Capítulo XII

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Katherine se empezó a sentir extraña después de la confesión de su amo y no podía concentrarse en nada y esto preocupó a las personas que le rodeaban.

—Katherine, más tarde vendrá el médico de la ciudad para examinarte. Descansa el tiempo que necesites —dijo Sofía desde la puerta de la habitación.

—Muchas gracias, Sofía. Y siento los problemas que estoy causando —se disculpó la chica recostada en la cama sin mirarla a la cara, se ocultaba bajo las gruesas mantas.

—Descuida, has trabajo muy duro con el poco tiempo que llevas aquí. Te mereces un descanso.

Con eso dicho, la mujer cerró la puerta, dejando descansar a la joven que estaba enferma. Kath insistió en que se sentía con males debido al exceso de trabajo, pero la ama de llave sabía que no era eso.

Algo le había pasado a la nueva con el amo Nathan que la dejó en ese estado de querer quedarse en cama. No quiso insistir y dejó que descansará ese día. El amo Nathan no puso peros, y eso confirmó las sospechas de Sofía.

Cuando estaba digiriéndose a la salida de la zona de servicio, Sofía vio aparecer a Jon apresurado, supo que era por la recaída de Kath.

—¿Está bien? —preguntó el capataz al verla, preocupado y algo alterado—. ¿Katherine está bien? ¿Es muy grave?

—Cálmate por favor, Jon —pidió la mujer con la mano sobre el pecho deteniéndole en seco—. No tienes por qué alarmarte así. Ella está bien. Solo necesita descanso. De todas maneras, daré aviso al médico para que venga a verla.

—¿Seguro que no es nada? —preguntó Jon de nuevo preocupado, deseando que fuera verdad lo que le decía su amiga Sofía.

—Sí, seguro. No temas —aseguró ella sonriendo de forma tranquilizadora. Con eso Jon suspira aliviado—. Mejor ven a verla en otro momento, ahora necesita descansar ¿de acuerdo?

El capataz hizo caso a Sofía y ambos se marchan de allí. Sofía gira la cabeza mirando la puerta de la habitación de Kath. Ella se encontraba preocupada por la situación entre su amo y ella. Rezaba para que las cosas no terminarán mal para el amo y para la casa.

Katherine estaba recostada en la cama, cubierta hasta las orejas por la gruesa manta... Sencillamente no quería que nadie le viera la cara y adivinará aquello que la tiene en ese estado. Su cuerpo temblaba y sus mejillas estaban rojas y ardiendo recordando las palabras de su amo:

"Te quiero, Katherine Jackson."

La chica se tapó las orejas asustada y avergonzada. Esa repentina confesión de amor por parte del amo que tanto amaba fue demasiado para ella. Nunca imaginó que Nathan sintiera lo mismo por ella, no después de haberla tomado de esa forma.

No negó que le gustaba ser poseída por su amo las veces que él quisiera, pero, aun así, él solo lo hacía para desahogarse con ella... O eso creyó hasta ayer. Esa frase se repite una y otra vez en su cabeza con eco, como si él le siguiera hablando en ese momento.

«¿Qué debo hacer?» «¡¿Qué hago ahora?!» se preguntó ella asustada y desesperada por una respuesta mientras se encogía bajo las mantas hecha un mar de dudas.

—El médico dice que Kath está sobrecargada de trabajo y eso ha provocado que colapsará un poco —informó Nathan a su ama de llaves, reunidos con Jon en el despacho—. No es nada de lo que deban preocuparse, Kath solo necesita descansar como es debido y pronto ya podrá volver al trabajo.

—¿En serio? Qué alivio —suspiró Jon aliviado y contento—. Que susto recibí cuando me lo dijeron los chicos.

—A veces creo que ese deseo que tiene Kath por ser una perfecta sirvienta es algo enfermizo... Siempre descuida su salud para conseguir sus metas —confesó Nathan con los brazos cruzados y acomodado en su silla de despacho—. Tal vez debamos darle menos trabajo para que esto no vuelva a pasar.

—No creo que debamos exagerar tanto, señor —opinó Sofía. Los dos varones la miraron—. Quiero decir, ella parece feliz cuando hace su trabajo, no creo que sea de su agrado quitarle tareas si lo que quiere es ser una buena sirvienta en esta casa.

—Pues, ahora que lo dices es verdad —coincidió Jon, pensando un poco—. A Kath siempre la veo feliz haciendo cualquier tarea, ya sea dentro de la casa o en la ciudad comprando. También creo lo mismo, Sofía.

—Mmm... Bueno, ya veremos qué hacer cuando esté en condiciones de trabajar. Hasta entonces, dejaré que descanse el tiempo que necesite —decidió Nathan sin pensárselo mucho. Sofía lo miró disimuladamente sorprendida—. Vosotros podéis volver al trabajo.

—Sí, señor —acató Jon con mejor ánimo—. Ahora que ha cesado la lluvia tan molesta de estos días, es hora de recuperar el tiempo perdido.

—Asegúrate de que la cosecha este en buen estado, Jon —pidió Nathan con seriedad—. No podemos perder esa siembra.

—Descuide, a mí nunca se me ha pasado por la cabeza echar a perder semejante temporada por una lluvia como ésta —dijo Jon seguro de sí mismo—. Confíe en mí y tendrá esa cosecha lista para el día de recogida.

Nathan estuvo tranquilo con esa confianza de su capataz. Nunca le había fallado en todos los años que trabajaba en sus tierras. Jon y su familia eran los mejores trabajadores de su profesión, unos verdaderos maestros en cualquier situación.

El capataz se marchó apresurado, dejando a Nathan a solas con Sofía. La ama de llaves estaba asombrada de esa determinación, y también orgullosa de tener a un amigo y compañero como él. Pero ahora, debía pensar en otro asunto más importante.

—¿Ocurre algo, Sofía? —preguntó Nathan al verla allí de pie, de espaldas a él hasta que se volteó a verlo—. ¿Te preocupa algo?

—Así es, señor —afirmó ella insegura y cabizbaja.

—Muy bien. Tú dirás. Soy todo oídos —animó él para que hablará con total confianza. Además de ama de llaves y mano derecha del amo, Sofía era también su amiga y él deseaba ayudarla en sus problemas lo mejor posible—. Puedes contarme lo que sea.

—Amo Nathan, verá... yo —empezó ella nerviosa por querer preguntarle, pero cogió valor—. ¿Realmente Kath está enferma y cansada por el trabajo?

—¿Por qué pregunta eso? —preguntó Nathan con el ceño fruncido. Extrañado y confuso por esa repentina pregunta—. ¿Acaso no estás conforme con lo dicho por parte del médico?

—No, no es eso señor —aseguró ella nerviosa sin mirarle a la cara ahora—. Es solo que... no me cuadra nada.

—Sofía —Nathan se puso en pie y ella lo miró a la cara. Vio en sus ojos frialdad y desconfianza—. ¿Hay algo que debas contarme?, ¿Algo oculto en tu pregunta que quieras decirme?

—N-No señor. Nada —dijo Sofía al momento. Era la primera vez que su amo la miraba y hablaba de esa forma.

—Bien, entonces, puedes irte. —dijo Nathan como solía ser.

Sofía hizo una rápida reverencia y se marchó apresurada. Estaba avergonzada de haberle insinuado algo de su relación secreta con Katherine. Estuvo a punto de delatarse y perder su trabajo. Entendía que no conocía tan bien a su amo como quisiera y apenas salió del despacho respiró agitada y asustada. Realmente su amo Nathan daba miedo.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora