Capítulo LXVIII

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La noche llegó, y con ella Kath sabía que alguien vendría a verla para volver a divertirse. Tras el baño que le dieron la dejaron sola con una bandeja llena de comida. Kath no quería probar nada que viniera del asesino de William, pero debía pensar en su hijo y por ello se lo comió todo. Durante las siguientes horas intentó probar en abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave, luego comprobó las ventanas, pero al correr las cortinas vio que estaba en un segundo piso y que las ventanas tenían barrotes de hierro. Estaba atrapada como una prisionera en una cárcel.

En ese momento, ensimismada en sus pensamientos, pensando en Nathan, la puerta se abrió dando paso a William Ashford, quien la saludó con su asquerosa sonrisa de elegante caballero.

-Buenas noches, mi señora -saludó él con una exagerada reverencia tras cerrar la puerta.

Ese saludo confundió a Kath, pero con él no pensaba bajar la guarda nunca, no después de matar al que creyó su hermano mayor. William pudo ver esa confusión en su cara y sonrió comprensible.

-Perdonad, olvidaba que vos lo desconocéis.

-¿Desconocer el qué?

-De vuestro origen. De quien soy hija. Henry no tuvo ocasión de decíroslo.

-Por supuesto que no. Vos lo matasteis aquí mismo.

William se rió por el valor de la chica al reclamarle dicho acto. La valoro por ello. Él se acercó a ella, y Kath retrocedo hasta quedar atrapada contra la pared, sin apartar la mirada de él en ningún momento. Él se quedo a unos pocos pasos de ella, sin signos de que fuera a hacerle nada.

-Reconozco que fue descortés por mi parte hacerlo antes de que os dijera vuestros orígenes.

-Vaya al grano de una vez -exigió Kath, cansada de la falta cortesía de ese hombre.

-Esta bien. Os lo diré -él hizo una larga pausa-. Vos sois hija del duque de Barcelona.


En esos momentos, en la barra del bar del burdel del barón, Bárbara se tomaba otra copa de coñac. El barman pocas veces tenía ocasión de servir a una mujer que no fuera una de las prostitutas del jefe, pero aquella señorita, hasta donde él sabía, era amiga y amante del mismo y por ello le servía en todo momento, aunque dicha señorita estuviera gruñona y borracha.

-No puede ser... -farfullaba ella entre hipidos y sollozos-, esto no es real...

«Al parecer, querida, Katherine Jackson no es una simple sirvienta de familia humilde, sino la hija robada del duque de Barcelona».

Bárbara estaba recordando lo que le había contado William horas antes, en sus aposentos, tras horas de intenso sexo. Cuando ella creía que por fin había logrado su venganza, esta le era robada.

«Esta es mi gran oportunidad para tener una posición más alta que la de barón. Casándome con Katherine estaré emparentado con el duque y tendré una posición en la Camara de los Lores y a su fortuna en caso de que su otro hijo, Jeremy, muera sin descendencia. Debo aprovecharla. Me temo que nuestros planes de boda tendrán que cancelarse, querida. Entiéndelo».

-¿Qué lo entienda? ¡Puedes irte a la mierda, cerdo traidor! -gritó ella tirando la copa lejos, haciéndola añicos, llamando la atención del barman y de toda la gente en el bar-. Me las vas a pagar... lo juro. Haré que pagues por robármelo todo.

* * *

-¡Jefe!, ¡Jefe! -gritó uno de los hombres del marqués al entrar de golpe en los aposentos del mismo-. ¡Tenemos problemas!

Al escuchar los gritos de uno de sus hombres, Josef Cortés gruño apartándose de su esposa, quien en ese momento estaba en la cama con él, desnuda como él, retozando de pasión. Se apartó de ella para salir de la cama e intentar cubrirse como ella ante los ojos de su lacayo.

-¿Qué demonios pasa ahora?

-Buenas noches, marqués. Me alegra verle de nuevo.

Josef, sorprendido de escuchar esa voz en su casa, alzó la vista. Detrás de su lacayo estaba Jon Esteban, el capataz de Nathan Sullivan, apuntando con una pistola la noche de hombre. Junto al capataz había varios hombres más, entre ellos ayudantes del sheriff.

-¡¿Qué haces tú aquí?! -exclamó Josef enfurecido-. ¡Fuera de mi casa!

-Esta ya no es su casa, señor -dijo uno de los ayudantes-. Por orden del sheriff, está arrestado.

-¿De qué se me acusa ahora?

-De secuestro y violación múltiple a Katherine.

Josef se rió divertido al escucharle. -Esos cargos se desestimaron.

-Te equivocas, se han aceptado de nuevo debido a que Katherine es hija de un duque -dijo Jon. Sonrió al ver la cara de asombro y miedo en la cara del marqués y su esposa-. Dichos cargos, en este caso, son más graves al tratarse de una señorita de alta cuna robada al nacer. Estás acabado, Marqués de Puerto Rico. De está no te vas a librar.

Jon vio como arrestaban tanto a Josef como a su esposa por complice. Satisfecho dejo todo en manos de los ayudantes de Sheriff y se marchó al burdel del barón, donde en esos momentos se dirigía Nathan junto al duque y su hijo Jeremy. Quería estar allí para cuando rescataran a Katherine.

* * *

«¿Hija de... un duque, dice?», pensó Katherine, petrificada de asombro. -Eso no es posible.

-Lo es, querida. Lo es -le aseguró William queriendo acercarse, pero ella se apartó veloz, manteniéndose lejos de él en todo momento-. Y yo puedo llevarte con él, con tu familia.

Aquello último sorprendió a Kath, pero no se fío un pelo.

-¿Habla en serio? ¿Después de todo lo que me ha hecho, de lo que he visto? -preguntó ella, entonces lo entendió-. ¿Qué quiere de mí?

-Una buena posición -respondió William, sin ocultarlo-. Un estatus mejor que el que tengo. Y podré tenerlo... siendo tu marido, Katherine Edgington.

Kath entendió al instante las intenciones de William, e intentó huir por ello. Corrió a la puerta de la habitación con la esperanza de que no la hubiera vuelto a cerrar con llave, pero no tuvo ocasión de llegar porque el barón la alcanzó y rodeándola con ambos brazos la alzó y la llevó de vuelta a la cama donde la echó de mala manera.

-No te resistas, será peor para ti -dijo él subiendo encima de ella-. Acabarás cediendo.

-¡Eso nunca! ¡Antes muerta!

-¿A sí? ¿Eso quieres? -preguntó William, provocado. Entonces saco el puñal con el que mató a Henry Jackson delante de ella y la amenazó con la hoja junto a la yugular-. ¿Estás segura de esto? No tiene porque ser así, solo tienes que decirle a tu padre que me quieres como esposo y aceptaré en tu cama durante el resto de tus días.

-Yo ya he aceptado a un hombre en mi cama y como marido, y no es usted -dijo Katherine, retándolo con la mirada, ya sin ningún miedo-. Seré la esposa del Conde Nathan Sullivan, ya que lo amo con todo mi ser, y del fruto de ese amor llevó a su hijo en mi vientre.

Esa confesión sorprendió al barón, quien miró el vientre de la joven unos instantes, pensando que así podría confirma supuesta maternidad. Entonces, él sintió celos de su primo, ya que de nuevo se le había adelantado en algo, y no pensaba permitirlo. O eso tenía pensado hacer. Pero no pudo.

De repente, el estruendo de la puerta al abrirse de una patada se escuchó a su espalda y al mirar, vio a Nathan en el umbral apuntándole con una pistola.

-Quita tus sucias manos de mi prometida.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora