Capítulo XXII

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La joven de pelo caoba no daba crédito a lo que estaba pasó con aquella rica y extraña mujer. Kath concluyó que la señorita Bárbara tenía brotes de enfado y otros de buena persona. Al menos, eso quiso creer.

—Bueno, tendré que bajar a la ciudad —se dijo ella suspirando. Bajar a la ciudad era una buena caminada, y el regreso peor porqué era todo subida—. Lo mejor será que vaya ahora, antes de que se haga más tarde.

—Señorita Jackson —llamó una voz de hombre mayor. Kath se gira y ve que se trata del mayordomo de Barbara—, la señorita Bárbara me acaba de avisar de su encargo y me ha pedido que la acompañe para que no camine tanto.

—Oh... De acuerdo.

La joven sirvienta se preparó para bajar a la ciudad mientras Cristopher preparaba el carruaje. Una vez listo todo, Kath se sube al carro y bajan a la ciudad. la entrada estaba siendo observada por el conde Sullivan, extrañado por la marcha de Kath con ese mayordomo sin haber sido informado de ello. En ese momento Nathan estaba reunido con Sofía y Jon para tratar unos asuntos.

—Sofía, ¿le has encargado algo a Kath para que vaya a la ciudad —preguntó sin dejar de mirar por la ventana y fumando un porro.

—¿Eh? Para nada, mi señor —aseguró la ama de llaves extrañada—. Ella todavía tiene la mano lastimada, así que evito darle tareas pesadas. Debería haber acabado ahora de tender la colada.

—¿Entonces, por qué...?

—La he mandado yo, querido.

La joven rubia con su vestido azul marino hacía su aparición en el despacho, la puerta se encontraba abierta. El conde se gira a ella al igual que los otros dos, que estaban igualmente extrañados por su aparición repentina y esa información inesperada. Nathan miró directa y fijamente a la rubia, que lo miraba tranquila y sonriendo levemente. 

—¿Para qué la has mandado a la ciudad con tu mayordomo, Bárbara? —preguntó Nathan, sin disimular su desconfianza.

—Tenía unos encargos que recoger, y me pareció buena idea confiárselo a ella. Cristopher va con ella para que no baje y suba ese largo camino —explicó la joven con una sonrisa inocente y tranquila—. No te preocupes, no es nada pesado para su mano.

—¿Qué encargos son esos?

—Es una sorpresa, querido —respondió la rubia algo coqueta—. Sé paciente hasta la noche, ¿vale?

Nathan la miró con los parpados entre cerrados, totalmente desconfiado y molesto por esos aires de misterio. De todos modos, no le dijo nada delante de sus empleados, y la chica se marchó sin más, y sin cerrar la puerta al salir.

Sofía y Jon se giraron a su señor sorprendidos y extrañados por el comportamiento de la chica, quién no había dejado de quejarse de Kath hasta hacía dos semanas. Ahora era todo lo contrario, era amable con ella cuando le pedía favores personales, y vigilando de no lastimar más su mano.

—¿Ocurre algo, señor? —preguntó Jon algo inquieto—. ¿Qué le pasa ahora a la señorita Bárbara?

—No lo sé... pero poco me importa mientras sepa comportarse en mi casa —respondió el conde, algo preocupado también, pero disimulando—. Sigamos con el trabajo pendiente, ¿cómo dices que van las ventas este mes?

Ya en el pueblo Katherine se encontraba completando el encargo de la señorita Bárbara.

—Aquí tiene la colonia de rosas, tal y como la señorita Santander nos pidió. —dijo la empleada de la perfumería.

—Muchas gracias —dijo Kath recibiendo el pequeño frasco de cristal con un líquido rosa transparente dentro—. Ya está pagado ¿verdad?

La empleada asiente con una sonrisa, y Kath guarda la colonia junto con las prendas de vestir que ya había ido a recoger... Con eso, ya estaba cumplido el recado de Bárbara. Tal y como ella dijo, le sobraba bastante dinero, como para comprarse una joya o... La verdad, es que Kath se fijó en una colonia de esa tienda. Una en un frasco redondo donde indicaba que era olor a lirios. Se acercó a la parada donde estaba la supuesta colonia en cuestión. La empleada que la atendió la sigue al verla mirar otra colonia. 

—¿Le interesa esa colonia también, señorita?

—Ehm... pues —dijo Kath insegura—, la verdad es que sí. Pero no sé si...

—Permítame.

La empleada abre el cristal vertical para coger el frasco y aplicarle un poco en la muñeca de la joven, ésta se alarma, pero enseguida aspira ese olor dulce y agradable, y eso que no se había inclinado para olerlo. El aroma a lirios del perfume era agradable.

—¿Le gusta?

—Sí, mucho —admitió ella sonriendo—. ¿Cuánto cuesta?

Una vez que Kath compra la colonia, sale de la tienda con una sonrisa de oreja a oreja, totalmente encantada por su pequeño capricho. Su primer capricho caro en esa ciudad… Al salir, ve el carruaje con Cristopher esperándola junto a la puerta mientras fuma un cigarro. La calle central de la ciudad estaba ahora repleta de gente. A esa hora siempre salía la gente a la calle para aprovechar el día. 

—Ya está Cristopher. Ya tengo los encargos de la señorita —anunció ella al estar ante él, mostrando las bolsas—. Ya podemos irnos.

—Muy bien —dijo el mayordomo, tirando el cigarro al suelo y pisándolo luego con el pie—, pero, antes de volver tenemos que desviarnos.

—¿Qué?, ¿Por qué?

—La señorita Bárbara me ha pedido que lleve unos documentos a unos socios de su padre, que viven cerca de aquí —informó el hombre serio pero relajado—. No le importa ¿verdad? Así me ahorro camino.

—Está bien, no hay ningún problema —aceptó la joven con una sonrisa amable—. Venga, vámonos, pronto se hará de noche.

Kath se sube al carruaje tras guardar las bolsas atrás con ayuda de Cristopher, y éste, entonces se sube al frente para conducir a los caballos y una vez en camino, la joven se relaja un poco. Tardarían más en volver a la mansión, pero no le importaba.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora