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— Hoy es el día —, menciona Raúl mirándole a los ojos pardo del chico que se encontraba frente a él.

— Sí —, asiente Borja en un suspiro pesado —. Hoy...

— No me digas que estás nervioso —, se mofa Alejandro sonriente, Borja sacude la cabeza intentando olvidar por un segundo lo que estaba ocurriendo.

— Eh, tranquilo —, le dice Raúl apoyando sus pequeñas manos sobre los hombros de Borja quien bajó la vista a sus zapatos marrones —. Es solo un número.

— Un número bastante importa, sí —, comenta Guillermo desde el fondo del salón, Raúl le miró amenazante, Guillermo alzó los brazos hasta la altura de sus orejas fingiendo inocencia.

— Yo no dejaré que ningún puto número cambie mi vida —, suelta Raúl cruzándose de brazos.

— ¡Eh! —, exclama Samuel con enfado —. Cuidado con esa boquita.

— Ok, Flanders —, murmura Ruben por lo bajo sin levantar la vista de su Nintendo, Miguel, que estaba a su lado, rió y acto seguido chocaron los cinco.

Merlon llegó finalmente al gran cartel de Karmaland donde todos los chicos les esperaban dispuestos a comenzar con la ceremonia. Los padres de los chicos estaban junto a la verja de madera que marcaba el borde del cartel para evitar accidentes. El anciano se acercó a ellos logrando que todos dejaran lo que estuvieran haciendo y se irguieran uno al lado de otro.

— Hola, señor Merlon —, saludaron los niños al unísono.

— Hola, mis niños —, saludó con esa voz que marcaba sus años, acarició su larga barba y se volteó a los adultos que habían formado un semicírculo alrededor de los niños preparados para comenzar la ceremonia —. Bienvenidos todos a la ceremonia de la vida, hoy es un día sumamente especial, hoy nuestros niños comenzarán una nueva etapa de su vida marcando el paso de la niñez a la adultez. Si bien saben, esta ceremonia nos dirá cuan largo será el camino de nuestros niños, sin importar cual sea el resultado, hemos venido a conmemorar que estáis aquí, que estáis vivos y que habéis podido poner vuestros pies sobre esta hermosa tierra. No os desaniméis por vuestro número, mis niños, si tenéis dos días, esos dos días tienen que ser los mejores de su vida. Jamás lo olvidéis, cada día hay que vivirlo al máximo, la vida no se detiene y vosotros tampoco.

En su sitio, Borja no dejaba de temblar, sentía sus manos sudorosas y parecía que su respiración le estaba fallando. ¿qué pasaría si su número era el tres? ¿Qué diablos haría? No quería morir, quería vivir mil años o más, quería poder vivir tranquilamente sin preocuparse por su número, solo quería disfrutar de su vida sin preocuparse. Raúl notó de inmediato el nerviosismo de Borja, era más que palpable, sin mirarle, le tomó la mano intentando darle fuerzas, Borja suspiró pesadamente. Si él vivía mil años, quería que Raúl viviera dos mil.

— Tranquilo, es solo un número —, le susurra Raúl con su vista fija al frente para que no les regañaran —. No importa que número te sea entregado, yo no te dejaré morir nunca.

— David Alonso Romero—, le llama Merlon a uno de los chicos.

Con seguridad, David caminó hacia el frente y se detuvo justo frente a Merlon, con suavidad, Merlon le entrega la llave morada que representaba su entrada a su nueva vida, con firmeza, David la recibió con sus pequeñas manos.

— David, yo te entrego la llave de la vida, esta llave representa tu entrada a la nueva fase que llevarás a partir de ahora, cárgala contigo siempre y cuídalo como a tu propia vida —, habla Merlon mirándole a los ojos fijamente —. David, vive ampliamente.

— Vive —, dicen todos al unísono.

Respiró con fuerza y apretó la llave contra sus palmas, Merlon se hizo a un lado dándole paso hacia la Fuente de la vida que era una fuente de mármol con dos sirenas nadando en ella, una era pelirroja y tenía los ojos más azules que jamás había visto, la otra tenía el cabello negro como la noche y sus ojos eran casi igual de oscuros, ambas daban vueltas en la pileta formando burbujas de agua que flotaban por sus cabezas y jugaban con ella lanzándolas al aire. Las risas armoniosas de las sirenas llenaron el silencio de la gente, sus cánticos parecían armonizar el nerviosismo que se sentía en el ambiente. David avanzó hacia la fuente y, cuando ya estuvo a unos pasos, las sirenas comenzaron a hacerles señas con los brazos incitándole a acercarse. Ya frente a ellas, las sirenas le sujetaron de los brazos y con suavidad hundieron sus brazos en el agua de las sirenas, al hacerlo, un frío notorio recorrió todo el cuerpo de David y una extraña efervescencia se sintió entre sus dedos, como pequeñas burbujas. Las sirenas no dejaban de cantar y reír mientras miraban a David que ya no parecía tan seguro de sí mismo. Una luz salió en rayos del agua iluminando el rostro pálido de David, esa luz provenía de sus manos, cuando la luz finalmente se apagó, sacó los brazos del agua.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora