Katherine limpiaba el gran salón del segundo piso, entonces escuchó que abajo llamaban a la puerta y procedió a ir al recibidor que estaba en el primer piso, pero Sofía le había ganado la carrera pues había abierto la puerta antes que ella. Sofía queda totalmente sorprendida de ver al repentino visitante.
—Buenos días, Sofía —saludó un hombre más o menos de su edad, amable y vestido de mayordomo—. Ha pasado mucho tiempo.
—¡Cristopher! —exclama ella boquiabierta de la sorpresa, entonces sonríe contenta—. Sí que ha pasado tiempo... Más de 10 años.
—Si, como pasa el tiempo... Y con el envejecemos más y más —se mofa el hombre riendo con la mujer, entonces la abraza como buenos amigos—. Me alegra verte. Te veo tan hermosa como antaño.
—Tampoco vayas de galán conmigo ahora —dijo Sofía con humor—. Y... ¿qué te trae aquí?
—El Conde Sullivan mando una carta a mi señora y la he traído —respondió él con las manos a la espalda.
En ese momento la sonrisa de Sofía desaparece levemente por esa respuesta.
—¿Tu señora? ¿Quieres decir... la señorita Santander?
Katherine estaba limpiando las dos altas estanterías del gran salón subida a la escalera corredera. Le tenía un poco de miedo a las alturas, pero aun así debía hacerlo para terminar su trabajo.
Estirando un poco el brazo llegaba a la última estantería que tocaba al techo. Kath evitaba ante todo mirar abajo. El corazón estaba acelerado con solo saber que estaba a mucha altura.
«No mires abajo... No mires abajo...» Pensaba la chica de pelo caoba en todo momento, apretando los labios, y con un miedo inocultable. Finalmente termina de pasar la bayeta por la última estantería.
—Bien, ya está. —se dice así misma contenta.
—¿Has terminado de limpiar?
Katherine se gira automáticamente al oír esa voz. Se arrepiente enseguida de hacerlo. En el suelo ve de pie al amo Nathan, pero enseguida lo ve borroso. El verse a tanta altura le da una bajada de tensión y pierdes fuerzas y concentración. Nathan ve como la joven va echándose hacia atrás sin sujetarse bien a la escalera. Alarmado se coloca justo debajo y por suerte consigue cogerla al vuelo y caer de culo al suelo con ella en sus brazos medio desmayada..., Nathan preocupado examina y analiza lo ocurrido y siente que está un poco dolorido, pero sin nada grave, entonces mira urgido a la sirvienta para ver cómo se encuentra ésta.
—¡Oye! ¡¿estás bien?!
—¿Eh? ¿Qué ha pasado?
La chica mira desorientada a su alrededor, la pobre Kath no recordaba que había perdido la conciencia al mirar abajo. Entonces, se da cuenta de que está sentada en las piernas abiertas de su amo; sonrojada intenta ponerse de pie, pero Nathan se lo impide. La sujeta con fuerza obligándola a quedarse donde está, y la mira a los ojos serios y enfadado.
—¿Se puede saber que ha pasado? ¡Podías haberte matado desde esa altura por no sujetarte —dijo Nathan cabreado! Kath se muestra asustada por esa bronca inesperada.
—Lo-Lo siento mucho, es que yo...
—¿Qué pasa? ¿Acaso... tienes miedo a las alturas? —preguntó él viendo que la chica no sabía cómo responder. Pudo confirmar sus sospechas con el desvió de su mirada—. No pusiste nada de eso en tu expediente de empleada ¿por qué no lo has hecho?
—No creí que fuera importante —respondió ella sin mirarlo, avergonzada—. Creía que si ponía alguna dificultad que perjudicará mi trabajo...
—¡Tonta! —Grita Nathan interrumpiéndola en alto, asustando a la joven como a una niña pequeña—. ¡¿Y si no llegó a estar aquí?! ¡Podrías haberte matado por culpa de tu deseo de ser una perfecta sirvienta! A partir de ahora quiero saber todo de ti para no llevarme más sustos.
—S-Si señor.
—Joder, menuda estupidez la tuya de no poner esa fobia —exclama él quitándose un peso de encima, enfadado pero aliviado —Eres una mujer muy extraña y temeraria.
—Lo siento mucho...
Nathan inhala hondo por el enfado, pero se calma un poco con ello. La joven sirvienta tuvo el corazón en un puño por la bronca de su amo, pero fue a peor cuando vio como estaban los dos sentados en el suelo, sentada sobre las piernas abiertas de su amo y él abrazándola contra su pecho. Ante eso ella se sonroja hasta las orejas e intenta apartarse, pero él aprieta con más fuerza.
—A... Amo Nathan...
—¿Era verdad lo que me dijiste la otra noche? —preguntó él serio. Kath se puso tensa ante esa pregunta —¿Lo decías en serio? ¿O simplemente era una mentira para hacerme parar?
Katherine tuvo el corazón palpitando con tal fuerza que le dolía en el pecho, como si no tuviera suficiente espacio. Nerviosa y deseando escapar se apartó e intento irse corriendo, pero Nathan fue mucho más rápido y la alcanzo estando ambos de pie.
La chica, a pesar de que era su amo, forcejeó intentando soltarse sin mirarlo a la cara, asustada y a punto de llorar.
—¡Suélteme por favor!
—¡¿Por qué huyes?! ¡¿Acaso es verdad lo que me dijiste?! ¡¡¡¿LO ERA?!!!, ¡¡¡RESPONDE!!!
—Yo... yo...
Katherine entre lágrimas tuvo la cabeza gacha para no mirarle a los ojos. Sus manos estaban sujetas en alto ante Nathan, quién esperaba una respuesta inmediata. Quería aclarar ese asunto cuantos antes, aunque no sabía muy bien porqué ese interés, ella era una sirvienta, aunque le confirmara por segunda vez sus sentimientos, jamás podrían estar juntos como pareja, ambos venían de mundos totalmente diferentes.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...