Capítulo VIII

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Mientras la besaba, iba acariciando su cuerpo desnudo y tibio. Cuando paseó las manos por todo el torso, entre sus gigantes dedos puso cada seno para masajearlos suave y sensualmente. La chica no pudo evitar gemir de placer. El conde estaba siendo atrevido pero gentil con ella.

Cuando dejó de besarla, se inclinó sobre su oreja y la mordisqueo logrando estremecerla como una niña, luego bajó a su cuello donde besó y lamió su piel a gusto. Kath giró la cabeza para dejarle vía libre. Nathan se ríe.

Con la punta de la lengua fuera, lamió desde el cuello hasta el vientre de la chica, pasando entre los senos y haciendo círculos alrededor del ombligo. La chica cada vez estaba más ardiente y excitada.

Ya no era capaz de permanecer demasiado quieta. Temblaba de placer contenido.

—Ya estás así nada más empezar —observó él por debajo de ella—. Serás una sirvienta perfecta... pero sigues siendo una novata, al menos en esto —Kath no se atrevió a mirarlo—. Bien. Sigamos.

Nathan volvió a subir para volver a tocar los senos ahora erectos de la chica. Kath tuvo que agarrarse a las mantas del colchón para estar quieta. Aquella situación era más embarazosa de lo que creía.

Tenía la respiración en la garganta, y su pecho agitado bajo las frías manos de su amo que acariciaban y masajeaban sexualmente sus sensibles pechos. Mirándola de reojo, Nathan se inclinó sobre ellos para chuparlos con fuerza.

La chica acaba gimiendo en voz alta sin poder contenerse.

—¡Ah! Ugh... Mng... —lagrimas terminan derramándose por sus ojos—. Amo, Nathan...

El moreno la mira de reojo un momento, ve que realmente reacciona como una mujer común. Riendo irónico sigue con lo suyo, profundizando más aún. La chica sentía como si le succionará el flujo de sus pechos, y eso lo hacía todavía más intenso.

No pudo contenerse y acabo con sus manos en la cabeza del conde, suplicando por más.

Se estaba enamorando más y más de él.

De repente, él dejó de chuparle el pecho, y agarró forzadamente las muñecas de la chica para aplastarlas en el colchón de nuevo.

—Veo que no eres capaz de aguantar mucho tiempo quieta —dijo él divertido, relamiéndose los labios—. Tendré que arreglarlo.

—¿Eh?

Acto seguido, Nathan alcanzó el corbatín negro que llevaba antes. Con él, para sorpresa de la chica, ató sus muñecas por encima de su cabeza, entrelazados con fuerzas. Kath se quejó del dolor que sentía.

—¡Duele!

—Enseguida ignorarás ese dolor. Ahora sigamos.

Kath vio cómo su amo se ponía de rodillas delante de ella, y sujetando sus rodillas abrió las piernas a su paso. Con eso, la chica supo lo que pensaba hacer, y cerró los ojos avergonzada y nerviosa.

Él tuvo razón, enseguida olvido el dolor de sus ataduras. Echando las piernas hacía atrás, con las manos tras sus muslos, muy cerca de su intimidad, Nathan se inclina hacia delante. Con una de sus manos roza la intimidad de Kath, y esta salta al instante.

Riendo repite hasta acariciar con los dedos su vagina completamente mojada producto de la excitación de Katherine, haciendo que la chica jadee y gimotee en alto mientras arqueaba la espalda y echaba la cabeza hacía atrás.

—¡Amo Nathan, por favor...!

—¿Se siente bien?

La chica no respondió, se mordió el labio inferior para no decir nada embarazoso. Nathan disfrutaba con todo aquello, deseando ver más, fue más lejos. Lentamente introdujo un par de dedos dentro de ella mientras lamia la zona exterior gustosamente.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora