4 "Perdiste"

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Vicenta
Con el miedo instalándose en mi pecho, contesto:

—¿Es sobre mi marido?-le digo precavida

—Si, pasó algo con él pero no se lo puedo decir por teléfono,te mando una dirección por teléfono para que nos veamos allí.

—Hágale.

Cuelgo y recibo la dirección. Voy hacia allá intrigada, en la llamada no pude descifrar bien de qué trataría.  ¿Será que mi Daniel despertó? Quizás este señor, Smith, me va a llevar con él, ¡estoy tan feliz! Piensa positivo me digo.

Llegó al lugar y es un restaurante ,cuando entro el mesero me dice que hay una mesa reservada ,esta se encuentra alejada de las demás,la separa un puerta de vidrio ¡qué raro!,veo al señor Smith y lo saludo; me pregunta:

—  ¿Cómo le va?-me pregunta con cautela.

—Pos digamos que sobreviviendo.

—  ¿Y su hijo? ¿Cómo está él? Ya debe de haber nacido ¿verdad?

—Pues sí pero eso a usted no le importa. Vinimos a aquí a hablar de Daniel ¿cómo está él?

Usted me dijo que tenía que decirme algo muy importante sobre él así que dígame—sonrío—¿despertó? Pero en su rostro no hay indicio de felicidad, empiezo a preocuparme,y algo en mi pecho se contrae.

—Señora, lo lamento mucho pero Daniel Philips falleció a noche.- me dice algo cabizbajo

¡No! ¿Cómo puede ser? ¿Mi Daniel muerto? Estoy impactada. Siento como todos mis sueños acaban de derrumbarse. Mi alma se estruja y mi corazón cruje. Mi vida se quiebra y siento como poco a poco va muriendo una parte de mí ser, un pensamiento se repite sin cesar en mi mente...

Lo perdiste Vicenta...esta vez para siempre.
Perdiste su mirada llena de amor Perdiste sus caricias.
Perdiste sus palabras
Perdiste un padre para tu niño Perdiste una familia
Perdiste un futuro
Perdiste la oportunidad de ser feliz

Que ahora solo nos queda el "y si hubiera", porque el tiempo ya pasó, el error ya lo cometí, y la muerte se lo ha llevado dejando detrás dolor, un dolor que se pudo haber prevenido pero no fue así Solo alcanzo a decir con la voz quebrada y con lágrimas en los ojos:

—  ¿Qué?

—No sabemos cómo pero contrajo una infección que lo terminó matando.-me dice triste.

—Pero... ¿Desde cuándo tenía esa infección?

—Hace cinco meses.

—  ¿Por qué fregados nadie me aviso?-le digo llena de rabia

—Porque pensábamos.

—No ¡pensábamos nada! Ustedes tenían que protegerlo ¡imbéciles! ¡Incompetentes! ¡Inútiles!¡Bola de pendejos!—le digo interrumpiéndolo.

—Señora, yo sé que esto es difícil pero ¡cálmese! Lo tiene que aceptar: su marido está muerto.

—No ¡Esto no es verdad!-grito enfurecida-¡Mi gringo no está muerto!

Él no puede estar muerto Él no, no, no, no.

—Aquí le traje sus cenizas.

¿Cenizas? ¿Cómo que cenizas? Yo no autoricé a que lo incineraran porque no es lo que él quería. Empiezo a sentir rabia; mucha ira e impotencia. Siento que no puedo respirar.

—  ¿Se puede saber quién chingados autorizó a que lo incineraran?- digo con rabia y acercándome a este agente, hasta que estoy a centímetros de su rostro.

[1] Cenizas de un lazo de Acero [Señora Acero: la Coyote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora