Al escuchar esas palabras tan directas junto con esa mirada, Kath se quedo blanca. No supo qué decir y empezó a parpadear, mirando de un lado a otro, pensando cómo explicar lo que pasaba.
―Señora Sofía, y-yo...
Antes de poder decir nada más, Sofía se arrodilló ante Kath agarrando sus manos con las suyas con fuerza y la miró sumamente preocupada.
―Dime la verdad ―pidió ella―. ¿Te ha obligado de alguna forma a acostarte con él? ¿Te ha amenazado?
―¡No! ―respondió Kath al momento, sorprendida por esa pregunta―. Nunca lo ha hecho.
―¿Todo con el amo a sido consentido y de muto propio? ¿Libremente?
―Sí, por supuesto. Sofía, el amo es muy bueno conmigo. Nunca me ha forzado a nada.
Con esa respuesta firme y directa, sin ápice de duda o temor, Sofía suspiró aliviada. Conocía al amo Nathan desde que era un niño, y no lo veía capaz de abusar de chicas inocentes como el joven William. Se sentía feliz de confirmar sus afirmaciones.
Pero ahora quería saber algo igual de importante, y por ello volvió a mirar a Kath.
―¿Qué es lo que sientes por el amo Nathan?
Esa pregunta dejó petrificada a la joven sirvienta de ojos verdes. Con los ojos abiertos como platos y siendo incapaz de hablar durante unos breves segundos.
―¿C-Cómo?
―Me has entendido perfectamente, Katherine Jackson ―dijo Sofía seria y rotunda―. Utilizaré gafas para leer, pero no soy tan ciega como para no ver lo obvio.
Kath se ruborizó al verse descubierta.
―¿De verdad es tan evidente?
―Desde luego ―aseguró la ama de llaves, volviendo a sentarse en su silla―. Y también es obvio que el amo te corresponde ―Kath la miró paralizada de asombro―. ¿No lo has notado? Él te ama como no ha querido a nadie. Ni siquiera sentía aceptó por Bárbara, su prometida. Solo tolerancia por los padres de ella que si son buenos. Pero nada más que mero afecto. A ti te ama con locura.
Esa afirmación pilló por sorpresa a Kath, aunque el amo ya le dejó claro que quería convertirla en su Perfecta Condesa. Las palabras de Sofía hicieron que se tomara aquello en serio.
―Sofía, no sé qué decir a eso...
―¿Acaso él no se te ha declarado aún? ―preguntó ella sorprendida―. ¿Es eso?
Kath vio que esa mujer era digna de ser la ama de llaves del Conde Sullivan. Lo conocía mejor que nadie, y eso no se lo podía contradecir. Viendo que esa batalla ya estaba ganada de antemano, la joven sirvienta se tuvo que rendir a lo inevitable.
―Sí, lo hizo ―confesó ella cabizbaja, avergonzada―. Pero no le creí del todo.
A Sofía no le sorprendió lo último. Muchos hombres de alta cuna que se declaraban a una mujer de posición social inferior solo hacia eso para intentar encamarse con ellas y después despacharla. Pero Sofía sabía que el amo Nathan no era de esos. No veía la diferencia social en la gente.
Aunque estaba claro que eso Kath no lo sabía, o no quería verlo por miedo a sufrir.
―¿Le confesaste tus sentimientos también? ―preguntó en un tono más suave, viendo que la chica lo pasaba mal con todo aquello. Vio que ella asintió, y suspiró―. Vosotros no podéis estar juntos. Sois de mundos muy diferentes.
A Kath no le sorprendieron esas palabras. Las esperaba desde hace mucho.
―Lo sé muy bien.
―Entonces, ¿por qué aceptaste? ¿Por qué sigues con él a pesar de todo?
Kath la miró a los ojos, meditando bien lo que debía hacer y contestarla. Se hacia esas mismas preguntas desde que se acostaba con Nathan, desde que se confesaron sus sentimientos, y siempre tenía la misma respuesta; estaba perdida y locamente enamorado de él, pero a pesar de ello no podía aceptarlo así porqué si debido a su posición social y la de él.
Ella era una sirvienta y él un conde poderoso y respetado por toda la ciudad. Era imposible. Tal y como dijo Sofía; ambos no podían estar juntos. Son de mundos diferentes.
―Yo quiero ser una Perfecta Sirvienta, más que nada en el mundo. Pero no puedo luchar contra lo que siento por él. Es demasiado fuerte.
* * *
Tras dos eternas e insoportables horas con el señor Robinson y su afán de vender su ganado, el cual no daba buena leche y su carne era demasiado dura, finalmente terminó por aceptar las bestias que estaban en mejor estado a un precio justo. Robinson era un vendedor muy tenaz y persistente.
Agotado y cansado, Nathan se retiró al salón para tomarse una copa antes de la comida para relajarse un poco, pero al entrar, sus ansias de relajarse se fueron a pique cuando se encontró a su primo William sentado en una butaca ante la chimenea tomando una copa de coñac.
Al verle entrar, William lo saludó con su odiosa sonrisa.
―Ya he vuelto, querido primo.
―Ya lo veo.
Nathan estaba dispuesto a tomarse su copa de whisky en paz mientras leía el periódico, pero conocía a su primo y daba por hecho que su presencia allí se debía a que quería hablar con él.
―Me alegra que estés aquí ―dijo William cuando Nathan se sentó, confirmando sus sospechas―. Quería proponerte un juego la mar de interesante y beneficioso para ambos.
Nathan sintió un escalofrío por la espalda. Aquello no le sonaba nada bien.
―¿Un juego? ¿De qué clase?
―Uno muy excitante, te lo aseguro.
―No sé si quiero saber en qué consiste ese juego tuyo.
―Es muy sencillo, primo. Compartir a tu querida sirvienta, Katherine, conmigo y con otros.
La serenidad que Nathan quiso tener en ese momento se esfumó cuando escucho esas palabras de boca de su primo, quien sonreía de oreja a oreja, como el diablo encarnado para atormentarlo.
―Os vi anoche hacerlo, Nathan ―confesó William sin reparo alguno―. Está claro que la chica tiene un buen cuerpo que degustar. Por ello me gustaría probarla también.
Nathan quiso destrozarle por semejante propuesta, pero se contuvo. Sin dejar de sonreír, William dejó su copa en la mesilla y se pone en pie para caminar hasta la ventana. En todo momento fue observado por Nathan.
―¿Qué me dices de una orgía por todo lo alto con ella? ―preguntó William sin reparo―. ¿Hacer una fiesta privada, donde cada uno de nuestros amigos traen una sirvienta atractiva para compartirla con los demás? Será divertido y excitante.
Nathan miró a William incrédulo. Su primo había perdido por completo el juicio.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...