El marqués estaba de pie, frente a la pobre Kath que había sido secuestrada, y a su alrededor, notó que estaba en un cuarto húmedo y viejo, estaban varios de sus hombres, unos sentados donde podía y otros de pie.
Pero eso no era lo peor. Lo peor era verse en esa postura tan provocativa y vergonzosa. La ataron de tal forma, que le era imposible cerrar las piernas y apartar a quien quisiera echársele encima. No tardó en ruborizarse.
-Bienvenida a mi morada, señorita Jackson -saludó Josef mientras fumaba un cigarro ante ella- Se llamaba así ¿verdad?
-¿Por qué estoy aquí? ¿Qué quiere de mí? -preguntó ella, intentando mantener la calma ante esa situación.
-¿Qué que quiero? Bueno... hay muchas cosas que quiero, señorita Jackson -respondió él, paseando de un lado a otro con calma y tranquilidad-, Pues quiero tener una casa grande cerca de la playa, tener hijos que se parezcan a mi... y también -dijo cogiendo la barbilla de la chica para alzarla y obligarla a mirarle-; hacer sufrir al hijo de puta Nathan Sullivan, claro está -Kath vio la frialdad y crueldad en esa mirada-. ¿Entiende ahora porqué está aquí, señorita Jackson? -preguntó mientras la soltaba y deslizaba el dedo índice por el cuello de la chica y bajaba hasta su escote, desabrochando algunos botones- Me han dicho que no solo haces trabajo de limpieza y otros quehaceres de sirvienta, sino que... también le sirves a tu amo en la cama, siempre que te lo pide.
Kath sintió un palpito en el pecho que la asustó hasta los huesos. Todo aquello fue obra de Bárbara, ahora lo entendía todo. El encargo a la ciudad, el encargo de Cristopher, el cambio repentino de la rubia con ella, todo estaba muy claro, Bárbara lo estaba preparando todo para quedar libre de sospechas para Nathan. Fue ella quien le propuso a Josef Cortés secuestrarla y perjudicar a Nathan. Ahora que lo entendía, no pensaba dejarse vencer., no pensaba dejar que perjudicarán a su amo por su culpa, como sirvienta de la mansión Sullivan y por el amor que le tenía a Nathan, era claro que debía evitarlo.
-Se equivoca, señor Cortés -dijo ella, seria y con la cabeza girada- Yo... solo soy una simple sirvienta. Nunca me he acostado con mi amo Nathan, y nunca lo haría. Eso va en contra de mis deberes como sirvienta.
Esa respuesta y esa actitud sorprendieron mucho a Josef y a sus hombres; pasó de ser una chica asustada a una sirvienta educada. Eso sorprendió mucho al marqués, pero... también lo excitó.
Con una sonrisa, se subió a la mesa, sorprendiendo a la chica, la arrinconó con las manos a cada lado por debajo de sus brazos estirados, y con las piernas, curvo hacia arriba las de ella, subiendo su falda hasta las caderas.
La chica ante eso se alteró e intentó forcejear, pero las cuerdas estaban duras y bien atadas.
-¿En serio? ¿No te ha follado nunca? -preguntó el marqués con sarcasmo y seducción, mirándola a los ojos-. ¿Me vas a decir... que Nathan teniéndote en su casa no ha probado a una hembra como tú? No me lo creo... Nathan Sullivan no es así de idiota.
-Usted no conoce tan bien a mi amo, señor Cortés -dijo Kath, intentando estar calmada-. Está perdiendo el tiempo conmigo.
-¿Eso crees? Bueno, tendremos que comprobarlo. ¿Que me decí, muchachos? -preguntó él, y todos sus hombres rieron estando de acuerdo. Entonces, agarró la ropa de Kath por el pecho-. Vamos a ver hasta dónde eres capaz de llegar por tu querido amo.
Acto seguido, Josef tira de la prenda hasta abrirla en par y ver los rosados senos de la joven. Esta ante eso se mueve en protesta, pero de nada sirve. Después, el moreno coge sus senos con cada mano y los aprieta y masajea suavemente.
Kath no tarda en sentir un hormigueo de excitación dentro de su cuerpo, bajando hasta su sexo. Sonrojada y avergonzada desvía la cabeza... Las manos grandes y fuertes del marqués masajean los senos, endureciendo los pezones con los dedos, y luego lamerlos y chuparlos delante de sus hombres.
Kath acaba jadeando y gimiendo por la excitación que crece a momentos. Intenta aguantar todo aquello.
-Será peor si te resistes a sentir, pequeña sirvienta -aconsejó el marqués mientras saboreaba esos erectos senos, Kath apretó las manos y los dientes, sintiendo como su cuerpo temblaba, pero no como le pasaba con Nathan- ¿Sabes una cosa? La primera vez que te vi, quise probarte entera, o, mejor dicho, tenerte para mí y mis chicos... Estoy casado con una mujer hermosa y perfecta en la cama, pero aun así... quise follarte hasta saciarme -contó, luego mordió el pezón con los dientes.
-¡Duele!
-Oh... parece que has reaccionado -observó él coqueto, ella se aterra, mirándolo con lágrimas en los ojos-. Bien, sigamos...
-¡N-No! ¡Detente! ¡Ah!
Josef saboreó su cuerpo entero mientras la despojaba de sus ropas, rasgándolas en medio hasta llegar a la falda, que, en lugar de abrirla, simplemente la subió hasta por encima de la cintura y se inclinó entre sus piernas.
Kath sudaba y temblaba de miedo y vergüenza. Cuando tuvo su primera vez con Nathan también estuvo nerviosa y expuesta, pero esto era muy diferente; con los ojos entrecerrados, vio como los hombres observaban, reían y disfrutaban del espectáculo.
-Vaya... aquí abajo ya está listo, está muy húmedo -dijo Josef viendo como la vagina estaba mojada. Le tocó su clítoris y Kath reaccionó- Si... así es como me gusta. Preparada... y dispuesta a todo.
-Por favor... No... Se lo ruego... No lo haga... ¡Por favor...! -suplicaba la chica llorando de miedo y desesperación.
-Oh... Entonces, ¿admites que eres la amante de Nathan Sullivan? Si lo haces, pararé -prometió él, sujetando sus piernas por detrás de los muslos, listo para entrar en ella-, vamos, ¡dímelo!
Kath deseaba huir de ese infierno y para ello solo tenía que confesárselo, pero, algo le decía que no debía. Decir la verdad para salvarse sería traicionar a su amo y perjudicarlo. Por ello, se mordió el labio inferior, y no dijo nada.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...