cargar con ella sin dejar de besarla en los labios hasta tumbarla gentilmente en la cama.
Kath enseguida adivinó sus intenciones, y más cuando él no espera a deslizar una de sus manos por entre sus piernas y llegar hasta su zona íntima, ya húmeda, haciendo que suelte un gemido.
Nathan no se contenta con eso y va a más; introduce el dedo dentro de ella, haciéndola gemir una y otra vez mientras mueve el dedo dentro y afuera.
A pesar de todo eso, Kath logra estar lo bastante lúcida para mirarlo ceñuda.
―¿A-Aquí?
―En mi habitación, en la tuya... no importa. Solo quiero estar contigo.
Esas palabras hicieron que Kath llorará de alegría sin poder contenerse. Mientras tanto, vio como Nathan aflojaba sus ropas antes de echarse con ella en la cama y seguir besándola y acariciándola por debajo del camisón.
Él no tardó en deslizarse por su cuerpo sin ninguna prisa, haciendo que ella jadeara y gimiera, dejando un rastro de besos por encima del camisón hasta que dio con el borde de la prenda y la subió lo justo para poder finalmente besar su cálida y dulce piel.
Cuando dio con el ombligo, él lo lamió con la punta de la lengua, haciendo círculos alrededor, antes de seguir descendiendo hasta el pubis, donde ella empezó a gemir más alto, anticipándose a él.
A pesar de que se lavó previamente el sexo antes de que él apareciera, ella seguía sintiéndose sucia por el sueño que tuvo y por ello intentó detenerlo, pero no tuvo ocasión de hacerlo.
Antes de prestar atención a la intimidad de su amada, Nathan lo que hizo fue cogerla de la mano y hacerla incorporarse hasta quedar sentada al borde de la cama con las piernas bien abiertas con él en medio de ellas, con el camisón subido hasta las caderas y con los muslos de ella apoyados en sus hombros, teniendo así libre acceso a su sexo para devorarlo a gusto.
Esa postura avergonzada y excitaba a Kath por igual. Tenía la cabeza echa un lío.
―¡Nathan!
―No pelees. No tengas miedo... ―susurró él besando uno de sus muslos―. Yo estoy contigo. Y nadie te hará daño.
―¿Porqué...? ―preguntó ella de repente―. ¿Porqué te has fijado en mí y no en Barbara?
A Nathan le sorprendió en gordo esa pregunta y la mención de su ex-prometida. Algo le pasaba a Kath y deseaba saber qué era, pero ante todo quería calmarla, hacer que dejara de sufrir y padecer. Por ello no dudó en volver a besarla en el muslo, relajándola con ello antes de pasar al plato principal.
En el momento en que Nathan introdujo no uno, sino dos dedos dentro de ella mientras la empezaba a lamer y chupar, Kath gimió a voz en brazo, echando la cabeza atrás, estirando el cuello.
―¡Amo Nathan! ¡Oh dios mío...! ¡Sí, no pares... por favor no pares!
A Nathan el encantó escucharla sin dejar de chupar y lamer e introducir y sacar los dedos de ella, manteniéndola en su posición lo mejor posible, aunque era inevitable que se moviera a son de sus dedos entrando y saliendo, gimiendo de gozo y placer mientras sus caderas se movían sin tregua.
«Eso es... déjate llevar. Suéltate para mí».
Kath pudo sentir en su vientre que pronto tendría un orgasmo colosal. Una de sus manos se aferraba a la cabellera de Nathan mientra la otra la usaba para no caer hacia atrás en la cama.
De repente, a ella le pareció escuchar un ruido en medio de los sonidos que ambos hacía. Abrió los ojos, y lamentó haberlo hecho al mirar a la puerta, la cual estaba ante ella, al otro lado.
Había alguien asomándose por la puerta entreabierta. William Ashford.
«¡No puede ser!»
Kath estuvo a punto de gritar, pero se cubrió la boca con la mano a tiempo, pero de nada sirvió para los gemidos que le provocaba Nathan en su sexo, y ella no podía dejar de mirar al barón aterrada de que los estuviera observando con esa sonrisa maliciosa y encantada.
Pero lo que más aterro a Kath no fue que él los espiara tan descaradamente, sino que su excitación no desapareciera, sino que siguiera aumentando a pesar de todo.
«Por favor... deje de mirarnos... ¡Deje de mirarnos! ¡Márchese!»
Kath fulminó a William con la mirada, pero él no se amilanó, sino que siguió mirando. Y ella no pudo evitar que el orgasmo finalmente llegara y acabará gritando en voz alta, liberándose.
Nathan devoró el yugo que Kath soltó hasta dejarla limpia del todo. Vio como ella caía rendida sobre la cama, jadeando con el pecho subiendo y bajando con su rostro oculto entre sus manos. Entonces, cuando él se puso en pie, ella se acurruco en la cama en posición fetal, temblando.
Eso a Nathan le extraño; vio que ella temblaba de horror, no de satisfacción.
―¿Kath? ―él extendió la mano para tocarla, pero ella lo apartó de un fuerte manotazo. Eso le sorprendió, dando un paso atrás―. ¡¿Katherine?!
―Váyase ya, por favor. Ya no puedo más ―dijo ella sin mirarle a la cara, de espaldas a él―. No puedo seguir con esto. ¡Váyase! ¡Fuera!
Nathan no entendía nada en absoluto, pero tampoco quiso alterarla más pidiendo explicaciones. Se marchó cerrando la puerta, sin percatarse que su primo estaba oculto en una esquina del pasillo, sonriendo complacido por su inesperado pero satisfactorio descubrimiento.
* * *
A la mañana siguiente, a Sofía le sorprendió ver a Katherine trabajando con las demás sirvientas preparando el surtido de desayuno para el amo y su primo. Quiso preguntarle si ya estaba mejor, pero la mirada cabizbaja de la joven le hizo pensar que mejor dejarla trabajar tranquila.
Katherine llevó la última bandeja a la mesa del salón-comedor para el desayuno. Cuando se aseguró de que estaba todo listo se apresuró a volverse para retirarse, pero al hacerlo se encontró con el Barón de Logroño apoyado en el umbral de la puerta, observándola con una sonrisa descarada.
―Buenos días, señorita Jackson. ―saludo él fumando un puro cubano.
Kath se puso nerviosa y pálida de verle, pero en ningún momento se dejó llevar por el pánico.
―Buenos días, señor.
―¿Qué hay hoy para desayunar?
Kath actuó como buena sirvienta que era y quería ser, así que se volvió y señaló la variedad de platos fríos y calientes que habían servido ella y otras sirvienta en la mesa.
―Usted mismo puede verlo. Pero si desea algo en concreto que no haya, dígamelo y mandaré prepararlo al punto.
―¿En serio? ―preguntó él con las cejas alzadas―. Me gusta como suena eso.
Él se apartó de la puerta y empezó a caminar paso a paso hacia ella hasta quedar cara a cara. Ella en ningún momento dio un paso atrás, eso habría sido un error. Pero no fue capaz de mirarlo a los ojos, sino que mantuvo la mirada baja. Entonces, notó que él se inclinaba sobre su oído.
―Te quiero a ti para desayunar. Como te tuvo Nathan anoche, más concretamente.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...