Capítulo XXV

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Kath se encontraba atrapada y a merced de una violación, donde la amenazaban fulminantemente con que de no contar que había sostenido relaciones con su amo iba a ser el juguete sexual del marqués y de sus hombres. Katherine miró a los ojos a su agresor y dejó claro que no pensaba hablar. El marqués quedó de nuevo sorprendido por la valentía y coraje de la chica. Entonces, sonrió satisfecho y emocionado.

-Ya veo... Bueno, mejor para mí, y para mis chicos -dijo Josef decepcionado, pero también encantado-. Va a ser una buena noche -dijo excitado, entonces, de una estocada, entró en ella sin delicadeza.

-¡AGH!

-Oh... esta caliente, y muy estrecho -murmuró el moreno, esperando un poco antes de seguir, entrando hasta el fondo- Oh... sí, es maravilloso.

-D-Duele... ¡Detente...!

-No lo haré. Ahora no.

-¡Ah! ¡No!

El marqués no se detuvo. La embistió una y otra vez, gimiendo complacido mientras veía como la chica gritaba entre gemidos, viendo como sus senos subían y bajaban por las embestidas violentas y duras que le daba.

Con las ropas destrozadas, se encontraba atada de pies y manos, sudando y llorando por doquier, la sirvienta era una mujer realmente sexy y apetecible. Esa imagen excitaba más y más al marqués, violándola hasta llegar al final. Incluso después, la siguió embistiendo, hasta que ella también tuvo un orgasmo.

-Ah..., ah... Excelente pequeña sirvienta -felicitó él, satisfecho y sudando- Deberías dedicarte a esto. Se te da bien...

Kath no era capaz de moverse o hablar, estaba completamente inmóvil y con la mirada perdida. Josef la miró, y entendía que estuviera así. Cualquier chica en su situación se sentiría despreciable tras ser usada de esa manera y de una forma tan cruel. Tras terminar con ella, se arregló un poco las ropas y se apartó de ella, pero luego fue hacía su cara mirándola a los ojos.

-¿Y bien? ¿Vas a confesar ahora tu relación con Nathan Sullivan, o no?

La chica, con el pelo revuelto que le cubría un poco el rostro mojado por el sudor y las lágrimas, lo miró levemente.

-Yo... no tengo... nada... con mi amo... Nathan.

-Tsk... Sí que eres tozuda, pequeña -admitió él algo molesto-. Muy bien... me has obligado a hacerlo -dijo al ponerse en pie, entonces se dio la vuelta para marcharse-. Chicos, es toda vuestra. Que cada uno la folle hasta estar satisfecho. Si confiesa, deteneos de inmediato y háganmelo saber.

Dicho esto, se marchó. Los chicos se ríen contentos mientras se van acercando a la joven que apenas puede moverse de la mesa. Ya no le importaba, solo pensaba en su amo, en no perjudicarlo por nada del mundo. Con eso en mente, fue capaz de soportar cada una de las violaciones en su cuerpo, hasta que perdió el conocimiento del todo, rodeada de hombres lujuriosos y crueles.

-Amo... Nathan... ¿Dónde está?

* * *

En esos momentos, el mayordomo estaba tumbado en la cama de invitados, con vendas por todo el cuerpo y la cara. El médico dijo que con reposo absoluto se pondría bien en un mes. Estaba tranquilo en esa habitación, cuando de repente abrieron la puerta y de ella entraba Sofía, la ama de llaves Sullivan. Al mirarla, ve que la mujer está sumamente seria.

-¿Qué pasa, Sofía?

La mujer no le dijo nada, solo se acercó con paso firme hasta estar delante de él, mirándole desde arriba un momento para luego sentarse en el borde de la cama sin dejar de mirarle a los ojos. El mayordomo no entendía esa seriedad en su vieja amiga. Ese silencio empezaba a inquietarlo un poco.

-¿Ocurre algo?

-Eso quisiera saber yo, Cristopher Wilson -dijo Sofía seria y malhumorada. Él quedó callado-. Antes, cuando mi señor te preguntó qué había pasado, no dijiste la verdad.

-¿Cómo dices? -preguntó Cris algo nervioso, desviando luego la mirada-. No sé de qué hablas...

-Te conozco demasiado bien, y sé cuándo mientes, a ti no te gusta mentir -insistió ella-, y si ahora lo has hecho... no ha sido por decisión tuya... es más, me atrevería a decir que esos golpes te los hicieron sin que te resistieras, ¿verdad?

-Imaginaciones tuyas, Sofía -dijo él sin mirarla a la cara-. Nos atacaron y se llevaron a esa chica. Fin de la historia.

-¿En serio? Entonces, ¿por qué no me lo dices a la cara? -preguntó Sofía, provocándole. Cris se puso tenso-. Dime una cosa; ¿fue Bárbara quien te pidió que llevarás a Katherine afuera de la ciudad, para que luego el marqués y sus lacayos la raptaran, y te dieran una paliza para que no pensáramos que era obra de Bárbara?

Esa pregunta dejó congelado al mayordomo, viendo que la suspicacia e instinto deductivo de su amiga no habían cambiado. Pocas veces solía equivocarse en sus sospechas, y esta no era una de ellas. Le conocía demasiado bien, y él no quería mentirle a ella... pero, estaba obligado a obedecer las órdenes de la familia Santander, incluidas las de la señorita Bárbara. Pero, reconocía que su último pedido estaba fuera de lugar. Esa chica no tenía por qué sufrir los celos y manías de su señora y ser tratada de esa manera y mucho menos ser usada para una venganza sin sentido. Con eso en mente, el mayordomo miró a su amiga a los ojos y dijo:

-Es cierto lo que dices, Sofía -confesó él sintiendo como se quitaba y deshacía el nudo de su estómago y garganta-. La señorita Bárbara... es muy amiga de Francisca Cortés de Montenegro, esposa de Josef. Ambas planearon todo esto para vengarse del conde Sullivan, y de paso divertirse un poco con esa chica -se inclinó hacia delante con la mano sobre su frente, frustrado-. Dios mío... ¿Qué he hecho?

-Cristopher... ¿A dónde la han llevado? ¡Dímelo por favor! -pidió la mujer agitándolo por los hombros-. Debes decírmelo para ir a rescatarla de inmediato.

-Lo siento, pero solo me indicaron llevarla a las afueras de la ciudad, en el bosque. Luego me dieron la paliza y regresé. No sé a dónde se fueron después -dijo él apenado y culpable-. Lo siento, de verdad, Sofía. No quería hacerlo, pero es mi deber servir a la señorita Bárbara...

-Eso no es excusa para lo que has hecho con Katherine Jackson, Cris -dijo Sofía poniéndose en pie. Él la miró-. Ella es una sirvienta del Conde Sullivan. Que tu ama desafíe al conde a través de sus sirvientes es aberrante, déjame dejarte claro algo Cris, quizás la señorita Bárbara se salve por el apellido que tiene, pero tú no eres nadie, solo un simple mayordomo, si llego a contar esto, serás condenado a muerte, no hay duda de ello. Lo que has hecho, es imperdonable.

La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora