―¿Y bien? ―preguntó Barbara―. ¿Lo has podido comprobar? Dímelo ya.
―Paciencia ―pidió el Barón sirviéndose una copa de bourbon―. No seas impaciente.
―¡Responde maldita sea!
William siempre disfrutaba poniendo nerviosa a Bárbara, conociendo su impaciencia por vengarse de la sirvienta de su ex-prometido. Era fácil de fastidiar. Francisca, por otro lado, estaba tranquila, disfrutando de su copa de jerez, también disfrutando del nerviosismo de su mejor amiga.
Barbara bien sabía que ambos disfrutaban a su costa, pero pasaba de ellos. Quería saber si sus sospechas eran ciertas; que Nathan y esa fulana tenían una relación intimida.
―Reconozco que estoy sorprendido por los actos de mi primo. Pero tampoco hay que negar de su buen gusto; la chica es atractiva ―dijo William volteandose de cara a ambas―. Confirmado, querida. Están juntos. Muy juntos ―recalcó lo último con las cejas antes de tomar un sorbo.
―¡Lo sabía! ―gritó Barbara, furiosa y humillada―. Esa... ¡zorra don nadie aprovechada!
―No se de que te sorprendes ―dijo Francisca sentándose en la butaca de terciopelo rojo del salón―. Casi nunca estabas con tu prometido, solo cuando querías que todo el mundo recordará que era tu futuro esposo, y en parte dueña de su gran fortuna. Lo que me sorprende es que Nathan tardará tanto en echarte a patadas por traicionarlo por celos sin sentido.
―¡Cállate Francy! ―exigió Barbara molesta―. Te recuerdo que tu estúpido marido se apunto a acostarse con esa zorra sin preguntarte. La violó, y disfruto de ello. Seguro que más que contigo.
―Eso no me importa. La fortuna de mi marido era mío antes de casarme con él. Quien mandaba era yo, no él ―dijo ella muy tranquila, sin sentirse ofendida―. Además, estuve presente cuando él violó a esa chica primero, y más tarde cuando sus hombres terminaron con ella.
Que Francisca confesará dichos antes escandalizó a Bárbara, quien no pudo mantenerse en pie y tuvo que sentarse en la butaca con la mano al pecho. La maldad de su amiga no tenía límites. Y por ello la quería, por que eran casi iguales, aunque ella no tenía tantos arrestos.
William las miró a ambas con una sonrisa de satisfacción. Le excitaba tener a dos hermosas mujeres para él solo, pero debía poner orden y calma si quería lograr sus propósitos contra su primo.
―Calmaos, por favor. No es momento de antiguas rencillas. Debemos actuar con sensatez.
Ambas mujeres miraron al Barón, luego entre ellas, entonces asintieron en acuerdo.
―Bien, William. ¿Qué hacemos con esos dos? ―preguntó Francisca.
―Vamos a tener que cambiar el plan original. Nathan no se fía un pelo de mi ahora mismo.
―Te advertir que era muy arriesgado presentarse de repente en su casa y con esa fulana desmayada contigo ―dijo Bárbara, aún molesta por dicha entrada―. ¿Le llegaste a hacer algo a ella?
―Esas cosas no se preguntan, querida mía ―dijo él sonriendo con petulancia―. Si puedo deciros que esa chica sigue afectada por lo sufrido en manos de tu marido, Francisca. Le dejo huella.
―No me extraña ―comentó ella con sorna―. Eso marca a cualquier mujer. Para siempre.
―¿Vas a contarnos de una vez en qué consiste tu plan contra Natha y esa zorra? ―preguntó Barbara. Ansiaba más que nada en el mundo vengarse de Kath por quitarse a su fuente de dinero―. ¿La harás sufrir de verdad?
William se terminó el bourbon de un trago y se reunió con ellas sentándose en una butaca.
―Te puedo asegurar que nunca olvidarán lo que tengo planeado para ellos ―juró él con una sonrisa que helaba la sangre―. Pero tengo que pedirte un poco más de paciencia. Con Nathan vigilándome en todo momento, tendré que esperar un poco.
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La Perfecta Sirvienta (Perfectas I)
Historical FictionKatherine Jackson es una chica humilde que desea tener un trabajo digno de sirvienta, como tuvieron sus padres. Consigue cumplir su sueño cuando es contratada en la Mansión Sullivan, la casa del Conde más poderoso y respetado de la ciudad. El dueño...