Capítulo XVI

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Kath se sentía presionada por su amo, ella definitivamente quería confesar sus sentimientos de una manera firma y segura, pero que esos sentimientos los tuviese por su amo, era inaceptable, y le causaba un profundo dolor... Kath, en medio de su llanto, Fue alzando la cabeza con lágrimas bañando sus rosadas mejillas, con una mirada de miedo y desesperanza. Esa mirada dejó de piedra al joven Conde... Por un momento, ese rostro era como el de un ángel caído del cielo, su ternura y belleza eran sin igual y eso conmovió a Nathan.

Lentamente fue soltando sus manos hasta dejarla libre, pero la chica ni huyó ni nada, solo mantuvo la mirada en él. Kath estaba por decirle de manera firme todo lo que sentía, pero en ese momento, sorprendiendo a ambos, la puerta del gran salón se abrió de un portazo, y alguien abordó al joven Conde sin dejarle reaccionar.

—¡Nathan!, ¡Nathan!

Para sorpresa de la pareja, una hermosa joven aristócrata de pelo rubio vestida con un hermoso y voluptuoso vestido azul marino, abrazaba felizmente al conde como una niña pequeña sin dejarlo respirar ni nada.

Katherine estaba petrificada por la inesperada interrupción de aquella desconocida joven con aspecto de ser alguien de la nobleza igual que el conde, pero nunca la vio antes. Junto a la puerta estaban Sofía y el mayordomo Cristopher, quien era el mayordomo de aquella joven rubia.

—¡Que ganas tenía de volver a verte, mi querido Nathan! —dijo la rubia dejando de abrazarlo al fin, para dejarlo respirar.

—¡Bárbara! —exclamó Nathan al verle la cara—, ¿Qué estás haciendo aquí? No te esperaba tan pronto. Creía que llegarías en dos o tres días más.

—Je, je, quería darte una pequeña sorpresa, querido mío —respondió ella cogiéndole de las manos, entonces, sin rodeos, lo besó en los labios delante de los presentes. Katherine quedó de piedra—, después de todo, estamos comprometido desde muy pequeños.

Aquella noticia dejó en shock a la joven sirvienta, que miró pálida a la pareja. Sofía la miró enseguida y vio claramente su sorpresa dibujada en el rostro, pálida y encogida. Obviamente el amo Nathan no le comentó nada mientras se encamaban.

Kath miraba a la pareja, viendo como esa hermosa mujer rodeaba el cuello de Nathan con ambos brazos, con total confianza y este dejándola. Por unos instantes él la miró y vio su rostro de espanto.

—Desearía que no gritarás esas cosas delante del servicio. Debemos mantener la compostura —indicó Nathan quitando los brazos.

—¿qué dices? Pero si es un enlace que conoce todo habitante de esta región... No tenemos que andarnos con rodeos —dijo la joven Bárbara sonriente e ilusionada—. Pronto seré tu futura esposa. Lo espero con muchas ansias ¿tú no?

—Por supuesto que si —respondió él sonriendo levemente. Entonces Nathan miró a la ama de llaves y dijo—: ¿Has preparado ya su habitación, Sofía?

—Desde luego señor, por adelantado —aseguró Sofía al momento.

—Perfecto pues... Ya que debe de estar cansada del largo viaje hasta aquí. Bárbara será mejor que descanses hasta la hora de la comida —aconsejó el moreno amable y dulce.

—¿Me harás compañía mientras descanso, querido mío? —preguntó Bárbara coqueta acercándose a su prometido con seducción—, Hemos estado separados muchos meses. Se me han hecho eternos.

—Tal vez después. Tengo trabajo que hacer —respondió él deteniéndola al momento. La chica puso morros.

—Está bien. Te esperaré en mis aposentos —dijo la rubia resignada pero comprensiva. Al voltearse para marcharse se percató de Kath—. ¿Huh? ¿Y está quién es?

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora