Capítulo XIX

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Katherine estaba un poco conmovida debido a que Nathan la había protegido de esa manera; a pesar de ser una simple sirvienta. Sin lugar a duda Nathan le había dado su lugar y la había hecho respetar en frente de la señorita Bárbara. No pudo evitar sentirse feliz, aunque fuera por unos instantes. Todavía le costaba creer que su amo, el Conde Nathan Sullivan, le amara.

—¿Estás bien?

Katherine se dio vuelta sorprendida, era la voz de Bárbara Santander. La rubia estaba de pie, asomada en el umbral de la puerta que estaba a espaldas de la joven sirvienta, puerta opuesta de donde había salido Nathan para buscar las gasas.

Kath tragó saliva al verla, temiendo que estuviera aún más enfadada por el trato recibido por su prometido. Había sido educada para ser una buena sirvienta, y por ello se puso en pie y le hizo una reverencia a la joven rubia vestida de azul marino.

—Señorita Bárbara —saludo ella—, ¿Desea algo de mí?

—Siéntate, por favor —pidió la rubia seria, pero no enojada. Kath se sorprendió de ese "por favor", pero disimuló el asombro—. Siento mucho haberte lastimado la mano de esa manera. No estaba en mi derecho a tratarte de ese modo, fue inhumano.

La joven de ojos verdes como las esmeraldas alzó la cabeza sin poder evitarlo, y entonces vio algo que la sorprendió aún más... Pudo ver en la cara de Bárbara culpa y arrepentimiento.

La prometida de Nathan Sullivan, Bárbara Santander, estaba arrepentida de su acto y pidiéndole disculpas a ella, una simple sirvienta, era algo insólito, por no decir escalofriante para Kath que ya conocía lo suficiente a Bárbara para saber que no era de ver a los sirvientes como personas, solo mascotas que sirven para hacer lo que ella ordenaba, como si fuera una reina o algo más poderoso... Es más, trataba a los sirvientes novatos como ganado, eso había quedado en evidencia con el poco tiempo que estaba en la Mansión Sullivan. Creía que, siendo la prometida de Nathan, podía hacer lo que quisiera, pero antes ya vio que no era así, y pagó el preció con una fuerte bronca por parte de su prometido.

Hasta ese momento pensó que la conocía, al menos en ese aspecto, pero tal vez se había equivocado al juzgarla tan rápido. Kath veía que la rubia tenía la cabeza baja, esperando a que le dijera algo para calmar su conciencia, Kath se sentía nerviosa, sencillamente no sabía que decirle. Viendo que no decía nada, Bárbara se acercó a ella y le cogió la mano lastimada con mucho cuidado para examinarla.

—Esto está a medias... —vio Bárbara seria y centrada.

—No quedaban gasas, Na-... El amo Sullivan ha ido al almacén a por más —dijo Kath nerviosa, evitando decir algo inapropiado.

—¿A bajado él? ¿Por qué no ha ido un criado?

—Insistió ir él a buscarlo. No logré hacerle cambiar de idea —respondió Kath sin mirarla a la cara—, esto no es nada, se curará pronto.

—Lo dudo mucho, podría empeorar —dijo Bárbara mirando la zona lastimada por varios ángulos.

—No porqué acaban de ponerle yodo para la inflamación —explicó Kath con naturalidad y humor—. No se preocupe, no es nada.

—Es cierto, todavía no es nada grave —dijo Bárbara en susurro.

—¿Eh? —confundida, sintió como la mano de la rubia apretaba sus nudillos lastimados hasta hacerla gemir de dolor—. Ugh...

—Te crees muy afortunada ¿no es así? —dedujo la rubia con arrogancia y sarcasmo, mirando a la chica sufrir— No creas que, por ser la criada favorita de mi prometido puedes librarte siempre. Si vuelves a hacer algo mal... lo lamentarás el resto de tu vida.

—Señorita, me hace daño...

—Espero que Nathan no se haya rebajado por las faldas de una vulgar esclava como tú —dijo Bárbara con sarcasmo y burla—. La verdad, estarías mejor en un burdel sirviendo a los hombres que esperan en fila para follarte hasta reventar, ahí sin dudas te sentirías mejor que aquí.

Kath dejó de gemir para aguantar el dolor. Bárbara apretaba; y apretaba con fuerza, incluso hasta hacerla sangrar al haber clavado sus largas uñas en la piel. Kath se quejó, pero se mordió el labio inferior para no gritar... De reojo vio como la rubia disfrutaba de ello. De pronto, ambas oían pasos acercarse y supieron enseguida que era Nathan que traía consigo la gasa. Barbará soltó rápidamente su mano y Kath la protegió con su mano sana, jadeando aliviada pero también agotada de aguantar tanto el dolor.

—Me ha costado, pero he encontrado la gasa —informó Nathan entrando en la cocina con humor, entonces vio a Bárbara sentada ante Kath, mirándole a la cara—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Yo? Nada, lo juro —dijo ella a la defensiva— Solo... quería ayudar a esta chica por haberle lastimado, solo quería pedirle mis más sinceras disculpas.

—¿En serio?

—Sí señor, eso hacía. —dijo Kath poniéndose de pie ante él y mirándolo con una sonrisa—. La mano ha empeorado un poco y la señorita ha insistido en examinarla en su ausencia.

Nathan miró extraño a ambas, una a una. Estaba claro que algo había pasado entre ellas mientras estaba en el almacén. Entonces, Nathan miró fijamente la mano lastimada, vio que ésta sangraba un poco.

—¡Estás sangrando...!

—Ah —exclamó la chica—, lo siento mucho, me dolía tanto que...

—Estúpida, el yodo en una herida abierta puede ser peligroso —dijo Nathan dándole la bronca—. Tendremos que limpiarla y vendarla de otra forma que no se infecte.

—Nathan —llamó Bárbara poniéndose en pie—, eso puede hacerlo otro sirviente o...

—Yo cuido a mis sirvientes, Bárbara —gruñó Nathan, mirándola con enfado—. Y espero que eso signifique algo para ti, sobre todo por lo ocurrido con Katherine.

La rubia sintió un escalofrío al volver a ver esos ojos fieros de su prometido. Tragó saliva y agacho la cabeza.

—Sí, lo he entendido... No volverá a pasar, lo juro —prometió ella seria y obediente.

—Bien —aceptó él con frialdad—. Te veo a la hora de la cena.

Con eso, Bárbara entendió que era echada del lugar sin admitir discusión. Con una elegante y sencilla reverencia se marchó. Cuando estuvo yendo por el pasillo, cerró los puños con fuerza y se mordió el labio inferior hasta sangrar.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora