Capítulo LIX

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―A-Amo Nathan, y-yo...

Kath no supo qué decir en ese momento mientras veía bajar al conde por los escalones sin dejar de mirarla a los ojos. Cada vez que él la miraba con sus ojos azules, más claros el cielo mismo, la dejaba muda de deseo y anhelo.

Ella quería saber que había pasando entre él y Jon para que el capataz se hubiera ido de allí con un claro golpe en el pómulo de su mejilla izquierda, pero su voz no salió por su garganta. Entonces, para su asombro, el conde alzó una mano y con ella la agarró por la nuca y la besó en los labios con voracidad mientras la obligaba a retroceder hasta hacerla apoyarse contra la pared, con él pegado a ella, apresándola entre el muro y él, sin dejar de besarla con deseo y pasión.

Kath no entendía el repentino furor que Nathan tenía ahora por besarla y tenerla allí presa con su cuerpo, sintiéndose el muslo de él entre sus piernas, frotándose con ella su centro con ganas. Ese roce hacía que poco a poco el calor que tan bien conocía subiera más y más, haciéndola jadear.

―Nathan... Nathan ―llamó ella entre besos, intentando detenerlo―. Espera, por favor...

―¿Cuándo pensabas contarme lo de Jon?

Él no esperó una respuesta. Pasó de besar los labios de ella a bajar por su cuello dejando un rastro húmedo de besos mientras sus manos aflojaban el delantal blanco del uniforme. Y no lo dejo hay. Mientras Kath intentaba detenerlo sin éxito, él le desabrochaba los botones de la parte frontal del vestido negro hasta dejar el escote a la vista donde empezó a besarla con voracidad.

Katherine estaba echa un flan, no sabía cómo actuar: por un lado quería detenerlo y hablar de lo que pasó con Jon con calma y sensatez, por otro lado quería seguir con esa sensación de placer que solo sentía en brazos de Nathan.

Sabía que ese arranque de deseo había sido provocado por el descubrimiento de lo que Jon intentó contra ella, y por ello debía detenerlo antes de que se arrepintiera. Así que empujó de nuevo.

―¡Nathan! ―él finalmente la escucho pero no se apartó de ella. Pudo ver los ligeros chupetones que le había hecho en el escote. Sonrió satisfecho antes de mirarla a la cara―. Siento haberme callado lo que paso con Jon, pero entienda que no quisiera contarle nada; él es su amigo.

―Ya no.

―¡No diga eso! Lo es. Es cierto, él cometió un error muy grave contra mi, y pagó el precio. No le he hablado desde que paso, solo lo he tolerado, y disimulo delante de Esther para que ella no sufra más de lo que ya lo ha hecho. Por todo eso no dije nada. Por favor, entiéndeme.

―Eso no justifica que no me contarás nada. Pensaba que confiaba en mi.

―No era cuestión de confianza... Era miedo.

Nathan la miró confundido. ―¿A qué? ¡¿A mí?!

Katherine ladeó la cabeza enérgica. ―No lo sé muy bien. Supongo que... a todo lo que pasó.

A Nathan no le hizo falta escuchar más. Lo entendió. Kath en aquel momento no supo cómo reaccionar, y por ello no dijo nada. Se lo guardó y así siguió hasta que pudo asumirlo por sí sola. Eso a Nathan de alguna gusta le reconforto, demostraba que Kath era fuerte, pero aún así estaba enfado con ella por guardarlo incluso a él, y con Jon por lo que hizo aunque la cosa no fuera a más.

―Por favor, Nathan ―dijo ella, cogiéndolo del rostro con ambas manos―. No eches a Jon. Él ya se siente bastante mal, y yo ya lo he castigado con mi distanciamiento. Por favor...

―Está bien ―aceptó él a regañadientes―. Lo haré ―Kath sonrió feliz―. Pero antes debes prometerme una cosa. Que no volverás a ocultarme nada. Absolutamente nada ¿entendido?

Kath no dudó en asentir. Ella tampoco quería ocultarle cosas, y esperaba que él tampoco lo hiciera. Para sellar esa promesa ambos se besaron con fervor en los labios mientras ella rodeaba el cuello de él con ambos brazos y Nathan rodeaba su cintura y la pegaba de nuevo a su cuerpo.

―Estoy cansado de esconder lo que sentimos ―dijo él entre besos, pegando su frente al de ella―. Quiero que todo el mundo lo sepa.

A Kath aquello, en otro momento, la habría asustado, pero ahora se sentía diferente. Desde que empezó su relación con Nathan habían pasado muchas cosas, y todo aquello la había cambiado. Ya no se asustaba con facilidad. Y tampoco quería seguir escondiendo lo que sentía por él. Pero aun así, seguía temiendo por Nathan, por lo que la alta sociedad diría al saberlo todo.

―¿Estás seguro de lo que quieres hacer? ―preguntó ella―. ¿De verdad que quieres estar a mi lado y no estar con una mujer de tu misma clase?

―Nunca he estado más seguro de algo en toda mi vida ―dijo él con total seguridad y gozo―. Te quiero, y quiero pasar el resto de mi vida contigo, a tu lado, como mi condesa o como tu quieras estar.

Kath no pudo aguantar las lágrimas de felicidad que sintió y por ello volvió a besarlo.

Mientras tanto, a escondidas, no muy lejos de donde ellos estaban, Jon había escuchado todo. Apenas por él mismo, pero feliz por ambos, se marchó, retirándose definitivamente de la lucha.

* * *

En el jardín principal donde se celebraba la comida al aire libre para los trabajadores, Sofía cada poco tiempo miraba en dirección a la entrada principal. Hacía tiempo que Katherine había ido en busca del amo y de Jon y ninguno de ellos aparecía. Le extrañaba que tardaran tanto en salir.

Estaba por ir ella misma a buscarle cuando en ese momento vio a Jon salir por dicha puerta con la cabeza colgando hacia delante, con la mirada perdida mirando el suelo que pisaba al caminar. Con ese plante alicaído y derrotado, Sofía intuyó que el joven capataz se había rendido en su afán de tener a Kath para él. Lo sentía mucho por él, pero a veces uno tenía que perder para encontrar la felicidad.

Ella no quiso molestar a Jon así que lo dejo a su aire, viendo que iba con sus hombres a beber y comer todo lo que quisiera. Al menos celebraban con sus amigos para ahogar penas amorosas. Sofía intuía que tanto el amo Nathan como Kath estaban juntos, seguramente intimando, así que prefirió no ir a buscarles y ver que su deducción era correcta.

Cuando estaba mandando a un par de sirvientas a por más comida y bebida, oyó el sonido de cascos acercándose. Al volverse al camino que iba directo a la casa vio a un jinete al galope que al llegar tiró de las correas para detener a su montura con maestría digna de alguien de la nobleza. Un mozo enseguida ayudó al desconocido a bajar y ella enseguida se acercó a él.

―Buenas tarde, señor ―saludó ella con una leve reverencia al ver el traje elegante que solo la gente noble y con fortuna se podía permitir―. ¿Puedo ayudarle?

―Pues sí, señorita ―dijo él joven quitándose el sombrero―. Busco a Katherine Jackson.

Al escuchar el nombre completo de Kath, Sofía parpadeó sorprendida.

―¿Quién pregunta por ella?

―Oh, perdón. Mis modales ―él hizo una reverencia, digna de un caballero―. Soy Henry Jackson. El hermano mayor de Kath. Vengo a buscarla.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora