17. El regalo de Luzu

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— Yo... —, suelta Vegetta separándose del abrazo de Auron, sentía que no podía respirar, estaba al borde perder los estribos.

Tenía sus emociones rebalsándose y no podía comenzar a explicar nada de lo que sentía pero aquél deseo incontrolable de querer dañarle era lo único que veía con claridad y le aterraba. Necesitaba alejarse de él de inmediato, ¿cómo podía estar sintiendo eso siendo que llevaba tan poco días con él? Era algo sumamente extraño, tal vez estaba enlazado con el hecho que era la única persona que le hacía sentir querido. Por un momento no pudo evitar que todo sería mejor si el muriera junto a Luzu, muchos de sus problemas se acabarían si así pasaba, estaba deseando que Auron no pudiera salvarle como le había asegurado aunque una parte tenía esperanza de que lo hiciera. Tal vez si Auron lo salvará estaría tan agradecido con él que le sería imposible hacerle daño y, así, podrían estar juntos y... No, no, ¿que estaba haciendo? Estaba ilusionándose, parecía un niño bobo.

— Nos vemos, Auron —, se despide bruscamente alejándose de él.

— ¡Eh! —, exclama Auron a su espalda, le miró por sobre su hombro —. ¡Recuerda que te quiero, cabron, pero si le dices a alguien que te dije eso te mataré!

Se vio así mismo sonriendo como un estúpido enamorado hasta que sus manos comenzaron a temblar. Bajó la vista y vio sus dedos alargándose y curvándose en forma de garras sin que él pudiera controlarlo, rápidamente guardó sus manos en sus bolsillos, sintió la tela rasgándose por sus uñas de lobo pero aún así apresuró el paso. No podía quedarse más tiempo pululando alrededor de Auron o realmente terminaría causándole daño y jamás podría perdonarse si lo hacía, jamás se perdonaría si dañaba a alguien a quien amaba otra vez.

Estaba solo finalmente que era lo que había querido. No sabía como lo consiguió pero parecía que todo estaba yendo acorde a lo esperando. Esperó ver la silueta de Vegetta disiparse en la lejanía para poder encaminarse, finalmente, a casa de Luzu. En su mente pasaban mil escenarios posibles de como sería su reencuentro, cada vez iban empeorando más dejando sus expectativas por el suelo pero, sinceramente, preferiría que Luzu le rompiera la cara allí mismo, así podría sentirse un poco menos culpable por irse sin decirle nada y por todo el daño que causó básicamente. El camino a casa de Luzu pasó rápidamente y, antes de darse cuenta, ya estaba detenido frente a su puerta con sus nudillos llamando a ésta y su corazón en la mano.

No tenía idea de que le diría, tal vez solo esperaría a que él dijera algo primero, no estaba seguro. Quería verlo, eso era todo lo que pasaba por su mente e incluso era tan fuerte su deseo de ver su rostro que casi podía mitigar todo el nerviosismo que lo invadía por dentro, y dijo casi porque, en realidad, estaba temblando ya sus manos estaban sudorosas de solo imaginar que Luzu aparecería allí en cualquier momento frente a él. La puerta grande de mándela se abrió dejando ver una una pared de piedra más pequeña en el interior donde colgaba un esqueleto sujeto por cadenas, más atrás se veía una guillotina que estaba iluminada por el resplandor de la lava. Raúl tragó saliva.

Sus ojos se pasaron en el chico que tenía frente a él y, si no supiera de antemano que ese era Luzu, jamás lo hubiera podido reconocer. Era muchísimo más alto de lo que se hubiera imaginado que sería, vestía completamente de negro y su cabeza estaba cubierta por una capucha, su rostro estaba muy marcado, sobretodo sus pómulos, pero lo que resaltaba de su rostro era su mirada sumamente fría y profunda con unas bolsas muy marcadas bajo sus ojos que le hacían ver extremadamente cansado y mayor de lo que realmente era.

— Vaya —, musita Luzu con una voz áspera y llena de burla —. Si el Rey de Roma se ha dignado finalmente a visitarme.

— Espera, ¿sabías que estaba aquí? —, inquiere Auron con confusión.

Pensaba que se había imaginado todos los escenarios posibles pero aquel si que era una sorpresa que jamás hubiera podido adivinar. La mirada que le dirigía lograba que toda la ilusión de que Luzu olvidara todo y se alegrara de verle se perdiera, sabía que el presentimiento de que aquel encuentro saldría muy mal era bastante acertado pero había algo que no le dejaba tranquilo, sentía que algo peor venía y no sabía el que era.

— Claro —, asiente apoyando su cuerpo en el marco de su puerta —. Lo supe en cuanto llegaste, también se todo lo que has hecho y debo admitir que estaba bastante dolido al saber que no fui el primer a quien buscaste.

— Luzu, yo lo siento mucho.

— No hay cuidado, Auroncito —, dice con una amabilidad casi tóxica —. Al menos has venido.

Algo no andaba bien, las palabras de Luzu decían una cosa pero su actitud decía otra, podía notar toda esa falsa amabilidad que ocultaba algo tan oscuro que no podía identificar. Intentó concentrarse para identificar lo que sentía Luzu en ese momento, entornó los ojos y le miró fijamente hasta que un Aura tan negra como el petróleo bordeó toda la figura de Luzu, pudo ver matices rojas en aquél negro oscuro que invadieron su vista. Retrocedió sin poder evitarlo. Aún no comprendía muy bien lo que significaban aquellos colores pero estaba más que seguro que esos dos juntos no significaban nada bueno.

— Luzu... he venido porque quiero arreglar las cosas contigo —, habla Auron sinceramente sin poder apartar los ojos de aquella aura oscura que lo invadía —. Jamás quise hacerte daño, solo fui una rata cobarde.

— Lo sé, ¿acaso no me crees? Que te perdono —, habla acercándose a él, atrapó el rostro de Auron con una de sus manos y lo sujetó obligando a mirarle —. Mira, para que me creas, incluso te he preparado un regalo.

Algo le decía que quería más un puñetazo en la entrepierna que el regalo que Luzu le había preparado. El tacto frío de Luzu en sus mejillas no hacía más que ponerle más nervioso, quería apartarle y salir corriendo pero debía demostrarle a Luzu que estaba verdaderamente dispuesto a arreglar las cosas con él, si escapaba sería imposible que le perdonara y terminaría por completo lo que quedaba de su amistad. Una parte de si tenía la esperanza de que el Luzu que conocía siguiera en alguna parte de aquel chico de aura oscura y ese pensamiento era su único consuelo para permanecer allí.

— No es necesario —, habla Auron titubeando.

— Insisto —, suelta Luzu.

Vio como se alejaba de él un poco y rebuscaba en el bolsillo de su chamarra, de allí sacó un pequeño frasco de cristal más pequeño que su mano, dentro de él había un líquido de un color amarillo sumamente brillante que producía rayos de luces que chocaban contra las paredes del frasco e iluminaban el rostro de Luzu. Acercó el frasco de cristal a su rostro y lo sacudió con una gran sonrisa. Sin comprender que sucedía, no pudo evitar dar otra paso atrás y, antes que pudiera reaccionar, la expresión de Luzu cambió y el auto negro invadió toda la vista de Auron, en un rápido movimiento, Luzu lanzó la botella de cristal a los pies de Auron quien dio un brinco intentando esquivar el frasco. Un humo oscuro comenzó a salir del líquido amarillo que se había esparcido a sus pies al romperse el frasco contra el suelo, el humo invadió su vista, alzó los ojos para ver a Luzu antes de que el humo cubriera su vista.

— Bienvenido a Karmaland, Auroncito —, dijo con una sonrisa oscura antes de ingresar a su casa y cerrar la puerta.

Intentó ver a su alrededor pero estaba todo cubierto por el humo, se cubrió la nariz con su playera intentando no inhalar aquel humo pero pronto se comenzó a sentir mareado. Sus pies parecían ir hacia cualquier lado y le era imposible alejarse de aquel lugar, se tambaleaba de lado a lado y sintió como el humo hacia escocer su garganta, comenzó a toser para pasar aquella horrible sensación pero nada la quitaba. Bajó la vista a sus manos y, entre su visión borrosa, su cuerpo temblando y tambaleándose, vio como su piel se derretía.

Cuando muera; Luzuplay [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora