Capítulo LXXII

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Tres días después...

Los días de sol y cielos despejados quedaron atrás para pasar a ser días lluviosos y nublados. Sentada en una butaca en uno de los salones, junto a una mesilla con una taza de té y unas pastas, Katherine volvía a leer la última carta que Elizabeth Jackson le había escrito antes de morir.


Mi querida Katherine;

Rezó para que te llegue esta carta antes de que la muerte decida llevarme con ella. Te estoy escribiendo esta carta con una enfermedad que estaba acabando rápidamente con mi vida. El médico ya me ha dejado claro que no hay nada que hacer, y Henry no disimula muy bien su agrado por ello. Lo siento en mi ser, mi niña. Muy pronto dejaré este mundo. No quiero irme sin haberte contado toda la verdad sobre ti y tu familia. Tu verdadera familia.

Sí, mi niña, así es. Tu verdadera familia, pues yo en realidad no soy tu verdadera madre, y Henry tu verdadero hermano mayor. Ojala no fuera verdad, pero la es. Y espero que leas esta carta antes de que Henry llegué e intenté llevarte con él.

Seguro que estás hecha un mar de dudas ahora mismo, y lo entiendo. También entenderé que estés muy enfadada conmigo por ocultarte la verdad de tu origen y de tu familia. Me lo merezco. Cuando te lleve conmigo no pensaba con claridad. Mi deseo de tener una hija fue demasiado grande como para pensar en las consecuencias, y estoy dispuesta a aceptar el castigo que me espera en la otra vida. No tengo derecho a pedirte perdón, pero si que seas feliz con tu vida, decidas lo que decidas.

Si estás leyendo esta carta es que has logrado protegerte de Henry, o al menos te has liberado de él para estar con los tuyos al fin. Tomé medidas y mande otra carta a tu verdadero padre, el duque Alphonse Eddington, para que te encuentre en la ciudad donde ahora vives. Henry ya se ha marchado y estoy segura de que va hacia allá ahora para llevarte con él. Henry cree que me ha podido ocultar la obsesión enfermiza que tiene contigo, pero se equivoca. Tiene maldad en su ser y lamento que sea así, espero de corazón que encuentre salvación para su alma algún día.

Respeto a tu padre, te diré que él y su familia con gente maravillosa y buena, de las pocas familias de alta cuna que por tener dinero no se sienten superiores a los demás, que utilizan su poder para proteger a aquellos inocentes de gente mala. Espero que llegues a conocerles y ser feliz con ellos, como debiste serlo si yo no hubiera intervenido injustamente.

Espero de todo corazón que seas muy feliz en tu vida sin mí. A pesar de mis errores, siempre te he querido como a mi propia hija. Siempre he estado orgullosa de ti por querer seguir tu sueño, aunque supongo que ese sueño se debe a mi persona, y ahora que sabes la verdad no querrás saber nada de ello, y lo entenderé. Aun así espero que seas feliz hagas lo que hagas, y llegues a tener un hombre que te ame por como eres y no por lo que eres.

Sé feliz, mi niña. Siempre te querré. Te deseo lo mejor en la vida.

Adiós.

ELIZABETH


No importaba cuántas veces la leyera, Katherine siempre acababa llorando a moco tendido al leer la última carta de la mujer que había sido su madre toda su vida. Debía odiarla por haberla raptado, de haberla separado de su verdadera familia, pero era incapaz de hacerlo. La había educado bien, no le había faltado nunca comida y un techo donde dormir, había ido al colegio con otros niños, la educaron para ser una señorita, y tuvo libertad, cosa que no muchas chicas podían decir tener.

Elizabeth la había criado y cuidado bien, y por ello le estaba agradecida. Lamentaba no haber podido ir a verla una última vez y despedirse de ella. La echaría de menos. Por ello volvió a besar la carta, despidiéndose de su madre adoptiva antes de volver a guardar la carta en el sobre e intentar calmar sus emociones.

-¿Katherine? ¿Estás bien?

Katherine giró la cabeza al escuchar la voz de Esther, y al verla en la puerta del salón sonrió contenta de verla.

-¡Esther! -Ella se puso en pie y fue a recibirla con un abrazo de oso que su amiga le correspondió con el mismo entusiasmo-. Cuanto me alegro de verte.

-Y yo a ti. Me alegra verte despierta y recuperada. -Esther se apartó para mirarla de arriba abajo-. ¿Estáis bien?

Katherine asintió con fervor. -Sí, lo estamos.

Esther suspiró aliviada, contenta por su amiga. Lo último que deseaba es que lo reciente hubiera provocado la perdida de la criatura. Por suerte no era así, y solo había que lamentar un corte en la mano que ahora estaba apenas cubierto por un vendaje. Katherine acompaño a Esther hasta las butacas donde ellas tomaron el té con pastas, sin que nadie las molestará.

Tras despertar de su letargo, Katherine fue informada por su verdadera madre, la duquesa de Barcelona, de lo que había pasado en el burdel y del destino de todos aquellos que estaban tras su desgracia.

William Ashford había muerto de un disparo en la sien por Nathan; Bárbara Santander, tras su arrebato de intentar matarla había caído en un trance donde no pasaba de decir que había logrado acabar con la zorra que le había robado a Nathan y que ahora él estaría con ella, y así se quedo, debido a ello fue enviada a una clínica especializada donde sería tratada de por vida; el Marqués de Puerto Rico y su esposa habían sido detenidos por secuestro, violación en masa, prostitución y otros crímenes, él sería sentenciado a muerte mientras que ella sería encarcelada el resto de su vida.

Katherine sería verdadera pena por el destino de todos ellos, pero ellos mismos habían decidido su propio camino con sus actos, y debían responder por ellos. Ahora ella estaba a salvo de cualquier villano que quisiera hacerle daño a ella para lastimar a Nathan.

Al pensar en él recordó que aún no había tenido ocasión de verlo. Y él tampoco había ido a verla desde que despertó. Ese detalle hizo que se extrañara.

-Esther -llamó ella-, de camino aquí, ¿has visto a Nathan?

-¿A Nathan? Pues no. -respondió la chica-. Creo haber oído que está con Jon revisando el campo y el ganado.

-¿Con esta lluvia? -preguntó Katherine con el ceño fruncido.

Esther encogió los hombros. -El trabajo es el trabajo, ya llueva o haga sol. Las propiedades del Amo Nathan deben revisarse a diario para que todo este en orden, y él siempre esta al pie del cañón.

-Sí, supongo que si.

Esther pudo notar que su amiga estaba cabizbaja y apenada. Algo le pasaba y quería ayudarla.

-¿Qué te pasa? -preguntó preocupada-, ¿Es la mano?, ¿Es el bebé?

-No, no. Nada de eso, descuida -aseguró Katherine-. Es que... no he tenido ocasión de ver a Nathan todavía. Y él tampoco a venido a verme aún.

-No, ¿en serio lo dices? -preguntó Esther sorprendida. Kath asintió.

La chica de pelo castaño claro y ojos claros no se lo podía creer, y entonces recordó que su hermano Jon también le comentó que Nathan estaba casi siempre en el campo con él trabajando o en el despacho según Sofía, y cuando le preguntaban por Katherine, cambiaba de tema.

Algo había pasado para que Nathan, quien era el primer interesado en estar siempre al lado de Katherine, y más ahora que ella esperaba un hijo suyo y están comprometidos, no estuviera a su lado.

-¿Ha pasado algo entre vosotros? -preguntó Esther, intentando no ser muy indiscreta.

-No, que yo sepa. -respondió Katherine-. Sofía me a contado que él a estado velando por mí los días que he estado inconsciente. No entiendo porque no ha venido a verme al despertar.

-Seguro que no es nada -intentó calmar Esther-, será que se le ha acumulado el trabajo y quiere zanjarlos para así estar libre para ti. No te preocupes.

Katherine disimuló esta de acuerdo con su amiga, pero algo dentro suyo le decía que había algo más, y quería saber el qué. Se tocó el vientre, temiendo el futuro de los dos.

Sin que ellas dos lo supieran, la duquesa Caroline había escuchado la conversación a escondidas. Tras meditar un momento, se marcho sin que notaran su presencia allí. Ella tenía una idea de porque el Conde Sullivan se mantenía apartado de su hija, y por ello fue a buscar a su marido.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora