Kath sabía que no debería alegrarse de algo así. Nathan era un noble, de alta cuna, mientras que ella era una simple sirvienta, de baja cuna. Un noble de la categoría de Nathan debía, es más se les exigía, que se casarán con damas de su misma clase social, no con cualquier mujer en la que se fijaban. Ella lo sabía y él también. Pero a Nathan no le importaba, estaba claro.
Él la amaba, y ella a él por igual. ¿Por qué simplemente no podían ser felices y casarse si así lo deseaban? Nathan estaba dispuesto a enfrentarse a quien sea que se opusiera o que intentara impedir que tuviera a Katherine Jackson, como su futura esposa.
Queriendo demostrarle a Kath, una vez más, cuánto la amaba, él se apartó a regañadientes de ella y la agarró de la mano para llevarla consigo hasta el despacho. Cuando cerró la puerta con pestillo no tardo ni dos segundos en abalanzarse sobre ella. La agarró por la nuca y la cintura, la besó con voracidad mientras la hacía retroceder hasta chocar contra el escritorio y una vez ahí la subía sobre la mesa para hacerse sitio entre sus piernas, todo eso sin dejar de besarla.
-Ah... Amo... Nathan -jadeó ella entre besos-. No... pare...
-¿Por qué?
-Nos... Nos pueden estar buscando.
-Pues que nos busquen. No pienso parar ahora.
Kath intentó pararlo con ambas manos sobre el pecho de él, pero Nathan no se detuvo, todo lo contrario, continuó con más ahínco. Y ella, con esos besos y caricias que tanto la enloquecían, acabo cediendo también, abrazándose a él y participando.
Ella sentía que su cuerpo ardía por dentro, como si tuviera lava en las cenas. Era una sensación ardiente y placentera. Y todo eso lo sentía solo cuando estaba con Nathan.
Cuando él la dejó de besar en los labios paso al cuello ella donde la besó, lamió y chupó a placer, dejando marcas rosadas en esa piel suave que tanto le gustaba saborear. Ella jadeó echando la cabeza atrás, excitada al sentir los cálidos labios del conde sobre su cuerpo.
-Nathan...
-Me vuelves loco, Kath. Nunca me cansaré de besarte y hacerte mía.
A Kath le gustaba escuchar esas cosas de él aunque también le dieran algo de pudor. Entonces él apartó el uniforme de sus hombros, y así él pudo contemplar su pecho desnudo en todo su esplendor, acariciando sus mulsos, subiendo la falda también.
Al mirarle a los ojos Kath adivina sus intenciones, y ella se muerde el labio inferior con los dientes, sin apartar la mirada, mientras se echa sobre la mesa, para deleite de su conde. Eso provoca al conde, quien le sube la falda hasta la cintura, dejando las piernas a la vista, y entonces, sin dejar de mirarla a los ojos, desliza los dedos hasta tocarla en su centro ya húmedo para él.
-No apartes la mirada de mi. Quiero mirarte a los ojos, ver tu gozo, y que tu veas el mío.
Para Kath esa petición es un esfuerzo titánico, pero aún así lo hace. Mientras los dedos de Nathan hacen estragos dentro de ella, haciéndola enloquecer de placer, ella no deja de mirarlo a los ojos, gimiendo sin alzar demasiado la voz para que no la oigan fuera.
Para Nathan, aquella imagen se grabaría para siempre en su memoria. Ni siendo un viejo senil olvidaría esa hermosa y excitante imagen de Kath casi desnuda disfrutando del placer que él le daba.
Entonces, antes de que ella pudiera siquiera sentir el principio del éxtasis, unos pasos apresurados se oyeron antes de que alguien llamará apresurado a la puerta del despacho.
-Amo Nathan ¿está hay? -preguntó la voz de Sofía-. ¿Está Katherine con usted?
Nathan gruñó molesto por esa interrupción, y Kath enseguida quiso cubrirse aunque la puerta estuviera bien cerrada. Para ella también era un fastidio interrumpir así ese momento, pero ya habría más ocasiones, de eso estaba segura. Con eso en mente puso una mano en la mejilla de Nathan.
-Ya habrá más ocasiones.
Eso hizo que Nathan sonriera más relajado, y ayudó a Kath a vestirse con rapidez antes de ir a abrir la puerta para que Sofía entrará. Ella entró apresurada, jadeando alterada. Eso extraño a ambos.
-Kath, hay un joven que pregunta por ti en la entrada.
Esa información sorprendió tanto a Kath como a Nathan. Antes de que el conde pusiera preguntar de quién se trataba, Kath avanzó hasta estar cara a cara con Sofía.
-¿Es un joven más mayor que yo, rubio y con ojos verdes? -preguntó ella. Cuando Sofía asiente y ella exclama-: ¡Es Henry! Mi hermano mayor.
Antes de que Nathan acabe de procesar esa noticia inesperada, Kath sale apresurada de allí.
-¿Tiene un hermano? -preguntó él a nadie en concreto, solo a sí mismo.
Katherine caminaba por el pasillo a paso apresurado hacia la entrada de la mansión. Deseaba mucho ver Henry; su único hermano. Hacía algunos años que no sabía nada de su persona, desde que él se marcho de casa para hacer fortuna por su cuenta y riesgo. Supo por su madre que hacía pocos meses que había regresado a casa y que estaba cuidando de ella y que le iba bien en unos negocios en el extranjero. Se alegraba por él, pero...
Que Henry hubiese aparecido de repente, sin avisar, en la mansión, no era buena señal. Y la falta de cartas de su madre hacia crecer esa sensación de ahogo en ella. Temía lo peor. Tras un camino que parecía durar una eternidad, finalmente llegó al recibidor donde lo esperaba su hermano.
-¡Henry!
El joven empresario era muy parecido a ella pero en hombre. Pelo castaño caoba y ojos verdes, pero donde ella parecía dulce y angelical, él era más duro y serio. Eso si; siempre fue cariñoso y protector con ella, desde niña, hasta que decidió irse a las América.
Su porte no era de alguien de familia humilde que había trabajado siempre en el servicio de gente rica y noble, más bien lo contrario. Iba vestido con ropas de noble. Todo un empresario rico.
-Hermanita -él la recibió en sus brazos, abrazándola-. Como me alegro de verte.
Kath le corresponde al abrazo rodeando el cuello de él con sus brazos, llorando de felicidad.
-Oh Henry, cuanto te he echado de menos... Te añoraba muchísimo.
-Y yo a ti más, muchísimo más.
Entre lagrimas de alegría y desahogo, Kath lo deja respirar una vez que él la deja en el suelo. Se limpia el rostro con el dorso de la mano y lo mira sonriendo y riendo.
-Pero, ¿y esto? ¿Y estás ropas? -preguntó ella-. ¿Tan bien te ha ido en América?
-Mejor que bien, querida hermana. Mejor de lo esperado.
-Tienes que contármelo todo de allí.
-Ni lo dudes por un segundo. -aseguro él-. Pero eso tendrá que esperar, Kath.
-¿Qué? ¿Porqué? -pregunto ella extrañada. Entonces vio que el rostro feliz de su hermano cambiaba a uno triste. Y ella lo supo, para su desgracia-. ¿Qué ocurre?
-Es madre.
Kath sintió que su corazón se oprimía en el pecho, pero lo ignoró y agarró a su hermano por los brazos.
-¿Qué le ocurre a madre? Lleva meses sin escribirme. ¡¿Qué le pasa, Henry?!
Justo en ese momento, Nathan y Sofía bajaban por las escaleras, alertados por la voz de Kath.
-Ha... contraído un virus, o eso me ha dicho el médico que la atiende. -informó Henry con sumo pesar-. Quise avisarte por carta, pero su estado va empeorando a marchas forzadas. Por ello he venido enseguida hacía aquí. Temo que ella... no le quede mucho tiempo.
Mientras Henry hablaba, Kath sintió que todo le daba vueltas, las voces se oían a lo lejos mientras ella sentía los latidos de su corazón en los oídos, que todo se movía a su alrededor. Entonces, mientras oía la voz de Nathan llamándola, todo acabó volviéndose negro.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...