Un mes después...
Tras unas semanas secas y soleadas, llegó la tan conocida y no tan querida tormenta tropical que siempre arrasaba con todo a su paso. Para suerte de el Conde Nathan Sullivan, sus campos, la mayoría, se salvaron ya que apenas habían crecido tras la nueva plantación. Lo que recibió el mayor golpe fueron los establos de ganado, eso sí que supuso trabajo para Jon y sus hombres.
Nathan no se quedó de brazos cruzados y echó una mano con sus trabajadores, cosa que a ellos les encantó ver. Su amo siempre había sido distinto al resto de patrones, y lo agradecen. Lo que ellos no sabían es que Nathan aprovechaba esa ocasión para observar de cerca al que era su capataz y mejor amigo.
«Jon descubrió que te estabas tirando a esa chica y no dudó en querer probarla también. Lo intentó no hace mucho en los establos, por lo que me contó él mismo. Estaba bastante borracho pero aún así... Si no me crees, preguntaselo a él. A ver si es capaz de mirarte a la cara».
Desde que su odioso primo le confesó aquello no podía quitárselo de la cabeza, eso y otras cosas que más tarde le dijo Kath sobre la esposa de Josef y Sofía. Todo le preocupaba, pero lo de Jon se llevaba la perra gorda.
¿De verdad su mejor amigo y capataz se había enterado de su romance con Kath, y por despecho había intentado abusar de ella a pesar de todo lo que Kath y Esther pasaron en manos de Josef y sus lacayos?
Nathan quería respuestas, y ya había esperado demasiado para tenerlas. Tenía que hablar con él.
En ese momento él regresaba al establo con el ganado, satisfecho de el pasto comido, junto a otros jinetes que guiaban a los animales hasta el renil donde se quedaban. Desde su montura, a lo lejos, Nathan pudo ver a Jon terminando de arreglar una de las puertas de los establos.
Ese era el mejor momento para dar el paso y aclarar algunas cosas entre ellos.
―Jon ―el capataz al oírle se volvió y le vio montando en su semental―. Tenemos que hablar.
* * *
Mientras tanto, en la Mansión Sullivan se estaba preparando una comida al aire libre para todos los trabajadores que se habían esforzado duramente para reparar los desperfectos de la tormenta. Era una forma de darles las gracias de parte de Nathan, quien veía a sus empleados como buenos hombres, más que simples trabajadores de sus tierras y ganado.
Una de las tareas de Katherine era preparar los bocadillos variados dulces y salados, y no lo hacía sola. Esther, la hermana menor de Jon, había vuelto a la mansión, a su puesto de sirvienta, tras recuperarse de sus heridas, y en ese momento ayudaba a su nueva mejor amiga a preparar la comida.
El tener a su compañera y amiga consigo hacía que Kath tuviera una sonrisa de oreja a oreja. Ya era hora de que pasaran cosas buenas a su alrededor, no solo las malas.
―Hoy te veo muy sonriente ―comentó Esther, preparando pequeños bocadillos de jamón curado y queso―. ¿A qué se debe?
―Es evidente ―respondió ella, terminando de untar paté de hígado en otros bocadillos―. Me alegra mucho tenerte aquí. Y el verte tan bien.
―Y a mí ―Esther sonrió encantada―. Tenía muchas ganas de volver. El reposo era agotador.
Las dos muchachas se echaron a reír sin dejar de preparar los aperitivos y bebidas.
Tras la marcha de William Ashford, Kath se enteró de que Nathan permitiría la reincorporación de Esther como sirvienta. Ese dato la sorprendió mucho, y fue cuando Sofía le informó en qué efecto trabajaba en la mansión como sirvienta antes de que Josef Cortés la secuestrara para fastidiar tanto a Nathan como a Jon. Todo aquello sorprendió a Kath, pero estuvo feliz de tener a Esther con ella allí.
Con Esther en la casa, las horas de trabajo serán más llevaderas. Al menos durante la jornada.
Kath seguía preocupada por el asunto de la marquesa y de William. Aunque él se había marchado no podía dejar de pensar en lo que sintió cuando él los observaba a ella y a Nathan en pleno coito. Tampoco podía dejar de estar inquieta por el posible escándalo que supondría que su romance con Nathan saliera a la luz por culpa de la marquesa, pero Nathan le aseguró que se ocuparía de ello.
Él le pidió que confiará, y eso hacía a pesar de su preocupación. Ahora que Esther estaba con ella podía disminuir un poco su lista de tareas y tomarse con más calma su trabajo y su estrés. A veces el trabajo no es la mejor medicina para tener la mente ocupada. Ella quería ser una perfecta sirvienta como su madre, pero no a cualquier precio. Debía ir más despacio.
Al pensar en su querida madre se percató de que llevaba varias semanas sin recibir noticias. Cada semana le mandaba una carta larga y detallada de su día a día, sin narrarle por supuesto los sucesos desagradable de su secuestro, y tampoco su romance con el amo. Aparte de todo eso le contaba lo feliz que era en su nuevo hogar y en su trabajo.
No era propio de su madre el estar tantas semanas sin escribirle. Era muy extraño, preocupante.
Esther vio que su compañera se había quedado parada y pensativa.
―¿Kath? ¿Pasa algo?
―¿Eh? ―Kath se dio cuenta de que se había quedado ensimismada―. Perdona. No es nada.
―¿Seguro? ―preguntó Esther, para nada convencida.
―Señorita ―dijo la voz de Sofía, quien entraba en la cocina en ese momento―. Ir acabando ya mismo, el amo Nathan está llegando con todos los trabajadores.
Tanto Kath como el resto de las criadas se apresuraron a terminar sus tareas para llevarlo todo a las mesas preparadas en el jardín delantero de la mansión. Esther siguió preocupada por su amiga. Algo le preocupaba y quería ayudarla. Ya tendría ocasión de saber más.
Mientras las sirvienta servían la comida y la bebida, atendiendo a los trabajadores que llegaban hambrientos y agradecidos de ese detalle por parte de su amo, esté entraba en la mansión con Jon siguiéndolo de cerca. Sofía fue testigo de su entrada, y vio a ambos muy serios, sin percatarse de su presencia. La ama de llaves temía esa seriedad. Algo le decía que Kath tenía algo que ver con ello.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...