Vicenta
Busco el termómetro y se lo pongo,veo que tiene cuarenta grados Celcius ¡tiene mucha fiebre! Pongo un paño húmedo en su frente para bajarle la fiebre mientras le tomo sus manitas y él juega con mis dedos.
—Mami ¿me voy a morir como mi papá?—me pregunta haciendo puchero y desviando su mirada hacia el fondo del cuarto donde está una foto de su padre.
¡Ay tesoro mío!
Está llorando,lo siento en su voz y me parte el corazón cada vez que menciona a su papá pero a la vez es como si estuviese presente, como si lo estuviera viendo acostado al otro lado de la cama abrazando a nuestro hijo,aunque sé que eso no pasará... ¡mira na más! Ya estoy llorando otra vez
—No, mi amor, usted no se va a morir ¡antes me muero yo!—le digo con la voz quebrada.
—Yo no quiero que tú te mueras—me dice apretando mis manos y sacando un cabello de mi rostro.
—Tranquilo, mi bebé que aquí nadie se va a morir. Ya el tío Chava fue por tu medicina—le digo besando su manito.
Mi bebé se me queda dormido en los brazos y yo me quedo a su lado todo el tiempo... recuerdo que cuando yo me enfermaba más que las medicinas, me curaba el amor de mi mamá,ese amor que nunca le va a faltar a mi Danielito,pasan unos días y mi niño se cura... gracias a Dios fue solamente un resfriado. Ya es de noche y estoy jugando con él;le gusta jugar a ser policía.
—Mami ¿quién te ama?—me pregunta acercándose a mi.
Esa frase la repite mucho, sinceramente no sé dónde lo aprendió pero me lo dice a cada rato y me afecta pero no lo doy a notar,me acuerdo de todas las veces que Daniel me lo decía,su ausencia duele tanto,pero estoy aprendiendo a sobrellevarlo en cierta parte tener a mi bebé es como tenerlo a él en parte.
"Me llevó todo y no me llevó nada Sin ti no hay nada todo te dejé"
Esa frase la escuché en una canción,y no me puedo evitar sentirme identificada,Daniel se fue de mi vida,me dejo sola, pero no tan sola como se puede pensar,me dio un motivo para vivir, y ese motivo tiene sus ojos y me ayuda a seguir.
—Usted, mi angelito, usted me ama—le digo agarrando sus cachetitos.
Lo abrazo y le hago cosquillas, él empieza a reír lo cual me hace feliz... si, feliz,solo mi hijo es capaz de hacerme feliz.
—¿Cómo era mi papá?—me pregunta de repente, y yo solo le sonrío.
Tu padre era genial.
—Ya te lo he dicho muchas veces, mi amor, te sabes la historia de memoria—le digo sonriéndole.
—Pero me gusta que me la cuentes—me responde sonriendo.
—Está bien, papá era...—le digo
— ¡El mejor policía del mundo!—me grita emocionado.
—Si—le respondo.
—Cuéntame ¿cómo se querían?—me dice cerca de mi cara.
¡Ay este chamaco! Hijo de Daniel tenía que ser... Me río mucho con sus ocurrencias.
— ¿Qué quieres saber? Nos conocimos en el desierto, ahí nos enamoramos—le respondo sonriendo.
Claro Vicenta como todo el mundo se conoce y se enamora en el desierto...súper normal. Pero digamos que con Daniel y yo nada fue tan clásico, fue especial...
— ¿Se querían mucho?—me pregunta.
—Nos amábamos mucho—le digo segura.
—¿Mi papá me conoció?—me pregunta
—Él supo de ti por unos minutitos—le digo bajando mi voz.
Se me hace un nudo en la garganta, recuerdo ese momento, recuerdo su sonrisa, su mirada perdida cuando me suplicó que le hablara de él a nuestro bebé y se lo estoy cumpliendo.
En eso no te fallé Daniel.
—Pero yo puedo jurarte que esos poquitos minutos fueron los más felices de su vida—le digo con mi voz un poco quebrantada.
— ¿Él me está mirando ahora?—me pregunta mientras me mira curioso.
—Sí, te está mirando y te está cuidando desde el cielo. Él te quiere mucho—le digo sonriéndole.
—Mami, no estés triste, él está con nosotros—me dice abrazándome.
— ¿Sabes qué? Te juro que un día lo vas a ver; lo vamos a volver a ver cuando nos toque reunirnos con él, pero bueno ya, dejemos las cosas tristes que nos duelen y concentrémonos en ese juego de cartas que aún no te puedo ganar—le digo sacudiéndolo.
—No me vas a ganar—se ríe—y empieza a correr lejos de mí.
— ¿Ah no? ¡Te verás, gringuito!—le digo levantándome y empezando a perseguirlo.
Empezamos a jugar cartas por un rato, después él se queda dormido; tiene la costumbre de dormir de lado mirando la foto de su papá que tiene él en su mesita de noche entonces me siento en la cama y empiezo a acariciar su cabello, siento apretado el pecho y las lágrimas hacen su gran aparición en mi rostro.
—Chiquito mío, Danielito, mi bebé ¡estás tan grande y tan bello! Aún recuerdo cuando te conocí. — Tu papi aún vivía; aunque no decía nada, no podía hablar, su corazón aún latía ¿sabes? él te acariciaba; yo siempre ponía su mano en mi pancita cuando tú estabas ahí. Tres días después de que naciste, cuando me recuperé del parto, te llevé con él ¡eras tan pequeño! Y te hice agarrar su mano y en mi mente solo podía imaginarme que hubiera pasado si no nos hubiéramos subido en esa lancha...
Si nos quedábamos o si le hubiese dicho de mi embarazo el mismo día que lo supe. — un sollozo sale de mi boca y me tapo con una mano para que nadie se dé cuenta de mi estado, me calmo un poco y sigo hablando—Lo imaginé a él cargándote, arrullándote. Cuando eras pequeño y llorabas en las noches era muy triste porque estaba sola. Siempre te arrullaba yo ¿sabes? Una de esas noches soñé algo— dirijo mi mirada hacia la foto de Daniel— Estabas tú, mi Daniel, riéndote; cargabas a Danielito y le decías: "Niñito llorón ¡ya cálmese! Aquí está papi. —limpio la lágrima que se desliza por mi pómulo izquierdo— Estás engreído" te reías mientras me lo decías. Yo te decía "Se parece a ti, Daniel, engreído" — empiezo a acariciar la foto de Daniel como si le estuviera hablando — tú me hacías puchero y me decías "¿Ah sí? ¡Ja!" Yo te decía "Si, engreído" me acercaba y te besaba "¿Ves? Mira, ya se calmó" tú me respondías "Si, solo quería que me respondieras baby. Te amo; gracias por esta familia" y ahí se acaba el sueño.
Porque eso solo es un sueño es una actividad sensomotora que se siente como una realidad vivida, porque te pude sentir muy cerca aunque estés muy lejos...
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[1] Cenizas de un lazo de Acero [Señora Acero: la Coyote]
Fanfiction¿Has sentido la necesidad de regresar el tiempo y cambiar algo? Para Vicenta esto esta presente en todo momento, las ganas de volver y enmendar las cosas. De alguna manera,el tiempo se ha convertido en uno de sus peores enemigos. A pesar de que...