Capítulo LXIX

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Mucha gente creía que aquella sería una noche como cualquier otra, pero no fue así. Todos los presentes en el salón principal del burdel quedaron sorprendidos por la brusca intromisión del conde Sullivan que además iba acompañado del sheriff y demás hombres. Esto junto a otros voluntarios apresaron a todo lacayo del barón que intentara resistirse mientras el conde se abría paso, con un objetivo en mente y nada más.

A pesar de estar bastante ebria, a Bárbara le agradó ver a Nathan después de tanto tiempo, esa felicidad fue efímera cuando lo vio subir a primer piso y abrir de una patada la puerta que daba a la habitación donde estaba encerrada la zorra de su sirvienta, quien ahora estaba reunida con el barón.

Todos la ignoraban, todos querían a esa sirvienta don nadie más que a ella. No era justo.

-Maldita seas...


-¡Nathan!

Katherine quiso ir junto a su amado nada más oír su voz, pero su captor tenía otros planes. En un instante, pasaba de estar tumbada con el barón encima a tener su espada pegada al pecho de él, de cara a Nathan, y con el puñal amenazando con cortarle el cuello.

-Un solo movimiento, querido primo, y ella muere.

En el momento en que Nathan vio el cuchillo afilado contra la garganta de Kath se quedo inmóvil donde estaba. Pudo oír como el sheriff y otros subían y luego se detenían en seco al ver lo que estaba pasando. Todo alrededor quedo en silencio, y Nathan solo tenía ojos para Katherine. El verla después de tanto tiempo, entera, lo alivio, pero no le gusto nada verla vestida como si fuera una vulgar ramera, que era como William y otros la veían. Pensaba hacerles pagar por todo.

-Suéltala, William -dijo Nathan-. Se acabo.

-Lo dudó mucho, querido primo -dijo William, entonces se inclinó sobre el oído de Kath-. Camina, despacio.

Kath no tuvo otra opción que obedecer, aguantando las ganas que tenía que soltarse y alejarse de ese tipo y de sus manos. Mientras una sujetaba el puñal, la otra la agarraba, pero también encontraba ocasión de manosearla ante los ojos de Nathan, provocándolo y burlándose. Ella se sintió humillada y sucia, pero aguantaba con todas sus fuerzas mientras daba un paso tras otro.

-Buena chica.

-Eres un cerdo asqueroso...

William hizo presión con el puñal para que se callara y ella obedeció. Nathan quiso disparar pero no podía arriesgarse a herir a Kath desde ese ángulo. Al verlos avanzar él retrocedió y les dijo a los demás con gestos que también retrodecieran. En el salón principal todo el mundo, tanto cliente como prostituta, ayudante de sheriff o esbirro, observaban en silencio lo que pasaba arriba.

En unos segundos William había salio con Katherine de la habitaicón y estuvo a la vista de todos, amenazando en todo momento a la chica con su puñal. En verdad la aparición de Nathan allí lo había pillado por sorpresa y tenía que encontrar la forma de poner huir. Su plan de casarse con Katherine y tener una buena posición social se había esfumado, pero ahora eso ya no le importaba.

-No hagas más locuras, Will -dijo Nathan sin bajar su pistola-. Será peor para ti.

-Nada de estos estaría pasando si te hubieras olvidado de ella cuando se marcho.

-No podía hacer eso, no cuando descubrí que Henry Jackson no era su hermano.

Esa información sorprendió tanto a William como a Katherine.

-Vaya, ¿en serio? -preguntó William con burla-. ¿Y cómo lo hiciste?

-Gracias a mí.

Nathan miró de reojo a Jeremy Edgington, quien junto a su padre el duque, habían subido hasta el primer piso para estar a la vista de William, quien se sorprendió mucho al ver al duque allí. Katherine también los vio, y al verlos pudo confirmar sus sospechas; ellos eran su padre y su hermano. Por su pelo y su color de ojos no había ninguna duda. Lo que le dijo William era cierto; ella era hija de un duque, y ahora le estaba viendo, llorando debido al montón de emociones que sentía dentro de sí.

-Su Excelencia -dijo William-, es un honor verle. Que pena que sea en estás circunstancias.

-Suelte a mi hija -exigió el duque con voz ronca-, hágalo y saldrá vivo de esta.

-Me gustaría creerle, de verdad -entonces miró a Nathan-, pero dudo que él me deje ir con vida, no después de todo lo que le he hecho a ella durante este tiempo -ante los ojos de todos, William manoseo los senos de Kath con su mano libre, haciéndola gemir-, me ha complacido en todo.

Nathan gruño, y no fue el único. No dudo en quitar el seguro de su pistola, apuntando a la cabeza de William.

-Te voy hacer pagar por esto, desgraciado de mierda.

-Cuidado con lo que haces -advirtió William, haciendo más presión con el puñal-, no querrás perderla a ella... y a tu hijo.

Cuando dijo aquello último, Nathan sintió que se le paraba el corazón por unos instantes. Miró a Katherine y pudo ver que su primo decía la verdad. Vio como ella apoyaba una de sus manos en su vientre, y ella asintió entre lágrimas.

Mi hijo, pensó él sin dar crédito. Katherine lleva a mi hijo en su vientre.

Estaba eufórico, asombrado, feliz, asustado... sentía de todo.

-Si quieres llegar a conocer a tu hijo junto a tu querida, deja que me vaya de aquí.

Nathan volvió de su trance y se volvió a concentrar en William. Por nada del mundo permitiría que hiciera nado a Katherine, y mucho menos ahora que iban a tener un hijo. Ellos eran más importante que su venganza. Por ello, a regañadientes, puso el seguro a su arma y la bajo.

-Esta bien -aceptó él-. De acuerdo.

William sonrió triunfal mientras Katherine cerraba los ojos resignada. Tenía muy claro que ese monstruo no pensaba dejarla marchar, estaba igual de obsesionado de ella como el resto de aquellos que la tuvieron en sus manos, y por ello cuando tuviera ocasión se la llevaría lejos con él.

Tenía que encontrar la forma de soltarse, pero no quería poner en riesgo a su hijo.

El sheriff y los demás aceptaron la decisión del conde a la hora de bajar el arma y dejar marchar al barón mientras este siguiera teniendo de rehén a la joven. Lo vieron bajar por la otra escalera bajo la atenta mirada de todos.

-No es nada personal, querido primo -dijo William, sin apartar la mirada de él y los demás-, a mi también me cautivo esta hermosa mujer. Estaba dispuesto a casarme con ella al saber que era hija de un duque. Así habría tenido una buena vida a mi lado, siendo mi hermosa esposa.

-Miserable canalla -gruñó ella asqueada.

El duque y su hijo desearon poder darle una paliza a ese hombre por sus palabras.

William estaba a punto de cantar victoria al estar en el salón rodeado de gente, a punto de alcanzar la salida con algunos de sus hombres, pero de repente escuchó pasos apresurados que se acercaban a ellos, y cuando miró de reojo en la dirección de la que provenían, quedo sorprendido.

-¿Bárbara?

Todos observaron a la joven con los ojos rojos de haber llorado y con una mirada de profundo odio. No le miraba a él, sino a Katherine, quien también la miro, sorprendida y alertada. Entonces todos vieron que Bárbara llevaba algo en la mano, que alzó contra Katherine.

-¡Todo es culpa tuya, puta!

-¡Bárbara!

-¡Nooo!

-¡Katherine!

En ese instante se oyeron gritos, disparos, gente corriendo y gente cayeron al suelo. Fue el caos.

-¡¡KATHERINE!!

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora