Capítulo XLIV

1K 54 1
                                    

Esther la observó y pudo ver el tormento que su amiga aún tenía en su mente.

―En honor a la verdad te diré que sigo teniendo pesadillas de lo vivido, pero no puedo permitir que eso me hunda. De hacerlo, ese desgraciado y sus hombres ganan. Y eso más fuerte que todo eso.

―En eso tienes razón ―coincidió Kath―. Tras conocerte mejor, he visto que tienes mucha...

―¿Fortaleza? ¿Calma? ¿Serenidad? ―número Esther con orgullo.

―Un poco de todo eso, sí ―dijo Kath―. Reconozco que... me das un poco de envidia.

―¡¿Envidia?! ―exclamó Esther sorprendida―. ¿Pero qué estás diciendo mujer? Tu eres más fuerte de lo que crees. Lo veo con estos ojos ―se señaló sus dos ojos con el dedo índice.

Kath se ríe, agradecida. En ese mismo momento aparece Jon con un vaso de limonada fresca. Ella se lo agradece educada, pero enseguida apartó la mirada de él.

Jon ve que ella no va a perdonarla, por lo que decide retirarse, dejando a su hermana en buena compañía. Esther agradece estar separada de su hermano por un rato, y se lo agradece a Kath.

―Bueno dime; ¿qué tal todo por la mansión Sullivan? ¿El conde te da mucha guerra?

Al escuchar eso Kath se atraganta con la limonada y empieza a toser con fuerza. ¿A qué se refería? ¿Acaso... Jon le había contado algo? ¿Había sido capaz? Se preguntó ella alterada.

―¿Qu...? ―tosé― ¿Qué quieres decir?

―Por tu tobillo, por supuesto ―aclaró Esther, dándole palmadas en la espalda―. Debe costarte hacer según que tareas en la casa, ¿no?

―Ah... ―Kath se alivió al entender que hablaba de su trabajo de sirvienta―. Sofía se encarga de que no haga demasiados esfuerzos. Aunque eso ahora sería complicado.

―¿Y eso?

―Por la llegada inesperada de un pariente del amo ―respondió ella. Recordó la conversación con Nathan sobre su "odioso" primo―. Su primo, un tal William Ashford.

* * *

Nathan alza la vista cuando la puerta de su despacho se abre, viendo entrar a Sofía.

―La habitación de vuestro primo está ya preparada, mi amo.

―Bien. Puedes retirarte por ahora. Gracias Sofía.

Sofía acata su orden haciendo una reverencia. Mientras ella sale, Nathan un aparta la vista de una noticia escandalosas de hace varias semanas, sobre su primo:

El Barón de Logroño, acusado de varias violaciones a criadas de familias ricas.

Nathan aprieta los nudillos entre sus dedos cruzados, temiendo lo peor con William en casa.

Pronto sería la hora de la comida, y muchos iban a casa después de una mañana de trabajo. Muchos de los trabajadores que se encargaban de los campos del conde Sullivan iban por la calle principal de camino a casa con sus esposas e hijos, si tenían.

Uno de ellos, un joven que recién había empezado a trabajar en los campos, vio por delante suyo a la nueva sirvienta del conde; a la señorita Katherine Jackson.

Toda la ciudad ya había oído hablar de ella y de lo que el Marqués de Puerto Rico le había hecho. Otros incluso la conocían en persona, ese joven entre ellos. La describen como una mujer amable y dulce, alegre y simpática.

O al menos así era siempre. Pero el joven al verla de cerca vio que ese día no era así.

―¿Señorita Katerina?

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora