Capítulo LXIII

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El día anterior...

Un par de horas después de ponerse en marcha, el chófer tuvo que detenerse junto a un lado en las afueras de la ciudad debido a que unos de los caballos parecía estar lastimado de una pata. Él animo a sus dos únicos pasajeros que aprovecharan el bello atardecer que se podía apreciar desde ese lugar, y Henry pensó que ese sería un momento perfecto para animar a su triste hermana.

Los dos hermanos se acomodaron en una manta sobre la hierva, frente al lago, contemplando ese atardecer tan rojizo y poco común, con un pequeño tentempié que habían aceptado de Sofía.

-¿Crees que es muy grave? -preguntó Kath, refiriéndose al caballo.

Henry se encogió de hombros. -No tengo ni idea. Espero que no.

Kath asintió en acuerdo. No quería que el caballo estuviera lastimado, y no quería demorar más su llegada a su pueblo y enterrar a su madre como se merecía. No quería demorar más su regreso a la mansión, junto a Nathan, darle la buena nueva y casarse con él. Aquello le recordó que aún tenia que hablar con su hermano. Debía saber de la petición de mano y su futura maternidad por ella misma.

-Henry -empezó ella algo nerviosa.

-Mira lo que tengo aquí -dijo de repente su hermano.

Cuando Kath vio lo que él tenía en las manos quedo sorprendida. Había un par de magdalenas caseras con virutas de chocolate. Las reconoció al instante.

-¿Estas son...?

-Las magdalenas caseras de mama. Las últimas que hizo. Las cogí de casa para ti.

Kath las contempló sorprendida de verlas, y no pudo evitar echarse a llorar. Aquellas eran las últimas magdalenas de su madre. Ya nunca más volvería a verla haciendo esas delicias en su cocina. Ya nunca podría hablar con ella de sus problemas. Ni tampoco podría decirle que sería abuela.

-¿Kath? -llamó su hermano al verla llorando. Dejó los dulces a un lado y la abrazo con ternura-. Perdona, no creía que al verlas te pondrías así. Lo siento mucho.

-No, no lo sientas -dijo ella limpiándose las lágrimas-. Es un hermoso detalle.

-Deberías comer algo. Apenas has probado bocado. Y se que estos te encantan.

-¿Tú no comes? -preguntó ella al coger uno y quitarle el envoltorio de tela.

-Noo... paso. Ya he comido muchos, estoy engordando demasiado.

Eso hizo reír a Kath mientras disfrutaba del manjar tan único que su madre les hacía desde niños. Henry vio con sumo placer como su hermana al final se comía las dos magdalenas sin apenas dejar migas. Sabía que se las comería sin problema.

Los dos estuvieron un buen rato allí hasta que el cochero les dijo que podían seguir el viaje. Al momento de ponerse en pie, Kath se sintió muy cansada, con sueño repentino. Apenas podía tenerse en pie. Era algo extraño, pero dio por hecho que era el efecto de su preñes y las emociones de las últimas horas. Por suerte podría dormir durante el viaje en carro, aunque algunas decía que no era precisamente cómodo.

-¿Estás bien, Kath? -preguntó Henry a su lado, temiendo la manta y la cesta dentro del carro.

-Sí... solo un poco... cansada -susurró ella, cada vez con más y más sueño-. No sé que...

-Tranquila -Henry la sujetó para que no cayera al suelo rendida, y la ayudo a subir para que se pudiera tumbar en uno de los lados del carruaje-. Duerme si quieres. Te despertaré cuando lleguemos a nuestro destino.

Kath no pudo decir nada, a los pocos segundos se quedó profundamente dormida. Y Henry sonrió satisfecho por ello. Los somniferos en las pastas habían hecho efecto muy rápidamente. Cuando comprobó que Kath estaba dormida, se reunió con el cochero junto a los caballos.

-Buen truco lo del caballo herido. -dijo mientras sacaba un saco con monedas para darselo al cochero-. Llevemos al lugar indicado lo antes posible, ya llegamos muy tarde.

El cochero asintió y subió a la calesa para ponerse en marcha. Henry entró en el carro y contemplo a su hermana adoptiva dormir profundamente, ignorante de a donde iban en realidad.

-Disfruta de tus sueños mientras puedas, querida hermana -le dijo él con malicia.

* * *

En la actualidad...

Nathan no sabía en que momento se había quedado dormido de tanto beber, pero eso no le molesto. No tanto como los múltiples golpes a la puerta que fueron la causa de su despertar.

-¿Qué demo...?

-¡Amo Nathan! ¡Amo Nathan! -gritaba la voz de Sofía al otro lado de la puerta junto con los golpes-. ¡Abra por favor! ¡Es urgente!

Extrañado por dicha urgencia y desorientado por todo el alcohol consumido, Nathan se levanto de la silla y tambaleándose un poco llegó a la puerta para abrirla. Al hacerlo vio que su ama de llaves no estaba sola, a su espalda vio a los hermanos Estefan. Los tres se les veía alterados como nunca.

-¿Qué pasa aquí? ¿A qué viene todo este alboroto? -preguntó frotándose los ojos.

-Ha pasado algo terrible -dijo Sofía, visiblemente afectada-. Es Kath.

Al escuchar eso, a Nathan se le pasa la resaca y se despierta del todo, alarmado por completo.

-¿Qué le ha pasado?

-La han secuestro, señor -dijo Esther, echa un mar de lágrimas-. Han vuelto a secuestrarla... y ha sido ese tipo.

-Cálmate, Esther -dijo su hermano a su lado.

Nathan no entendía nada de nada, y miró a Sofía, quien estaba igual de afectada.

-¿Secuestrada? ¿Cómo es posible? Si estaba con su hermano de camino a...

-Ese desgraciado no es su hermano de verdad -gruñó Jon-. Todo eso es un engaño.

-¿Cómo dices? -exclamó Nathan al oírle, y volvió a mirar a Sofía alterado-. ¿Qué está pasando, Sofía?

-Por favor, venga con nosotros al salón. Allí hay alguien que le contará toda la historia.

-¿Alguien? ¿De quién se trata?

-De Sir Jeremy Edgington. -respondió Sofía-. Es el verdadero hermano de Katherine.

* * *

Katherine nota como sus parpados dejan de ser pesados debido al sueño que se va despejando. Poco a poco los abre, mareada y dolorida por la mala postura de su cuerpo. ¿Por qué le dolía la cabeza? ¿Por qué no podía mover las manos y los pies? ¿Qué era aquello que le apretaba en las muñecas y tobillos?

Confundida y desorientada, recupera la conciencia. Se ve en el carruaje que la llevaba a casa junto a su hermano Henry. Él estaba sentado en los sillones frente a ella, pero ahora ella, además de tumbada, estaba maniatada y amordazada en el sillón. Sorprendida y asustada por ello intento hablar sin éxito.

Al moverse llamó la atención de su hermano, quien al mirarla le sonrió como si nada pasará.

-Ya has despertado. Eso es un problema ya que aún no hemos llegado.

Kath miró incrédula a su hermano, y entonces vio algo en él que nunca antes había visto: maldad pura y dura. Ya no la miraba con ese cariño fraternal, sino con una perversidad que ya había visto en otras personas que no quería recordar. Asustada como llevaba tiempo sin estarlo, intento alzarle, gritar, pero Henry la sujetó y la obligó a quedarse quieta en su sintió.

-Lamento que te hayas despertado tan pronto, pero tranquila, tengo la solución. -dijo Henry metiendo la mano en el bolsillo de su traje-. No tardará tanto como con las magdalenas.

Kath no entendía que estaba pasando, quería escapar de esa pesadilla, volver junto a Nathan y los demás. Entonces, Henry le puso un frasco abierto bajo la nariz, y al inhalar volvió a tener sueño hasta volver a quedarse profundamente dormida.

Sus últimos pensamientos antes de entregarse a los brazos de Morfeo fueron para Nathan.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora