Capítulo XL

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―¿Katherine?

Nathan se sorprende al ver que ella de repente empieza a llorar, mirándolo a los ojos entristecida e insegura.

―Amo Nathan, ¿Cree que soy una puta por haber aceptado acostarme con usted la primera vez? ―pregunta ella, sonando aterrada por dicha respuesta―. ¿Es realmente la obligación de una sirvienta ofrecer su cuerpo a su amo cuando él lo pide... o está mal hacerlo? ―Nathan la mira sorprendido―. Por favor... dígame la verdad.

Él no supo qué decirle para confortarla. No tuvo ocasión de hacerlo, ya que ella continuó:

―Amo Nathan, yo le amo, y usted dice amarme igual, pero... No fue eso lo que nos condujo a acostarnos la primera vez, ¿verdad? Solo éramos un conde que ordenaba a su nueva sirvienta que se desnudará y se acostara con él sin preguntar. Eso... eso no entra dentro de las obligaciones de una sirvienta. Ahora lo tengo claro. Estaba tan enfocada en ser una perfecta sirvienta para usted, que no pensé en las consecuencias de lo que hacía. Ahora... ―sollozó con más fuerza, cerrando los ojos― ahora soy una vulgar mujerzuela.

―¡No digas eso! ―exclamó Nathan, uso sus dos manos para cogerle el rostro para que le mirara. Al hacerlo ella bien que estaba furioso; no con ella sino por sus palabras―. No vuelvas a decir eso nunca, ¿me oyes?

Ella al ver y oír aquello se sorprendió. ―Amo Nathan...

―Tú no eres una puta, ni nada parecido. Nunca pienses que eres algo así, Katherine ―dijo él intentando calmarla, reconfortarla―. Y tienes razón, una sirvienta no tiene la obligación de acostarse con su amo aunque este se lo ordené. Eso fue imperdonable por mi parte, lo admito ―Kath lo miró sorprendida de que admitiera su parte de responsabilidad―. En ese momento, cuando te vi por primera vez, sentí un anhelo que ansiaba saciar; tenerte para mí... porque sentía algo fuerte por ti. Por entonces sabía que era amor hasta que paso todo lo demás. Me enamoré de ti, Katherine Jackson. Como no creí que jamás podría hacerlo, sin importar la clase social que fueras.

A Katherine se le pasó el corazón por unos instantes de la impresión que sintió. Nunca imaginó que un conde tan poderoso y respetado como Nathan Sullivan pudiera amar a una chica como ella, una sirvienta que acaba de contratar y ver por primera vez en su vida.

―No dejes que nadie vuelva a insultarte, Katherine. No eres ninguna prostituta ni nada parecido. Quien te diga eso es un idiota que se merece un castigo por faltarte al respeto. ―hizo una pausa, viendo que ella sonreía feliz por sus palabras―. ¿Estás más tranquila ahora?

―Sí.

―Siento de corazón haberte utilizado al principio de contratarte. Fue imperdonable por mi parte. Perdona que te utilizará así. ―dijo él, visiblemente culpable por sus actos―. Entenderé que quieras irte cuando estés recuperada.

Él estaba por levantarse, pero ella lo detuvo.

―No quiero que te marches, Nathan. Quedate conmigo.

―¿No estás enfada?

―Ya no. ―aseguró ella―. Yo soy igual de culpable. Iremos al infierno por ello, pero no me importa. Yo te amo igual, sin poder evitarlo. ―Ella lo soltó y dejó caer sus brazos igual que como él los colocó antes sobre la almohada―. Pequemos juntos, como siempre hacemos.

Nathan la miró sorprendida. ―¿Quieres seguir con esto? A pesar de saber que yo...

―Ya no podemos volver atrás. Y aunque pudiéramos, yo no querría hacerlo. ―dijo ella, segura de sus palabras―. Volvería a hacer lo mismo una y otra vez. No me arrepiento de nada.

―Muy bien ―aceptó él, colocándose entre las piernas de ella―. Pequemos pues.

Ambos se besaron, dando comienzo a otro momento íntimo entre ellos. Kath sabía que las palabras de Jon tenían algo de verdad, por ello debía espabilar para cumplir con sus funciones como sirvienta de un aristócrata como Nathan. Sería su amante en la cama porque lo amaba como él la amaba a ella, pero fuera de ella sería la sirvienta del Conde Nathan Sullivan.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora